Cómo limitar las secuelas económicas del coronavirus con políticas sustanciales y focalizadas

[caption id="attachment_12964" align="alignleft" width="1024"] (Foto: xavieramau/iStock by Getty Images)[/caption]

Este blog forma parte de una serie especial sobre la respuesta al coronavirus.

Por Gita Gopinath

(English, Português)

9 de marzo de 2020

Esta crisis sanitaria producirá efectos secundarios económicos significativos, que reflejarán shocks a la oferta y a la demanda diferentes de los ocurridos en otras crisis.

Se necesitan políticas focalizadas y sustanciales para respaldar la economía mientras dure la epidemia, manteniendo intacta la red de relaciones económicas y financieras entre trabajadores y empresas, prestamistas y prestatarios, y proveedores y usuarios finales a fin de que la actividad se recupere una vez superado el brote. El objetivo consiste en impedir que una crisis pasajera cause daños permanentes a las personas y a las empresas como consecuencia de pérdidas laborales y quiebras.

El costo humano del brote de COVID-19, la enfermedad causada por un coronavirus, ha aumentado a un ritmo alarmante, y la enfermedad se está propagando por un creciente número de países.

Indudablemente, la primera prioridad consiste en proteger lo más posible la salud y la seguridad de las personas. Los países pueden colaborar gastando más en reforzar sus sistemas de salud; entre otras cosas, en equipo de protección personal, detección sistemática, pruebas de diagnóstico y más camas de hospital.

A falta de una vacuna capaz de detener el virus, los países han tomado medidas para limitar su propagación, como restricciones a los desplazamientos, clausuras provisionales de escuelas y cuarentenas. Estas medidas también pueden dar margen para evitar abrumar los sistemas sanitarios.

Secuelas económicas

El impacto económico ya es visible en los países más afectados por el brote de la enfermedad. Por ejemplo, en China, la actividad de la manufactura y del sector de los servicios disminuyó drásticamente. Si bien la caída de la manufactura es comparable a la observada al comienzo de la crisis financiera mundial, la de los servicios esta vez parece más pronunciada, lo cual refleja el fuerte impacto del distanciamiento social.

La oferta y la demanda internacionales de cargamentos de granel sólido, como materiales de construcción y materias primas, también han sufrido una disminución parecida a la registrada en la fase más aguda de la crisis financiera mundial, lo cual refleja la restricción de la actividad económica asociada a campañas de contención sin precedentes. Esa disminución no se había observado ni en epidemias recientes ni tras los atentados del 11 de septiembre de 2001.

Shocks a la oferta y la demanda

 La epidemia desencadenada por el coronavirus ha provocado shocks tanto en la oferta como en la demanda. Los trastornos de la actividad empresarial han reducido la producción, asestando un golpe a la oferta. Y la renuencia a gastar entre los consumidores y las empresas ha recortado la demanda.

Del lado de la oferta, se produce una reducción directa de la oferta de mano de obra porque hay trabajadores que no están bien de salud, padres que tienen que cuidar a sus hijos porque las escuelas están cerradas y, lamentablemente, porque la mortalidad aumenta. Ahora bien, la actividad económica se ve aún más afectada debido a los esfuerzos por contener la propagación de la enfermedad mediante confinamientos y cuarentenas, que hacen caer la utilización de la capacidad productiva. Además, las empresas que dependen de cadena de suministro posiblemente no reciban las piezas que necesitan, ya sea de fuentes nacionales o internacionales. Por ejemplo, China es un importante proveedor de bienes intermedios para el resto del mundo, sobre todo artículos electrónicos, automotores y maquinaria y equipos. Los trastornos que ha sufrido ya están repercutiendo en otras partes de la cadena de producción. Sumados, estos desbarajustes contribuyen a encarecer la actividad empresarial y representan un shock negativo para la productividad, atenuando la actividad económica.

Del lado de la demanda, la pérdida de ingreso, el temor al contagio y la agudización de la incertidumbre llevarán a la gente a recortar los gastos. Es posible que haya despidos porque las empresas no pueden pagar sueldos. Estos efectos son particularmente graves en sectores como el turismo y la hostelería, como lo demuestra el caso de Italia. Desde el 20 de febrero último, cuando comenzaron las ventas masivas en el mercado estadounidense de la renta variable, los precios de las acciones de las aerolíneas se han visto desproporcionadamente vapuleados, en la misma medida que tras los atentados contra las Torres Gemelas pero no tanto como después de la crisis financiera mundial. Además de estos efectos sectoriales, un creciente pesimismo entre los consumidores y las empresas podría llevar a estas últimas a prever menos demanda y recortar el gasto y la inversión. Eso, a su vez, exacerbaría el cierre de negocios y las pérdidas de puestos de trabajo.

Efectos de contagio financiero

Como quedó claro en los últimos días, los costos de endeudamiento pueden subir y las condiciones financieras pueden endurecerse si los bancos sospechan que los consumidores y las empresas no podrán reembolsar los préstamos a tiempo. Ese aumento del costo de las deudas sacará a relucir vulnerabilidades financieras que se acumularon durante años de tasas de interés a niveles bajos, exacerbando el riesgo de refinanciamiento. Una contracción del crédito podría amplificar la desaceleración causada por los shocks de la oferta y la demanda.

Y cuando estos shocks están sincronizados entre muchos países, el comercio internacional y los vínculos financieros pueden amplificar más los efectos, enfriando la actividad mundial y empujando a la baja los precios de las materias primas. Los precios del petróleo han retrocedido drásticamente en las últimas semanas y están más o menos 30% por debajo de los niveles de comienzos del año. Los países que dependen del financiamiento externo podrían verse expuestos a interrupciones repentinas y a condiciones de mercado desordenadas, que podrían requerir intervenciones cambiarias o medidas provisionales aplicadas a los flujos de capital.

Se necesitan políticas económicas focalizadas

Teniendo en cuenta que los efectos secundarios económicos reflejan shocks particularmente agudos en determinados sectores, las autoridades tendrán que implementar sustanciales medidas focalizadas en el ámbito fiscal, monetario y financiero para ayudar a los hogares y las empresas afectados.

Es posible focalizar las transferencias de efectivo, los subsidios salariales y el alivio tributario en los hogares y las empresas golpeados por los trastornos de la oferta y la caída de la demanda, ayudando a los particulares a atender sus necesidades y a los negocios a mantenerse a flote. Por ejemplo, entre otras medidas, Italia ha prorrogado los pagos impositivos de las compañías de zonas afectadas y ampliado el fondo de complemento salarial para brindar un ingreso a trabajadores despedidos; Corea ha instituido subsidios salariales para el pequeño comerciante e incrementado las prestaciones para los encargados de la atención del hogar y quienes están a la búsqueda de empleo; y China ha suspendido por el momento los aportes de las empresas a la seguridad social. Se podría reforzar el seguro por desempleo para trabajadores despedidos, prolongándolo, incrementando las prestaciones o flexibilizando el derecho a percibirlo. Si la licencia remunerada por enfermedad o paternidad no figuran entre las prestaciones regulares, los gobiernos podrían analizar la posibilidad de financiarla para que los trabajadores con problemas de salud o las personas que deben cuidarlos puedan quedarse en casa sin temor a perder el empleo durante la epidemia.

 

Los bancos centrales deberían estar preparados para brindar abundante liquidez a los bancos y a las empresas financieras no bancarias, sobre todo a los que trabajan con la pequeña y mediana empresa, que quizá no esté tan preparada para hacer frente a un fuerte trastorno. Los gobiernos podrían ofrecer garantías crediticias provisionales y focalizadas para atender las necesidades de liquidez a corto plazo de estas empresas. Por ejemplo, Corea ha ampliado los créditos para operaciones empresariales y las garantías de préstamo para las pequeñas y medianas empresas afectadas. Asimismo, los reguladores y los supervisores del mercado financiero podrían alentar la prolongación de los vencimientos de los préstamos de manera provisional y limitada.

Un estímulo monetario más amplio —por ejemplo, recortes de la tasa de política monetaria o compras de activos— podría apuntalar la confianza y respaldar los mercados financieros frente a un riesgo pronunciado de considerable endurecimiento de las condiciones financieras (mientras el accionar de los bancos centrales grandes genera efectos positivos para los países vulnerables). En la medida en que exista margen de maniobra para desplegarlo, un estímulo fiscal generalizado podría ayudar a estimular la demanda agregada, pero tiene más probabilidades de ser útil una vez que comience a normalizarse la operativa de las empresas.

Teniendo en cuenta el amplio alcance de la epidemia en numerosos países, los extensos vínculos económicos transfronterizos y los profundos efectos en la confianza que afectan a la actividad económica y a los mercados financieros y de materias primas, el argumento a favor de una respuesta internacional coordinada está claro. La comunidad internacional debe ayudar a los países con una capacidad sanitaria limitada a evitar una catástrofe humanitaria. El FMI está preparado para brindar respaldo a los países vulnerables a través de diferentes servicios de crédito, incluidos mecanismos de financiamiento de emergencia con rápidos desembolsos, que podrían llegar a USD 50.000 millones para mercados emergentes y de bajo ingreso.