Un análisis económico ampliado puede arrojar más luz sobre la asequibilidad de la vivienda y otras cuestiones complejas a las que se enfrentan los gobiernos
En estos días, dondequiera que uno vaya, la conversación inevitablemente gira en torno al costo cada vez más alto de la vivienda. Los temas que suscitan inquietud son el generacional, la ubicación de la vivienda y los niveles de ingreso. Los jóvenes quizá sean los que se llevan las mayores desilusiones al constatar cómo su capacidad para comprar o arrendar una vivienda se ve disminuida justo cuando empiezan a planificar un hogar. Las causas son complejas y diversas, pero lo que está en juego es innegable: una vivienda significa estabilidad, seguridad y sentido de pertenencia. Es un componente esencial del bienestar y un derecho humano reconocido.
Para la sociedad, asimismo, la vivienda representa un singular activo económico. La adquisición de una vivienda es la principal fuente tanto de deuda como de riqueza y, por ende, es un concepto fundamental para poder entender por qué las economías resisten los ciclos de auge y caída.
En pocas palabras, el sector de la vivienda tiene una incidencia que puede transformar el desempeño económico de los países. Y, sin embargo, es un tema que con frecuencia escapa al análisis macroeconómico. En este número de Finanzas y Desarrollo se examina en detalle la interacción entre los mercados de la vivienda y la economía, la naturaleza de los desafíos recientes —como la recesión inmobiliaria en China (véase el artículo de Kenneth Rogoff y Yuanchen Yang)— y las soluciones que permitirían poner a los mercados inmobiliarios al servicio de todos.
La causa primordial de la actual crisis de asequibilidad es que la demanda saca amplia ventaja a la oferta, lo cual es perjudicial para la movilidad económica, la productividad y el crecimiento.
Valiéndose de un nuevo método para comparar la asequibilidad de la vivienda entre países, Deniz Igan muestra que la pandemia y el resurgimiento de la inflación desencadenaron la peor crisis mundial de asequibilidad de la vivienda en más de una década. Al encarecerse la vivienda, la brecha entre los que tienen y los que no tienen se ensancha, agudizando las preocupaciones de la gente, como lo han demostrado los resultados electorales en muchas partes del mundo este año.
Las tasas de interés también revisten enorme importancia. Marijn Bolhuis, Judd Cramer y Lawrence Summers analizan la drástica subida de los costos de endeudamiento —sobre todo para la compra de vivienda— que ha creado un cisma entre las estadísticas de inflación y la confianza del consumidor. Mehdi Benatiya Andaloussi, Nina Biljanovska y Alessia De Stefani muestran cómo los mercados de la vivienda y de las hipotecas son un engranaje importante y complejo del mecanismo de transmisión de la política monetaria. La conclusión a la que llegan es la importancia de comprender a fondo esos mercados en cada país para así ayudar a calibrar la política monetaria.
De todos modos, no son solo la inflación, la oferta escasa y las leyes de urbanismo las que elevan los precios; el dinero ilícito también es parte del problema, según Chady El Khoury. El mercado inmobiliario de lujo a menudo sirve para blanquear fortunas ilícitas, lo cual distorsiona aún más el mercado de la vivienda y hace que para la gente común el sueño de la casa propia sea cada vez más lejano.
No debe sorprender entonces que tantos mercados de la vivienda estén rotos.
La vivienda adecuada y asequible también es un componente esencial de las ciudades prósperas y vibrantes, que determina el lugar y la manera en que los habitantes viven, trabajan y acceden a servicios. Elizabeth Johnson explica cómo São Paulo combina programas federales y municipales para readecuar edificios del centro de la ciudad. Kecia Rust describe lo que la tecnología puede aportar al mercado de la vivienda en entornos informales de África. Igan, por su parte, recomienda reducir las barreras regulatorias, como las leyes de urbanismo y los códigos de construcción; focalizar la ayuda en los hogares de ingreso bajo, e incentivar a las empresas de desarrollo inmobiliario para que ofrezcan soluciones habitacionales económicas.
Todos los sectores —público, privado, sin fines de lucro— tienen que cooperar entre sí para garantizar un acceso más amplio a la vivienda. Que el sector de la vivienda funcione bien resulta indispensable para la prosperidad de la sociedad, para cada economía y para la estabilidad financiera. El engranaje no funciona si una pieza está rota.
En otros artículos, Yuval Noah Harari describe cómo, por primera vez, las historias sobre las que se asienta la humanidad están siendo contadas por inteligencias no humanas; Bert Kroese sostiene que el producto interno bruto es una estadística incompleta que debe complementarse con otros indicadores, y los economistas Jiaxiong Yao y Robert Zymek examinan la transición de Europa hacia los vehículos eléctricos en medio de una competencia mundial cada vez más fuerte. Por último, trazamos una semblanza de Anne Case, de la Universidad de Princeton —autora, junto con Angus Deaton, de Muertes por desesperación y el futuro del capitalismo—, una estudiosa del punto de intersección entre la salud y la economía.
Como siempre, gracias por leernos.
Las opiniones expresadas en los artículos y otros materiales pertenecen a los autores; no reflejan necesariamente la política del FMI.