La desaceleración de la productividad en la economía más grande podría repercutir en el mundo entero

La economía estadounidense tiene un problema que podría costarle billones de dólares: la productividad se ha desacelerado drásticamente en las dos últimas décadas. Entre 1947 y 2005, la productividad de la mano de obra creció en promedio 2,3% por año, y luego, 1,3%. Estas diferencias parecen pequeñas, pero tienen consecuencias gigantescas: si el producto económico por cada hora trabajada hubiera seguido creciendo 2,3% entre 2005 y 2018, la economía estadounidense habría producido USD 11 billones más en bienes y servicios, según la Oficina de Estadísticas Laborales de Estados Unidos.

Lo mismo ocurre en otras economías avanzadas. La productividad quedó aún más estancada en Europa, que hoy va considerablemente a la zaga de Estados Unidos en términos del PIB per cápita. La productividad es un factor crítico para la expansión económica. Su falta de vigor en la economía más grande del mundo podría reverberar incluso en las economías en desarrollo, donde el crecimiento es fundamental para sacar a millones de personas de la pobreza.

¿Cómo se explica este fenómeno? Según los estudios, hay dos motivos: primero, la rápida adopción de avanzadas tecnologías de la información ayudó a las grandes compañías ya establecidas, a expensas de las empresas emergentes más pequeñas; segundo, el decreciente aumento de la población y la evolución del perfil demográfico desalentaron la creación de empresas. Combinados, estos factores echaron hacia atrás la destrucción creativa —un importante componente de la innovación definido a comienzos del siglo pasado por el economista Joseph Schumpeter— y le restaron dinamismo a la economía estadounidense.

Existen dos indicadores fundamentales y estrechamente relacionados del aumento de la productividad. El primero es la productividad de la mano de obra; es decir, la producción real por hora trabajada. El segundo es la productividad total de los factores (PTF), que también tiene en cuenta los cambios de la intensidad del capital y la utilización de la capacidad.

Ambos han evolucionado a la par desde la década de 1940 (véase el gráfico 1). El aumento de la productividad de la mano de obra disminuyó del 3%–3,5% por año en las décadas de 1960 y 1970 a alrededor del 2% en la de 1980. A finales de la década de 1990 y principios de la de 2000, la economía estadounidense experimentó un auge de productividad considerable pero pasajero, cuando el aumento de la productividad repuntó al 3%. Desde 2003, aproximadamente, el panorama ha sido poco prometedor: la productividad de la mano de obra disminuyó hasta registrar una tasa de aumento promedio inferior al 1,5% en la década siguiente a la Gran Recesión. Los shocks económicos recientes, como la pandemia de COVID-19 y el fuerte encarecimiento de la energía desde la guerra de Ucrania, tuvieron un notable impacto en la dinámica del empleo y la inflación, pero el aumento de la productividad se ha mantenido relativamente inalterado a niveles bajos. La evolución de la PTF refleja fielmente las fluctuaciones de la productividad de la mano de obra: mientras que el crecimiento de esta última siempre supera al de la PTF como consecuencia del aumento de la intensidad del capital, la desaceleración de la PTF enfría la productividad de la mano de obra.

Comprender las causas de este fenómeno es crucial porque las consecuencias económicas son importantes y porque permite determinar si las herramientas de políticas a disposición de los gobiernos y los bancos centrales están a la altura del problema o si corresponde prepararse para un período prolongado de menor crecimiento.

Destrucción creativa

Según estudios recientes, los cambios en el proceso de destrucción creativa y la reasignación entre empresas podrían ser la clave para entender la ralentización de la productividad. La PTF agregada refleja el estado tecnológico de la economía y la eficiencia de la asignación de recursos. Intuitivamente, la productividad agregada puede ser baja porque las tecnologías que utilizan las empresas son ineficientes o bien porque algunas empresas pueden tener acceso a técnicas productivas, pero las imperfecciones del mercado les impiden desplazar a competidores menos eficientes. La productividad puede aumentar gracias a la llegada de tecnologías nuevas y mejores o a la reasignación de recursos de las empresas improductivas a las productivas.

Hay crecientes indicios de que la economía estadounidense está perdiendo dinamismo. La creación de empresas es un aspecto crítico del dinamismo del sector. Suele medirse por la tasa de ingreso —la proporción de empresas que comenzaron a operar en un año determinado—, que cayó del 13% en 1980 al 8% en 2018, según la Oficina del Censo de Estados Unidos. Por otra parte, las empresas crecieron sustancialmente, con un número promedio de empleados que pasó de 20 a 24 en el mismo período. Eso significa que las empresas más antiguas y más grandes generan hoy una proporción mucho mayor de la actividad económica. Estas tendencias apuntan a una pérdida significativa de dinamismo en la economía estadounidense a lo largo de casi cuatro décadas y plantean dos cuestiones críticas. Primero, ¿por qué se correlaciona la pérdida de dinamismo empresarial con una ralentización de la productividad? Segundo, ¿cuáles son los factores fundamentales que impulsan estas tendencias?

Causas inmediatas

El vínculo entre la agitación productiva, la reasignación entre empresas y el crecimiento agregado constituye el núcleo del famoso concepto de destrucción creativa de Schumpeter, según el cual las empresas nuevas crean tecnologías con el objetivo de desplazar a los productores ya establecidos y absorber su cuota de mercado. El aumento de la productividad agregada y los marcadores del dinamismo empresarial como la rotación y el volumen de negocio a nivel de empresa son, por lo tanto, dos caras de la misma moneda.

Desde esta perspectiva, lo que cabría esperar en épocas de poco aumento de la productividad es precisamente una creación más lenta de empresas y una mayor influencia de las empresas más antiguas y grandes. La decreciente tasa de ingreso es un indicio de que la llegada de nuevas tecnologías podría estar perdiendo ímpetu. Y como las empresas nuevas son obviamente más jóvenes y, en promedio, más pequeñas que las ya establecidas, la caída de la tasa de ingreso conduce naturalmente a un aumento del tamaño de las empresas y de su concentración.

Un volumen de estudios extenso y en aumento apunta en ese sentido. Primero, se ha demostrado que el aumento de la concentración empresarial va acompañado de la expansión del poder de mercado. En las empresas estadounidenses que cotizan en bolsa, el sobreprecio promedio subió aproximadamente del 20% en 1980 al 60% en la actualidad. Eso lleva a pensar que las grandes empresas tradicionales están cada vez más protegidas de la competencia, lo cual les permite subir los precios y ampliar los beneficios.

Las grandes empresas tradicionales están cada vez más protegidas de la competencia.

Segundo, la otra cara del creciente poder de mercado de las empresas es la pérdida del poder de negociación de los trabajadores. Desde 1980, la participación de la mano de obra en la economía estadounidense se ha reducido en unos cinco puntos porcentuales. La caída fue más rápida en las industrias más concentradas, donde los gigantes como Google, Apple, Amazon y Walmart crecieron más, como lo documentan David Autor, del Instituto de Tecnología de Massachusetts, y sus colaboradores.

Tercero, se observa una disminución secular de la reasignación entre empresas desde finales de los años ochenta, como lo expone una serie de trabajos de John Haltiwanger y otros investigadores. Esto sugiere que el desplazamiento de los trabajadores de empresas en declive a empresas en expansión ya no es tan fluido y dinámico, y coincide con la opinión de que la destrucción creativa ha perdido terreno, arrastrando consigo al dinamismo empresarial y al aumento de la productividad agregada. Si las empresas ya establecidas se enfrentan a menos competencia por parte de las nuevas, les resulta más fácil ganar una posición dominante en el mercado y pueden ampliar los sobreprecios, los márgenes de ganancia y, en última instancia, su propia valoración. Dado que el aumento de los beneficios erosiona la parte de la producción destinada a los trabajadores, la participación de la mano de obra en la economía se contraerá, especialmente en las industrias más concentradas.

Causas fundamentales

Incluso si uno cree que la desaceleración de la productividad y la pérdida de dinamismo empresarial se deben a una disminución de la destrucción creativa, es lógico preguntarse por qué. La respuesta es especialmente importante para saber cómo revertir estas tendencias.

Los expertos se han planteado cuatro explicaciones:

  • La aparición de tecnologías de la información y las consiguientes economías de escala.
  • Cambios en el proceso de difusión del conocimiento.
  • Perfil demográfico y crecimiento poblacional en declive.
  • Cambios de políticas, como costos regulatorios de ingreso al mercado e incentivos fiscales para investigación y desarrollo.

Aunque estas explicaciones no son mutuamente excluyentes y presuntamente guardan relevancia en el mundo real, es útil analizarlas por separado.

Tecnologías de la información y economías de escala. Es imposible analizar la dinámica de la productividad en las décadas de 1980 y 1990 sin preguntarse si la aparición de las tecnologías de la información (TI) puede haber causado la pérdida de dinamismo y los peculiares vaivenes del aumento de la productividad. Dos estudios recientes sostienen que la respuesta es afirmativa y que las economías de escala desempeñan un papel importante. El economista francés Philippe Aghion y sus colaboradores (2023) postulan que las TI avanzadas facilitan a las empresas la ampliación de sus operaciones en múltiples mercados de productos. Maarten De Ridder (2024), de la Escuela de Economía de Londres, sostiene que las TI permiten a las empresas recortar los costos marginales de producción a expensas de costos fijos más elevados.

Lo que estas explicaciones tienen en común es que la adopción de dichas tecnologías es especialmente valiosa para las empresas productivas. Esto implica que aprovecharon los avances de las TI a finales de los años ochenta y principios de los noventa, y la economía experimentó un auge inicial de productividad. Lo más sorprendente es que, según estos estudios, la existencia de estas megaempresas puede acarrear costos dinámicos a largo plazo. Si las nuevas empresas (como una empresa emergente especializada en TI) prevén dificultades para competir con empresas que ya producen a escala (como Amazon, Microsoft o Google), tendrán menos incentivos para ingresar al mercado. Como resultado, el crecimiento global y la destrucción creativa pueden disminuir, y las empresas ya establecidas se benefician aplicando sobreprecios más altos.

Cambios en la difusión del conocimiento. Otra línea de estudio sugiere que el proceso de difusión del conocimiento entre las empresas ha cambiado de manera fundamental. Según este argumento, en las últimas décadas las empresas tecnológicamente rezagadas han tenido más dificultades para adoptar las tecnologías de los competidores más productivos. Este cambio podría ser de naturaleza tecnológica: las empresas como Google o Apple podrían estar tan avanzadas tecnológicamente que la adopción es sencillamente imposible para los rivales más pequeños. Al mismo tiempo, también podría haber una dimensión jurídica, ya que las grandes empresas crean con creciente frecuencia una densa maraña defensiva de patentes superpuestas para proteger su ventaja tecnológica. En consonancia con esta hipótesis, Ufuk Akcigit y Sina Ates (2023) documentan un aumento sustancial de la concentración de patentes entre los gigantes empresariales y estiman que los cambios de la adopción tecnológica podrían ser la razón por la cual el dinamismo ha disminuido, las empresas establecidas gozan de rentas no competitivas y la productividad se ha desacelerado.

Crecimiento poblacional más lento. Estas explicaciones vinculan firmemente los cambios del entorno tecnológico con la evolución de la destrucción creativa y la desaceleración de la productividad, pero algunos estudios recientes apuntan en una dirección totalmente distinta; a saber, la contracción del crecimiento demográfico en Estados Unidos.

El aumento demográfico está desplomado desde la década de 1960 y tocó mínimos históricos en los últimos años. La mayoría de las teorías de la expansión económica se construyen sobre el hecho de que un menor crecimiento de la población enfría la productividad. Mi colega Conor Walsh y yo demostramos en 2021 que la ralentización del crecimiento demográfico también reduce la destrucción creativa y el dinamismo empresarial al desalentar el ingreso de nuevas empresas. Otros estudios recogen pruebas empíricas directas de la relación entre el crecimiento poblacional, la tasa de formación de empresas y la dinámica empresarial resultante.

Cambios de políticas. Por último, muchos cambios de políticas podrían haber producido un declive en la creación de empresas y, en consecuencia, en el crecimiento, la destrucción creativa y el dinamismo. Algunos son cambios regulatorios, como los requisitos para la concesión de licencias; subsidios a la I+D que benefician a las empresas establecidas y no a las emergentes; y la modificación de los impuestos de sociedades.

Aunque estas políticas podrían ser importantes para determinadas industrias, parece poco probable que constituyan una explicación significativa a nivel global. Los estudios recientes muestran que estos cambios no pueden explicar cuantitativamente la erosión de la productividad y el dinamismo. Fundamentalmente, no se trata de un fenómeno exclusivo de Estados Unidos, y en mayor o menor medida ocurre también en la mayoría de las economías desarrolladas.

La navaja de Ockham

El principio de la navaja de Ockham —que se remonta al siglo XIV y según el cual la explicación más sencilla es la más probable— sugiere centrarse en los cambios de alcance mundial, y no en los cambios de políticas específicas de Estados Unidos. El desarrollo de las TI avanzadas y el descenso del crecimiento demográfico se ajustan a ese criterio y es muy probable que hayan influido sustancialmente en la pérdida de dinamismo empresarial y la desaceleración de la productividad.

Estos fenómenos también ponen de relieve el potencial de ciertas políticas para contrarrestar estas tendencias. Con respecto a los cambios demográficos, los gobiernos del mundo entero ya son muy conscientes de los crecientes costos que acarrea el envejecimiento de la población. Aunque este debate se centra sobre todo en la sostenibilidad fiscal, las consecuencias económicas podrían ser mucho más pronunciadas si la contracción poblacional conduce efectivamente a un enfriamiento de la productividad. Dado que las políticas lanzadas para revertir el descenso de la fecundidad han tenido escaso éxito, la principal herramienta disponible a corto y mediano plazo probablemente sea la política de inmigración.

Por su parte, las políticas relacionadas con las ramificaciones del auge de las TI son más específicas y presuntamente tienen una relación directa con la aplicación de leyes antimonopólicas. Si las TI causaron efectivamente el aumento de la concentración, desalentando el crecimiento de la productividad, el aumento del poder de mercado perjudica a los consumidores no solo a través de precios más altos, sino también a través de una innovación y un crecimiento más lentos. Esto, por supuesto, eleva la apuesta de la política de competencia porque cómo revitalizar el crecimiento es, literalmente, la pregunta del billón para las autoridades.

MICHAEL PETERS es profesor adjunto de Economía en la Universidad de Yale, e investigador de la Oficina Nacional de Investigación Económica y del Centro de Investigación en Economía y Política.

Las opiniones expresadas en los artículos y otros materiales pertenecen a los autores; no reflejan necesariamente la política del FMI.