Las empresarias están cambiando las dinámicas del mercado laboral en el mundo árabe

En el mundo árabe, las mujeres están asumiendo cada vez más funciones empresariales, influyendo en los negocios y la tecnología, y liderando una revolución silenciosa que habría sido impensable hace apenas una generación. Esta tendencia muestra un distanciamiento con respecto a los papeles tradicionales y las expectativas de género, y podría tener importantes consecuencias en el desarrollo y el avance de la región hacia sociedades más inclusivas.

Si bien el mundo árabe se ha caracterizado históricamente por una escasa participación femenina en el mercado laboral, la creciente presencia de mujeres en las empresas emergentes responde a un patrón mundial que está acelerando las innovaciones y diversificando la prosperidad. Esta transición no es instantánea, ni fácil. Para superar los obstáculos a la igualdad, suele ser necesario desafiar las normas sociales y enfrentarse a intereses muy arraigados. En la región de Oriente Medio y Norte de África, la participación de las mujeres en la fuerza laboral sigue siendo apenas del 19%, mientras que la media mundial asciende a casi el 50%. Sin embargo, en toda la región las oportunidades van en aumento, y las mujeres —como las tres que se presentan a continuación— están poniendo en entredicho las actitudes patriarcales. 

Arzaq Al-najjar y su equipo en Mocha Valley, en Saná, Yemen.

Creación de oportunidades en el Yemen

Arzaq Al-najjar está intentando modernizar el sector del café en una de las regiones cafeteras más antiguas, pobres y destrozadas por la guerra del planeta. Desde su oficina, situada en el tercer piso de un edificio con vistas sobre Saná, capital del Yemen, Al-najjar, de 34 años, dirige Mocha Valley, una consultoría empresarial y sobre producción que se especializa en la investigación, la formación y la asistencia para el desarrollo y presta servicios a los empresarios, inversionistas, comerciantes de café, productores y asociados que participan en la cadena de valor del café. La empresa toma su nombre de Mocha, un puerto del mar Rojo ubicado en el extremo de la península arábiga —antaño un punto neurálgico en la ruta del café— que, a su vez, dio nombre a la popular bebida. Hace casi 600 años, en los templos sufíes del Yemen comenzaron a tostarse, infusionarse y degustarse por primera vez los granos de café traídos desde Etiopía. Durante el siglo XVI, embarcaciones cargadas con granos transportaban café desde el puerto de Mocha a muchos destinos de todo Oriente Medio y Norte de África y, aproximadamente un siglo después, a Europa. Para comienzos del siglo XX, el café se había convertido en un producto básico a nivel mundial y, para 2021, las exportaciones de café estaban valoradas en USD 36.000 millones.

Hoy en día, el Yemen exporta menos del 1% del café mundial, y Al-najjar está decidida a cambiar la situación. "La industria del café en el Yemen necesita que se desarrolle y amplíe su cadena de valor", afirma. "Queremos que todo el mundo conozca y saboree este tesoro yemení". 

Al-najjar siente pasión por la historia y la importancia del café en el Yemen. Fue la primera mujer catadora de café del país y, poco después de terminar una Maestría en Administración de Empresas en el Líbano, comenzó a trabajar como consultora para ONG locales y comerciantes de café. En su opinión, si el sector se rigiera por los estándares modernos y empleara datos de mejor calidad, para los productores y comerciantes del Yemen sería más fácil acceder a los mercados mundiales y contribuir al desarrollo del país, que en 2021 ocupaba uno de los últimos puestos en el índice de desarrollo humano de las Naciones Unidas (183º de 191 países).

No obstante, potenciar este sector no resulta nada fácil. El Yemen afronta una de las peores crisis humanitarias de todo el mundo. "Más de ocho años después del inicio del conflicto, el pueblo yemení sigue enfrentando penurias. Unos 22,5 millones de personas —en torno al 75% de la población total— precisan asistencia humanitaria, y más de 4,3 millones de civiles se encuentran desplazados", informa el Banco Mundial. El FMI estima que el PIB del Yemen bajará un 0,5% en 2023 y que la inflación se situará en el 17%.

Aun así, Al-najjar está en busca de oportunidades. “Los trabajadores del café no estaban cualificados ni disponían de formación, y comenzamos a ofrecerles conocimientos y capacitación gratuitos para que entendieran por qué debemos aplicar normas de calidad en el Yemen”. Cuando puso en marcha Mocha Valley hace cinco años, le costó que le abrieran las puertas, y sigue costándole. La cultura en el Yemen es tradicional, y las mujeres suelen sufrir discriminación en el mundo de los negocios. "En nuestra sociedad, ser mujer es un problema", cuenta. "Sí, claro que me han dicho: 'Eres mujer y no puedes dirigir esta empresa'". Las empresarias soportan una serie de cargas desproporcionadas, que suelen darse de manera aparentemente banal. “Aquí, en el Yemen, la mayoría de los acuerdos, la mayor parte de los contratos, se sellan en las sesiones de khat”, explica Al-najjar, describiendo los encuentros en que los hombres—y solo ellos—negocian las transacciones mientras mastican, a veces durante horas, las hojas de ese arbusto de naturaleza estimulante.

El khat también entraña otro tipo de desafíos para Al-najjar y su objetivo de ampliar la producción de café. Para muchos agricultores del Yemen, el cultivo del khat resulta más lucrativo que el café; de modo que acapara las tierras de cultivo, así como gran parte de los recursos hídricos en uno de los países donde más escasean.

A pesar de todo, Al-najjar está decidida a crear una industria cafetera más sólida y resiliente en el Yemen, y tiene la convicción de que es posible mejorar su eficiencia a través de una mayor participación de las mujeres. Se muestra contenta con el grupo de mujeres jóvenes y con capacidad de liderazgo que se están formando en el sector cafetero del Yemen y en Mocha Valley. "Dicen sentirse inspiradas con este proyecto, y son ambiciosas", cuenta. "Quizás en el futuro lleguen a ser líderes en el sector del café".

Empoderamiento de las personas sin acceso a cuentas bancarias en Egipto

"Desde un primer momento, Khazna se creó con la intención de ayudar a los necesitados", cuenta Fatma El Shenawy, cofundadora de la empresa egipcia de tecnofinanzas y férrea defensora de ampliar los servicios financieros para que beneficien a las familias de ingreso bajo y mediano de todo Oriente Medio.

El Shenawy participó en la fundación de Khazna en 2019, cuando no tenía ni 30 años. Su objetivo era aprovechar una plataforma rompedora para conectar a las personas de Egipto que tuvieran poco o ningún acceso a servicios bancarios con una herramienta digital rápida y fácil de usar, que les permitiera acceder a su dinero, pagar las cuentas y contratar servicios a través de una aplicación de telefonía móvil.

En Egipto existe un número sorprendentemente elevado de personas que carecen de acceso a servicios bancarios formales: el 67% de la población, según Global Finance Magazine. Sin embargo, habida cuenta de que más del 90% de los hogares del país disponían de teléfonos móviles, El Shenawy y sus asociados vieron la oportunidad de conectar a las personas con una serie de servicios. "Proporcionamos a los usuarios una línea de crédito polivalente respaldada con ingresos, que pueden utilizar para solicitar un anticipo de efectivo, pagar cuentas, adquirir productos de nuestra amplia red de comerciantes y contratar seguros médicos para sus familias", explica. Este servicio tiene un gran potencial de adaptabilidad. Según las estimaciones del Banco Mundial, unos 1.700 millones de personas de todo el mundo carecen actualmente de una cuenta bancaria. 

La inclusión financiera es un problema de difícil solución, pero Khazna está logrando avances a través de la creación de asociaciones con un conjunto de empresas que emplean a 1,5 millones de personas, además de colaborar con el Correo de Egipto para prestar servicios a 5 millones de usuarios jubilados. Más allá de Egipto, Khazna ha puesto los ojos en Arabia Saudita. "Creemos que Arabia Saudita y Egipto comparten ciertas similitudes clave para nuestro negocio; principalmente, cuentan con autoridades progresistas que están abiertas a nuevas ideas y a mejorar la oferta de servicios financieros a través de las soluciones innovadoras que aportan las empresas emergentes. Además, la población de Arabia Saudita está conectada al mundo digital y está preparada para acceder a nuevos servicios financieros", dice El Shenawy, quien, antes de crear Khazna, trabajó cinco años como banquera de inversiones en El Cairo.

En la actualidad, la empresa cuenta con más de 350 empleados. El pasado marzo, recaudó USD 38 millones en capital y deuda a través de empresas de capital de riesgo locales, regionales y mundiales, con lo que su financiamiento total ascendió a más de USD 47 millones.

El Shenawy sigue siendo un caso poco habitual en la cultura egipcia, en la que persisten grandes brechas de género en el mundo de los negocios y las actividades empresariales. La participación de las mujeres en la fuerza laboral es de apenas el 15,4%, mientras que entre los hombres asciende al 67%. "En mi experiencia, uno de los principales retos a los que nos enfrentamos las mujeres radica en que no contamos con el mismo apoyo de la comunidad que reciben nuestros colegas varones en su carrera profesional, sobre todo en lo que respecta a las iniciativas empresariales", cuenta El Shenawy.  "Tengo suerte de haber estado siempre rodeada de colegas y mentores que me han apoyado tanto en el plano profesional como en el personal".

Casi el 40% de los fundadores de empresas emergentes han participado en mentorías, las cuales han demostrado ser un mecanismo eficaz para transferir conocimientos especializados.

Estímulo de las empresarias palestinas

Mona Demaidi tiene la misión de impulsar las iniciativas empresariales de alta tecnología encabezadas por mujeres en la Ribera Occidental y Gaza, y su método se basa en la capacitación intensiva y el asesoramiento personal. "La mayor parte de mi trabajo en el sector privado", cuenta, "consiste en aumentar la participación de los jóvenes y las mujeres en la tecnología y brindarles asesoramiento". Demaidi explica que un legado caracterizado por la insuficiencia de recursos, la escasez de oportunidades, el limitado apoyo cultural y las décadas de conflicto han frenado a las jóvenes palestinas en la fuerza de trabajo, especialmente en el sector tecnológico, a pesar de que las mujeres representan la mitad de los graduados en estudios relacionados con la tecnología. En opinión de Demaidi, si se pretende promover el desarrollo económico, la historia demuestra que es necesario revertir esa tendencia, y la mejor forma de lograrlo es a través de la ejecución de programas especializados en lugares seguros, que puedan ofrecer herramientas, estimular la confianza y desarrollar competencias. "Como saben", dice suspirando, "aquí hay una gran inestabilidad". 

A Demaidi le preocupa especialmente que la región se quede atrás en la esfera de la inteligencia artificial (IA), un nicho importante en el cual el empleo femenino es incluso inferior a la media del 20% que se registra a nivel de todo el sector. “La escasa disponibilidad de programas educativos sobre IA contribuye al reducido número de estudiantes que se dedican a este campo”, escribió en This Week in Palestine. Solo el 9% de las universidades situadas en la Ribera Occidental y Gaza ofrecen programas sobre IA, y en ninguna de ellas se ofertan cursos de posgrado sobre la materia. Entre 2016 y 2021, en todos los territorios de Palestina tan solo se graduaron 28 estudiantes especializados en IA, posiblemente una de las industrias del momento y de las que más se habla en todo el mundo. Habida cuenta del limitado número de empresas emergentes que se dedican a la IA en la Ribera Occidental y Gaza —menos del 1% (y ninguna de ellas fundada por mujeres)—, Demaidi destina una cantidad considerable de recursos a impulsar iniciativas empresariales relacionadas con la IA. En 2022, diseñó la Estrategia Nacional Palestina en materia de Inteligencia Artificial, que tiene por objeto acelerar la innovación y la adopción de esta tecnología.

Mona Demaidi es un torbellino de energía. Reparte su tiempo entre dar clases en la Universidad Nacional de An-Najah, donde trabaja como profesora adjunta, y administrar la organización Girls in Tech - Palestina, donde ocupa el cargo de Directora Gerente. Su labor la ha llevado a diseñar programas que animan a las mujeres a dedicarse a la industria tecnológica a través de cursos de capacitación intensivos, módulos gratuitos en línea, intercambios con el sector privado y el acceso libre a bolsas de trabajo.  

Si bien existen muy pocas empresas emergentes que se dediquen a la IA en la Ribera Occidental y Gaza, en los últimos años ha comenzado a surgir un próspero ecosistema de empresas emergentes, pertenecientes tanto a la industria tecnológica como a otros sectores. La mayoría de las empresas tecnológicas de ese tipo se dedican al comercio electrónico. Un factor determinante ha sido la abundante reserva de empresarios jóvenes con talento en el ámbito tecnológico que se gradúan cada año en las universidades de la Ribera Occidental. De acuerdo con el Banco Mundial, pese a encontrarse aún en sus albores, ese ecosistema ya se perfila muy prometedor, debido en parte a los programas de mentorías como los que promueve Demaidi. "Cada año se crean, en promedio, 19 empresas emergentes más que en el año anterior, lo que da como resultado una tasa de crecimiento total del 34% en lo que respecta a la creación de empresas emergentes desde 2009".

Según el Banco Mundial, las mentorías han actuado como un factor acelerador en la Ribera Occidental y Gaza. Casi el 40% de los fundadores de empresas emergentes han participado en mentorías, y estas han demostrado ser un mecanismo eficaz para transferir conocimientos especializados y permitir que los "empresarios desarrollen su olfato empresarial, comprendan las reglas no escritas de los retos que entrañan las empresas emergentes y accedan a redes de talento, conocimientos y recursos". Como señala Demaidi, esto también resulta importante para la población, en general, y para las mujeres, en particular, pues la tasa de participación de estas últimas en la fuerza de trabajo sigue siendo escasa (inferior al 19%). El cambio tecnológico ya ha demostrado ser una fuerza transformadora en el pasado, y Mona Demaidi cuenta con que vuelva a serlo.

GARY A. SEIDMAN es periodista residente en Seattle y ha trabajado para The Economist, The New York Times, Reuters, CNN y MSNBC.

Las opiniones expresadas en los artículos y otros materiales pertenecen a los autores; no reflejan necesariamente la política del FMI.