Los países más pobres afrontan los mayores riesgos derivados del cambio climático y necesitan respaldo internacional para financiar la adaptación.
Todos los países, ricos y pobres, tienen que adaptarse al cambio climático. En un informe reciente, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas describió las graves consecuencias que tendría no frenar el aumento de la temperatura mundial y no adaptarse a un planeta más caliente. La adaptación debe abordar los riesgos derivados del cambio climático y de los fenómenos meteorológicos extremos, por ejemplo, salvaguardando la agricultura, gestionando el impacto del aumento del nivel del mar y mejorando la resiliencia de la infraestructura.
Las ventajas de la adaptación a veces son difíciles de estimar porque dependen de factores específicos, como la eficacia con que un país está adaptado a su clima actual. No obstante, las políticas bien formuladas pueden arrojar importantes beneficios, como se demuestra en los tres estudios publicados el día de hoy sobre adaptación climática y política fiscal, implicaciones macrofiscales e incorporación sistemática de las cuestiones de adaptación climática en los planes fiscales.
Los ahorros que se logran a largo plazo al invertir en resiliencia y en mecanismos de respuesta —como mejores sistemas de riego y variedades de semillas, sistemas sanitarios reforzados y mayor acceso a finanzas y telecomunicaciones— pueden ser muy significativos. Esto es especialmente cierto en el caso de África subsahariana, que soporta un tercio de las sequías mundiales y es particularmente vulnerable al aumento de las temperaturas y fenómenos meteorológicos extremos dada su dependencia de la agricultura pluvial. Según nuestras investigaciones, una sola sequía puede reducir el crecimiento económico potencial a mediano plazo de un país africano en 1 punto porcentual.
En Etiopía, sin embargo, los rendimientos de las cosechas de algunos agricultores aumentaron hasta 40% gracias al desarrollo de variedades de trigo resistentes a la roya, un enfermedad producida por un hongo. En Ghana, en cambio, los cacaoteros lograron hacer sus cultivos más resistentes a la sequía con mejores semillas y sistemas de riesgo, y sembrando árboles para proteger sus cultivos del sol.
Invertir en adaptación no es algo que reporte ventajas solo en África subsahariana; en todas las regiones a los países harían bien en adaptarse a un planeta más caliente. Pero esto no significa que la adaptación puede sustituir a la mitigación. Sin firmes medidas de mitigación será imposible estabilizar la temperatura mundial, y la adaptación se tornaría prohibitiva.
Ingentes costos
En algunos países los costos ya son enromes. Estudios realizados por el FMI y otros investigadores indican que los costos de adaptación ascenderán a alrededor del 0,25% del producto interno bruto mundial por año en las próximas décadas. Estas estimaciones quizá parezcan manejables a escala mundial, pero no son representativas de la magnitud del desafío al que se enfrentan muchos países pobres y vulnerables. Se estima que las necesidades anuales superan el 1% del PIB en unas 50 economías de bajo ingreso y en desarrollo en los próximos diez años. Los costos pueden ser incluso mayores para las pequeñas naciones insulares expuestas a ciclones tropicales y aumentos del nivel del mar, y podrían ascender hasta un 20% del PIB.
Desafortunadamente, los países que más necesitan adaptarse suelen ser los que más carecen de los medios para hacerlo. Por lo general no cuentan con el financiamiento ni la capacidad institucional para poner en marcha los programas de adaptación necesarios. Además, algunos de los países más expuestos a olas de calor, sequías, tormentas y aumentos del nivel del mar a menudo enfrentan otras acuciantes necesidades de desarrollo. Esto significa que es más importante que nunca invertir en crecimiento resiliente, integrando plenamente la adaptación con otros objetivos de desarrollo.
La comunidad internacional puede ayudar a los países pobres y vulnerables a adaptarse proporcionándoles apoyo financiero y contribuyendo a su desarrollo institucional. Estos países soportarán los efectos más devastadores del cambio climático a pesar de no ser sus causantes. Al mundo asimismo le conviene garantizar que el cambio climático no ponga en peligro el desarrollo y la estabilidad en los países más pobres. Invertir en resiliencia climática también puede ser eficiente desde el punto de vista financiero para los socios en el desarrollo, porque la inversión directa en protección puede ser menos costosa que la ayuda humanitaria y la reconstrucción después de un desastre.
Para que rinda fruto, la adaptación debe complementar la ayuda existente, con una condicionalidad simplificada acorde con la capacidad institucional del país. Por ejemplo, se observa que los requisitos engorrosos y complejos han entorpecido el acceso directo de países insulares del Pacífico a los fondos climáticos internacionales.
Cómo ayuda el FMI
Una de las formas en que el FMI ayuda a los países miembros a hacer frente a los desafíos de adaptación es mediante informes como los tres que se publican el día de hoy, que complementan y corroboran las investigaciones del Banco Mundial, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático y otras organizaciones internacionales, y que enriquecen otros estudios del FMI.
Estas investigaciones incluyen análisis de cuestiones regionales y nacionales relativas a la adaptación al cambio climático en nuestras consultas anuales del Artículo IV (por ejemplo, de Maldivas, la República del Congo o Dominica) y en estudios de varios países (sobre África subsahariana, las Américas y Asia y el Pacífico).
El FMI también ayuda al ampliar su apoyo para el fortalecimiento de capacidades, que ahora abarca programas de evaluación climática macroeconómica, evaluaciones de la gestión de la inversión pública centrada en el clima y gestión financiera pública verde, o ecológica.
Y por último, estamos trabajando con país miembros y socios para formular soluciones de financiamiento, como el propuesto Fondo Fiduciario para la Resiliencia y la Sostenibilidad, para canalizar recursos financieros de países con posiciones externas sólidas a financiamiento asequible a largo plazo para países vulnerables. Esto ayudará a los beneficiarios a abordar cuestiones estructurales como el cambio climático con reformas de políticas que promuevan la estabilidad de la balanza de pagos.
Pero la adaptación climática de por sí no basta. Si la temperatura mundial no se estabiliza con sólidas medidas de mitigación, los costos de la adaptación se tornarán prohibitivos. Pero aun así los países pueden obtener importantes ventajas si invierte en crecimiento resiliente y si incorporan la adaptación en sus estrategias de desarrollo.
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Kristalina Georgieva (biografía en el enlace)
Vitor Gaspar, de nacionalidad portuguesa, es Director del Departamento de Finanzas Públicas del Fondo Monetario Internacional (FMI). Antes de incorporarse al FMI ocupó diversos altos cargos relacionados con la formulación de políticas en el Banco de Portugal, incluido el más reciente en calidad de Asesor Especial. Fue Ministro de Estado y Hacienda de Portugal durante 2011–13. Dirigió la Oficina de Asesores de Política Europea de la Comisión Europea durante 2007–10 y fue director general de investigación en el Banco Central Europeo de 1998 a 2004. Tiene un doctorado y un agregado posdoctoral en Economía de la Universidade Nova de Lisboa; también cursó estudios en la Universidade Católica Portuguesa.
Ceyla Pazarbasioglu es Directora del Departamento de Estrategia, Políticas y Evaluación del FMI. En esta función, dirige la labor que se encarga de la dirección estratégica del FMI y el diseño, aplicación y evaluación de las políticas del FMI. También supervisa las interacciones del FMI con otros organismos internacionales, como el G20 y las Naciones Unidas.