Por Lone Engbo Christiansen, Ashique Habib, Margaux MacDonald y Davide Malacrino
Producir y consumir más bienes y servicios con la misma cantidad de trabajo suena demasiado bien como para ser cierto. En realidad, es completamente posible. El aumento de la productividad es uno de los ingredientes principales del aumento del crecimiento económico y de los ingresos. Todo es cuestión de aumentar la productividad de los trabajadores.
Para muchos de nosotros, la pandemia de COVID-19 ha cambiado la forma en que trabajamos y consumimos. La cuestión es de qué forma afectarán estos cambios a nuestra productividad, tanto ahora como en el futuro.
Si bien es difícil predecir la productividad a largo plazo, en especial en el contexto actual, son dos canales por los que la pandemia podría influir sobre la productividad: la aceleración de la digitalización y la reasignación de trabajadores y capital (por ejemplo, máquinas y tecnologías digitales) entre las distintas empresas y sectores. Nuestra reciente nota examina la manera en que todo esto funciona.
Impulso a la productividad
La pandemia ha acelerado el cambio hacia la digitalización y la automatización, entre otras formas, con el comercio electrónico y el trabajo a distancia, y es poco probable que estas tendencias den marcha atrás.
Es probable que estos cambios tengan un impacto sobre la productividad. Las recientes inversiones en herramientas digitales —desde aplicaciones de videoconferencia e intercambio de archivos hasta drones y tecnologías de minería de datos— pueden conseguir que seamos más eficientes en el trabajo. El siguiente gráfico representa, para una muestra de 15 países entre 1995 y 2016, que un aumento del 10% en la inversión de capital intangible (que es donde se registran en las estadísticas nacionales los activos como las tecnologías digitales) se asocia a un aumento de aproximadamente el 4½% de la productividad de la mano de obra, lo que reflejaría el papel del capital intangible en la mejora de la eficiencia y las competencias.
En comparación, un impulso al capital tangible (como son los edificios y la maquinaria) se asocia con aumento ligeramente menor de la productividad. A medida que la COVID-19 se disipe, las empresas que han invertido en activos intangibles, como son las tecnologías digitales y las patentes, podrían ver aumentada su productividad como resultado.
Sin embargo, los beneficios no revertirían en todos de forma uniforme. Debido a que la inversión en activos intangibles es sensible a las condiciones del crédito, la inversión intangible podría desacelerarse si las condiciones financieras se endurecen o los balances de las empresas empeoran como resultado de la crisis. Esta evolución, junto con el hecho de que muchas empresas grandes y dominantes (sobre todo en los sectores de servicios digitales) han tenido mejores resultados que sus homólogas durante la crisis, podría contribuir a un aumento del poder de mercado, lo que, con el tiempo, podría frenar la innovación.
Además, algunos empleos vulnerables a la automatización podrían no recuperarse nunca, lo que implicaría pérdidas de trabajo, desempleo de larga duración y trabajadores en busca de empleo en otros sectores en los que sus aptitudes no son las adecuadas. Esta sería la otra cara más oscura de los aumentos de productividad derivados de una mayor digitalización.
La reasignación durante la pandemia
Como la pandemia ha afectado de forma muy diferente a los distintos sectores, es probable que se produzca cierto grado de «reasignación de recursos», por ejemplo, movimientos de trabajadores entre empresas al ser despedidos o contratados. Esto sucede al menos por dos razones (posiblemente relacionadas): i) la rotación de empresas que entran y salen del mercado y ii) los cambios en la demanda de consumo.
En primer lugar, el flujo de mano de obra y capital hacia empresas más productivas suele aumentar la productividad y puede contribuir a amortiguar el golpe de una recesión (por ejemplo, si los trabajadores despedidos son contratados por empresas más productivas). El siguiente gráfico, que presenta un análisis basado en datos a nivel de empresa de 19 países durante 20 años, muestra que los sectores con una reasignación de recursos mayor tienden a experimentar una disminución significativamente menor de la productividad total de los factores durante las recesiones y a recuperarse con mayor rapidez.
Las medidas de política económica pueden influir sobre el grado de reasignación que existe entre empresas y, por tanto, sobre el aumento de productividad, aunque la dirección no está clara. Por ejemplo, el apoyo fiscal generalizado durante una crisis podría respaldar la productividad si contribuye a que sobrevivan las firmas con mayor potencial. Sin embargo, también podría mantener recursos atrapados en empresas menos productivas, lo que podría frenar el aumento de la productividad en general. El grado en que estas fuerzas se compensan entre sí todavía no se conoce y depende del nivel de mano de obra y capital que fluye hacia las empresas más productivas.
En segundo lugar, el traslado de la demanda desde servicios presenciales, en los que el producto por trabajador suele ser relativamente bajo (por ejemplo, restaurantes, turismo, puntos de venta físicos), hacia soluciones digitales y sectores en los que el producto por trabajador es mayor (por ejemplo, comercio electrónico y trabajo a distancia) sugiere que la reasignación de recursos entre sectores podría haber aumentado la productividad en general. Aun así, existe una gran incertidumbre sobre los efectos duraderos de todos los cambios que se han producido durante la pandemia y, mientras algunos sectores probablemente vayan a repuntar (por ejemplo, el turismo), otros sufrirían cambios más permanentes (por ejemplo, el comercio minorista).
Políticas económicas que pueden ayudar
Velar por que la reasignación de recursos sea eficiente y proteger al mismo tiempo a los grupos vulnerables puede contribuir a que la recuperación sea fuerte. Esto puede lograrse de muchas formas, entre otras:
- Garantizar que se dé con rapidez un uso más eficiente al capital de las empresas en quiebra, con políticas como la mejora de los procedimientos de reestructuración e insolvencia.
- Promover la competencia que facilite la salida y la entrada de empresas para limitar el poder de mercado.
- Brindar apoyo a los trabajadores desplazados, con el reajuste gradual de las políticas de apoyo desde el mantenimiento del empleo hacia la reasignación, para facilitar la adaptación a la nueva normalidad a medida que la recuperación gane velocidad. Los esfuerzos de reconversión profesional de los trabajadores, que incluyen la capacitación en el puesto de trabajo, también contribuirán a mejorar la inclusividad, así como a impulsar el capital humano y fortalecer el crecimiento potencial.
Por último, para aprovechar los aumentos de productividad de la inversión en intangibles, es fundamental garantizar que las empresas viables tengan acceso adecuado a financiamiento.
Pese al daño económico causado por la pandemia de COVID-19, las inversiones en tecnología y conocimientos tecnológicos podrían contribuir a mejorar la productividad. No obstante, para que esta posibilidad se materialice y sea ampliamente compartida, las políticas económicas desempeñan un papel fundamental.