[caption id="attachment_14924" align="alignleft" width="1024"] (foto: Mongkolchon Akesin/iStock by Getty Images)[/caption]
Tan solo tres meses después de la publicación de nuestras últimas proyecciones en octubre, las muertes registradas por COVID-19 se han duplicado hasta rebasar los 2 millones, y nuevas olas han elevado las infecciones por encima de los máximos observados previamente en muchos países. En esos mismos tres meses, diversas vacunas han logrado resultados inesperadamente buenos y varios países han puesto en marcha amplias campañas de vacunación. Mucho de lo que ocurra a partir de ahora depende del resultado de esta carrera entre un virus que muta y las vacunas concebidas para acabar con la pandemia, así como de la capacidad de las políticas para proporcionar un respaldo eficaz hasta entonces. Persiste una excepcional incertidumbre y las perspectivas varían notablemente de unos países a otros.
En el pronóstico de las últimas Perspectivas de la economía mundial (informe WEO) se proyecta un crecimiento mundial para 2021 de 5,5% —0,3 puntos porcentuales superior al pronosticado en octubre—, que se moderará a 4,2% en 2022. La revisión al alza para 2021 refleja los efectos positivos del inicio de la vacunación en algunos países, las políticas de respaldo adicionales aprobadas a finales de 2020 en economías como Estados Unidos y Japón y un previsible aumento de las actividades de contacto personal intensivo una vez que se disipe la crisis sanitaria. Sin embargo, los efectos positivos se ven parcialmente contrarrestados por un cierto deterioro de las perspectivas a muy corto plazo, debido a la moderación de la actividad por la aplicación de medidas para contener la propagación del virus.
La incertidumbre que rodea a este pronóstico es muy elevada. Un mayor avance de las vacunas y los tratamientos y un refuerzo de las políticas de apoyo podrían mejorar los resultados, mientras que una distribución lenta de las vacunas, mutaciones del virus y la retirada prematura de las políticas de respaldo podrían empeorarlos. De materializarse los riesgos a la baja, un endurecimiento de las condiciones financieras podría amplificar la desaceleración en un momento en que el endeudamiento público y de las empresas se encuentra en máximos históricos en todo el mundo.
Recuperaciones incompletas
La recuperación del crecimiento proyectada para este año se produce tras el fuerte colapso registrado en 2020. El desplome estimado (-3,5%) es algo menos grave de lo que se había proyectado (-4,4%) gracias a un crecimiento más dinámico de lo esperado en el segundo semestre del año pasado, pero no deja de ser la peor contracción mundial en tiempos de paz desde la Gran Depresión. Dado que el repunte es solo parcial, se prevé que en 2021 más de 150 economías tengan un ingreso per cápita inferior al de 2019. En 2022 la cifra se reduce solo ligeramente a alrededor de 110 economías. La pérdida acumulada de producto proyectada para el período 2020–2025 con respecto a los niveles proyectados antes de la pandemia sigue siendo sustancial, y se sitúa en USD 22 billones.
Amplia divergencia entre países y dentro de ellos
La solidez de la recuperación proyectada también varía considerablemente entre países, observándose importantes diferencias en las pérdidas proyectadas del producto con respecto al pronóstico previo a la COVID. China volvió a alcanzar el nivel pronosticado antes de la pandemia en el cuarto trimestre de 2020, adelantándose a todas las principales economías. Se proyecta que Estados Unidos supere los niveles previos a la COVID este mismo año, mucho antes que la zona del euro. Puesto que se prevé que las economías avanzadas se recuperen en general más rápidamente, existe el riesgo de que se reviertan los avances hacia la convergencia logrados en los últimos 10 años. Se prevé que más de un 50% de las economías de mercados emergentes y en desarrollo que estaban convergiendo hacia el ingreso per cápita de las economías avanzadas durante el último decenio se alejen de ese objetivo en el período 2020–2022.
La mayor velocidad de la recuperación en las economías avanzadas obedece en parte a políticas de apoyo más expansivas y al acceso más rápido a las vacunas en comparación con muchos países en desarrollo. Las economías exportadoras de petróleo y las que dependen del turismo se enfrentan a perspectivas especialmente complicadas, dadas las flojas perspectivas para los precios del petróleo y la lenta normalización prevista de los viajes internacionales.
Incluso dentro de los distintos países, la carga de la crisis se ha repartido de forma dispar entre grupos y ha agravado la desigualdad. Las pérdidas de ingresos han sido desproporcionadas entre los trabajadores con un nivel educativo más bajo, los jóvenes, las mujeres y los trabajadores informales. Se prevé que casi 90 millones de personas caigan por debajo del umbral de pobreza extrema durante 2020–21, revirtiendo las tendencias de los últimos 20 años.
Políticas para apuntalar la recuperación y hacerla inclusiva, resiliente y verde
Si las vacunas y los tratamientos también son eficaces ante las nuevas cepas del virus, quizá se logre salir de la crisis con menos cicatrices de lo que se temía y atajar la divergencia de las perspectivas entre países y dentro de ellos. Pero para esto se requerirá una actuación mucho más contundente en el ámbito de las políticas.
En primer lugar, la comunidad internacional tiene que actuar sin demora para garantizar un acceso rápido y amplio a las vacunas y los tratamientos en todo el mundo, a fin de corregir las profundas inequidades de acceso que existen en la actualidad. Para ello será necesario acelerar la producción y reforzar el financiamiento del fondo COVAX y de la logística de vacunación en los países más pobres. Los argumentos sanitarios y económicos a favor de estas medidas son poderosos. Las nuevas cepas del virus son un recordatorio de que la pandemia no terminará hasta que desaparezca en todo el mundo, y estimamos que si se logra poner fin a la crisis más pronto el ingreso mundial experimentará un aumento acumulado de USD 9 billones durante 2020–25, con beneficios para todos los países, incluidos alrededor de USD 4 billones para las economías avanzadas.
En segundo lugar, las ayudas económicas focalizadas en hogares y empresas deben mantenerse en los casos en que las infecciones estén repuntando, para ayudar a preservar los medios de vida y evitar quiebras de empresas que en otras circunstancias serían viables, permitiendo así una recuperación más rápida cuando se levanten las restricciones. En países en los que el espacio fiscal es limitado, se debería dar prioridad al gasto en salud y las transferencias a los pobres. Una vez que las infecciones disminuyan de forma duradera al aumentar la inmunidad ante el virus, las ayudas de emergencia pueden retirarse de forma gradual, endureciendo los parámetros paulatinamente para incentivar la movilidad laboral y para reducir el riesgo de que surjan empresas zombis que menoscaben la productividad.
Si el margen para la aplicación de políticas lo permite, los recursos liberados pueden reasignarse para respaldar la recuperación. Los ámbitos prioritarios incluyen el gasto en educación para remediar los retrocesos sufridos en la acumulación de capital humano, la digitalización para estimular el crecimiento de la productividad y la inversión verde para crear empleo y acelerar la transición a una nueva economía del clima. Un esfuerzo sincronizado de inversión pública verde por parte de las principales economías que disponen de espacio fiscal para hacerlo puede realzar la eficacia de las acciones individuales y potenciar los efectos transfronterizos secundarios a través de los vínculos comerciales.
En tercer lugar, en estos momentos de gran incertidumbre debe garantizarse la estabilidad financiera. La política monetaria debería seguir siendo acomodaticia para apoyar la recuperación siempre que la inflación no constituya un riesgo, vigilando con mucha atención los riesgos que probablemente se derivarán de los niveles históricamente bajos de las tasas de interés. Cuando se retiren las medidas adoptadas con motivo de la pandemia, como la moratoria en los pagos de préstamos, es probable que aumenten las quiebras y las carteras de préstamos en mora, con lo cual los sistemas bancarios que ya son frágiles pueden entrar en situaciones de tensión. Los países deberían formular marcos especiales de reestructuración extrajudicial para agilizar los procesos de quiebra y evitar así que se trabe la generación de crédito. El gasto fiscal y el hundimiento del producto han llevado los niveles mundiales de deuda soberana a máximos históricos. Aunque las reducidas tasas de interés y el repunte del crecimiento proyectado para 2021 estabilizarán los niveles de deuda en muchos países, todos se beneficiarán de un marco fiscal a mediano plazo que garantice la sostenibilidad de la deuda.
Por último, la comunidad internacional debe redoblar sus esfuerzos para ayudar a las naciones más pobres a combatir la crisis y evitar graves retrasos en la consecución de sus objetivos de desarrollo sostenible. La marcada distensión de la política monetaria por parte de los principales bancos centrales mejoró las condiciones de financiamiento para muchos en el mundo en desarrollo. Pero hay otros que se enfrentan a restricciones más severas, y que necesitarán más apoyo internacional en forma de donaciones, préstamos concesionarios y alivio de la deuda, y, en ciertos casos, reestructuraciones directas de la deuda conforme al nuevo marco común acordado por el G-20.
Ante un reto mundial sin precedentes, la comunidad internacional debe actuar ahora para garantizar que la pandemia sea derrotada en todo el mundo, para revertir la divergencia de las perspectivas entre los países y dentro de ellos, y para que en adelante el mundo construya un futuro más próspero, verde e inclusivo.