Por Claudio Raddatz and Adolfo Barajas
Cuando una aerolínea mexicana compra aviones brasileños, es probable que financie la compra con un préstamo en dólares de EE.UU. concedido por un banco no estadounidense. Esto es solo un ejemplo de la enorme importancia que tiene el dólar en las transacciones financieras internacionales entre contrapartes no estadounidenses.
¿Qué ocurre si, de repente, los bancos no estadounidenses sufren una escasez de dólares? Esto es lo que pasó durante la crisis financiera mundial de 2007-2008, durante la cual las empresas financieras de Estados Unidos se resistieron a prestar dólares a sus contrapartes extranjeras. Para evitar que se hundiese el sistema financiero mundial, la Reserva Federal proporcionó más de USD 500.000 millones en fondos de emergencia a bancos centrales extranjeros, los cuales a su vez represtaron el dinero a los bancos de sus respectivos países, sedientos de dólares.
Como se explica en el capítulo 5 del último Informe sobre la estabilidad financiera mundial (informe GFSR), los bancos no estadounidenses siguen siendo una pieza fundamental del financiamiento en dólares en todo el mundo.
De hecho, sus activos en dólares aumentaron de USD 9,7 billones en 2012 a USD 12,4 billones a mediados de 2018 y, en proporción a sus activos totales, se mantienen en niveles similares a los observados antes de la crisis. Las reformas introducidas después de la crisis han fortalecido los sistemas bancarios en todo el mundo, pero nuestro análisis indica que los bancos no estadounidenses siguen siendo vulnerables a perturbaciones del dólar que puedan transmitir shocks a sus economías nacionales y a los países que recurren a su financiamiento. El primer paso para resolver el problema es medirlo correctamente, y por lo tanto hemos elaborado un conjunto de indicadores para que las autoridades puedan hacerlo.
¿Cómo obtienen los bancos no estadounidenses los dólares que necesitan para financiar activos como préstamos a compradores mexicanos de aviones brasileños? Al diferencia de los bancos estadounidenses, su acceso a una base estable de depósitos en dólares es limitado. Por esa razón, dependen en gran medida de fuentes de financiamiento a corto plazo, posiblemente más volátiles, como papeles comerciales y préstamos de otros bancos. Si estas fuentes son insuficientes, los bancos no estadounidenses optan por instrumentos conocidos con el nombre de swaps de divisas, que son más caros e inestables en los períodos de tensión.
Utilizamos tres indicadores para analizar la exposición al financiamiento en dólares de los bancos no estadounidense y su vulnerabilidad a posibles perturbaciones. El primer indicador muestra que la brecha entre activos y pasivos denominados en dólares se ha ensanchado y se sitúa ahora en torno a USD 1,4 billones, o un 13% de los activos, mientras que a mediados de 2008 era de USD 1 billón, o 10% de los activos. La llamada brecha de financiamiento cruzado de divisas representa la cantidad de fondos que ha cubrirse con instrumentos como swaps de divisas, lo cual aumenta la vulnerabilidad de los bancos.
Otro de los indicadores que elaboramos se centra en los activos en dólares muy líquidos, que pueden venderse rápidamente en períodos de tensión para compensar la retirada repentina de financiamiento en dólares. Este indicador muestra que la liquidez en dólares ha mejorado desde la crisis, pero sigue siendo inferior a la liquidez general de los balances de los bancos.
El tercer indicador refleja la capacidad de los bancos para financiar sus activos en dólares en un horizonte a largo plazo utilizando fuentes estables. Este cálculo, al que llamamos coeficiente de financiamiento estable en dólares de EE.UU., ha mejorado desde 2008, aunque de forma moderada.
Como demostró la crisis, un incremento del costo del financiamiento en dólares puede repercutir en todo el sistema financiero mundial. Nuestro análisis concluye que el aumento de los costos incrementa la probabilidad de incumplimientos bancarios en las economías de los países de los bancos no estadounidenses que dependen del financiamiento en dólares. Es más, incrementan las tensiones en terceros países que reciben préstamos de bancos no estadounidenses; y los prestatarios de mercados emergentes son los más vulnerables, porque no les resulta fácil encontrar fuentes de financiamiento alternativas. Asimismo, observamos que la fragilidad del financiamiento en dólares de EE.UU. puede actuar como amplificador, puesto que dichos efectos negativos son especialmente pronunciados cuando cualquiera de los indicadores presentados en el capítulo apunta a una vulnerabilidad elevada.
Por el lado positivo, nuestro estudio señala que varios factores, algunos de ellos relacionados directamente con las políticas, pueden mitigar estos efectos, de modo que las autoridades económicas tienen formas de proteger sus economías en caso de una perturbación del dólar. Garantizar la solidez general del sistema bancario, con bancos más rentables y mejor capitalizados, es una formar de dotarse de un margen de protección. Asimismo, los bancos centrales pueden ampliar sus tenencias de reservas, para corregir una posible falta de liquidez en dólares. Por último, los acuerdos de swap de los bancos centrales, que proporcionan acceso a dólares de EE.UU. durante períodos de tensión, pueden resultar determinantes, como ocurrió durante la crisis.