La educación ha sido y puede seguir siendo el motor de la reducción de la pobreza en todo el mundo

La economía mundial ha experimentado una notable transformación en las últimas cuatro décadas. El PIB per cápita mundial se duplicó en términos reales, impulsado por el auge de China e India y por un crecimiento significativo en otras regiones. Gran parte de estos beneficios han alcanzado a las personas pobres de todo el mundo. Según el Banco Mundial, la proporción de la población mundial que vive por debajo del umbral de pobreza internacional, situado en USD 2,5 al día, se redujo del 44% en 1981 al 9% en 2022.

¿A qué se debe este fenómeno? Investigaciones recientes coinciden en que la educación es uno de los principales motores del crecimiento inclusivo. El acceso a la escolarización ha registrado un crecimiento sin precedentes en los últimos 50 años, tanto en los países de ingreso alto como en los de ingreso bajo, lo que ha generado importantes aumentos de la productividad, sobre todo para quienes viven en la pobreza. La educación es responsable de la mitad del crecimiento económico total y de dos tercios del aumento del ingreso real entre el 20% de la población más pobre del mundo desde 1980, según las conclusiones que presenté en un documento reciente (Gethin, 2023).

Por eso debemos seguir centrándonos en ampliar el acceso a la educación. Las nuevas tecnologías, como la IA, brindan excelentes oportunidades para el crecimiento de la productividad y la innovación. Sin embargo, la magnitud de estas ganancias y quiénes se beneficiarán de ellas depende de la creación de una mano de obra cualificada lo suficientemente amplia. La educación básica universal ha sido un elemento esencial de la política educativa de muchas economías en desarrollo, y los resultados han sido positivos. Ahora es más necesario que nunca ampliar el acceso a una educación secundaria y postsecundaria de alta calidad, tanto por razones de igualdad como de eficiencia. La educación no solo garantiza que los países puedan aprovechar las innovaciones a nivel mundial de forma eficaz, sino también que compartan ampliamente sus beneficios.

La educación reduce la pobreza

Los economistas han debatido extensamente sobre la importancia del capital humano en el desarrollo económico, pero no se sabe mucho hasta qué punto la educación ha elevado el nivel de vida de las personas pobres. Para afrontar este reto de investigación, creé una base de microdatos compuesta por encuestas que llevaron a cabo institutos de estadística de 150 países cerca de 2019. Las encuestas incluían la población activa y los ingresos individuales. Combiné estos datos con información histórica sobre la evolución del nivel educativo desde 1980.

Esto me permitió medir por primera vez la relación entre ingresos y educación en una muestra que representa el 95% de la población mundial. Pude calcular cuánto aumentaban los ingresos individuales a medida que las personas recibían más educación en función del país y de los diferentes niveles de educación. También pude observar cómo la educación influye en la desigualdad de ingresos, un factor clave para estimar el efecto de la educación en la reducción de la pobreza.

Este análisis muestra que la educación ha sido un importante motor del crecimiento inclusivo durante más de cuatro décadas. La duplicación de la renta per cápita mundial entre 1980 y 2019 habría sido solo la mitad sin los avances en los logros educativos. La investigación también revela que el aumento del ingreso real del 60%–70% entre el 20% de la población más pobre del mundo se debió a la educación. Si no se hubieran desplegado esfuerzos considerables por ampliar el acceso a la escolarización, el mundo sería un lugar mucho más pobre y desigual.

¿Por qué la educación ha tenido tanto éxito a la hora de reducir la pobreza mundial? Sorprendentemente, la educación básica por sí sola no explica estos importantes efectos. La educación superior también ha desempeñado un papel importante. Ampliar el acceso a la educación superior permite a un grupo más amplio de trabajadores compartir puestos de trabajo de alta cualificación. Al mismo tiempo, libera oportunidades de empleo para los trabajadores poco cualificados.

Tomemos como ejemplo un país como la India o cualquiera de las naciones de África subsahariana, que cuentan con un amplio sector tradicional y un pequeño sector moderno. En este tipo de economías, muchos trabajadores ocupan empleos muy poco productivos en el sector agrícola. A medida que se amplía la educación, algunos de estos trabajadores pueden acceder a empleos más cualificados.

Los que no lo hacen, también aumentan su productividad. Si en una misma parcela hay demasiados trabajadores, es posible que la productividad marginal de cada uno de ellos sea bastante baja. Cuando se marchan algunos, aumenta la productividad de los que se quedan, ya que la producción total permanece prácticamente inalterada, lo cual aumenta sus salarios.

Por consiguiente, los trabajadores de ambas categorías se benefician de la escolarización, y es posible que los más beneficiados sean los trabajadores poco cualificados del sector tradicional. Estos efectos, que son enormes y desempeñan un papel fundamental en la distribución de los beneficios económicos de la educación, deberían figurar entre los principales temas de debate sobre el papel de la educación en la mejora de la eficiencia y la equidad económicas.

Este fenómeno pone de relieve otro punto importante: los efectos agregados y distributivos de la educación dependen de la evolución de la demanda de mano de obra cualificada por parte de los empleadores. En las últimas décadas, los grandes avances tecnológicos beneficiaron de forma desproporcionada a los trabajadores altamente cualificados. Esta evolución tecnológica impulsada por la cualificación fue una de las principales causas del aumento de la desigualdad en Estados Unidos, donde la matrícula universitaria no aumentó con la rapidez suficiente para satisfacer la creciente demanda de trabajadores cualificados.

Esta relación entre educación y tecnología ha desempeñado un papel importante en el aumento de los ingresos de la población pobre en todo el mundo. Sin el progreso tecnológico, la educación habría influido mucho menos en el crecimiento económico. Al mismo tiempo, sin la expansión educativa, el cambio tecnológico habría generado poco crecimiento, y este crecimiento habría beneficiado a un conjunto mucho más reducido de trabajadores cualificados, especialmente en los países de ingreso bajo. En un mundo en el que existe una creciente interdependencia entre las cualificaciones y la tecnología, la política educativa y la política de innovación deberían ir de la mano. En otras palabras, no es que la educación haya impulsado el crecimiento económico mucho más que la evolución tecnológica, la globalización del comercio u otros factores, sino que la combinación de la escolarización y otras importantes transformaciones económicas ha sido la clave para reducir la pobreza extrema.

No ampliar el acceso a la educación equivaldría a perder una gran oportunidad de fomentar el crecimiento inclusivo.  
Más allá de la educación básica

Las instituciones internacionales y los gobiernos han situado la educación básica universal como elemento central de la agenda política para reducir la pobreza por dos motivos. En primer lugar, existe la idea generalizada de que el rendimiento del capital humano es cada vez menor y que la educación básica es la que genera los mayores beneficios. En segundo lugar, la mejora en el acceso a la educación básica beneficia de forma desproporcionada a los hogares de ingreso bajo, sobre todo en las economías menos desarrolladas, donde el acceso a la educación superior está restringido a una élite reducida.

En muchos países, sin embargo, ambas afirmaciones pueden resultar erróneas. Mi investigación sugiere que, contrariamente a lo que suele creerse, el rendimiento por año de escolarización en términos de ingresos de una persona no es mayor en los niveles educativos más bajos. En la India, por ejemplo, un año de educación primaria aumentará los ingresos de una persona entre un 2% y un 3%; un año de educación secundaria, entre un 6% y un 8% por encima de los ingresos de alguien que solo tenga educación primaria, y un año de educación postsecundaria, más de un 13% por encima de los de una persona que solo tenga educación secundaria.

Las diferencias son abismales y tienen importantes repercusiones en los efectos macroeconómicos de las distintas políticas educativas. Además, ampliar el acceso a la educación superior puede tener importantes efectos positivos indirectos en los trabajadores menos formados, como se desprende de mi análisis. Otras investigaciones sugieren que estos efectos indirectos son especialmente importantes en el caso de la educación postsecundaria porque no es fácil sustituir a los trabajadores con estudios universitarios por otro tipo de trabajadores. Dicho de otro modo, los elevados rendimientos de la educación postsecundaria en un país como la India apuntan a una importante demanda insatisfecha de mano de obra altamente cualificada. Satisfacer esta demanda puede ser la clave tanto para mejorar el crecimiento económico como para reducir la desigualdad.

Por supuesto, esto no significa necesariamente que las economías en desarrollo deban reorientar sus recursos hacia la ampliación del acceso a la educación superior. Hay desventajas importantes. La enseñanza superior suele ser más cara por estudiante, y es más probable que los trabajadores altamente cualificados emigren tras finalizar sus estudios. En términos generales, a la hora de elaborar su política educativa, las autoridades deberían tener muy en cuenta las notables diferencias de rentabilidad de los distintos niveles de escolarización y la evolución prevista de la demanda de mano de obra.

Calidad frente a cantidad

Otro de los debates se centra en determinar si conviene seguir ampliando el acceso a la educación o concentrarse en mejorar su calidad. Los resultados de exámenes comparables a escala internacional reflejan una calidad educativa especialmente baja en las economías en desarrollo. Esto ha llevado a las instituciones internacionales y a los economistas a insistir cada vez más en la necesidad de priorizar la calidad para fomentar el desarrollo económico.

Sin embargo, mi investigación muestra que la cantidad de educación, y no la calidad, constituyó el motor de la reducción de la pobreza mundial. De 1980 a 2019, la proporción de ciudadanos del mundo sin escolarizar se redujo del 35% al 15%, mientras que la proporción de adultos con al menos algún nivel de educación secundaria aumentó del 25% al 60%. Entretanto, la calidad de la educación, según los resultados de los exámenes, se estancó.

El Programa de Educación Primaria Distrital de la India, puesto en marcha en 1994, resulta especialmente esclarecedor. Gaurav Khanna, de la Universidad de California en San Diego, descubrió que el programa amplió significativamente el acceso a la educación primaria sin influir en la calidad de la educación (Khanna, 2023). Sin embargo, generó un aumento de los ingresos por año de escolarización del 13%. En un mundo en el que dos tercios de la reducción de la pobreza mundial desde 1980 en adelante se debieron a la ampliación del acceso a la escolarización, parece poco probable que centrarse únicamente en la calidad sea suficiente para fomentar el crecimiento inclusivo.

A veces, los responsables de la formulación de políticas y los economistas no evalúan la política educativa del mismo modo que otros factores económicos; asumen que la educación tiene un rendimiento medio fijo del 10%. Sin embargo, con el progreso tecnológico, los beneficios son mucho mayores. No ampliar el acceso a la educación equivaldría a perder una gran oportunidad de fomentar el crecimiento inclusivo.

Así pues, en materia de educación, las autoridades deben mirar hacia el futuro. A la vista de los grandes avances en materia de IA y otras tecnologías que se avecinan, es probable que la ampliación del acceso a la educación resulte especialmente beneficiosa, quizás incluso más que en el pasado. Esto también implica que los responsables políticos deben fomentar activamente las políticas que favorezcan la adopción de estas tecnologías. Existe una estrecha interdependencia entre la educación y otras dimensiones de cualquier economía. Es poco probable que la educación por sí sola resulte particularmente útil si no se combina con otras políticas complementarias.

AMORY GETHIN

AMORY GETHIN es economista del Grupo de Investigación para el Desarrollo del Banco Mundial.

Las opiniones expresadas en los artículos y otros materiales pertenecen a los autores; no reflejan necesariamente la política del FMI.

Referencias:

Gethin, Amory. 2023. “Distributional Growth Accounting: Education and the Reduction of Global Poverty, 1980–2022.” World Inequality Lab, Paris.

Khanna, Gaurav. 2023. “Large-Scale Education Reform in General Equilibrium: Regression Discontinuity Evidence from India.” Journal of Political Economy 131 (2).