Podemos determinar mejor la verdadera riqueza del planeta y cómo aumentarla de manera sostenible gracias a indicadores complementarios

El producto interno bruto (PIB) es una de las estadísticas más consultadas del mundo. Es la referencia del desempeño económico y una vara que mide el poder nacional, a tal punto que pequeños cambios en esta sola estadística pueden causar movimientos en los mercados financieros. Desde su estreno como indicador económico hace unos 90 años, el PIB ha sido una piedra angular de la política económica.

Pero está lejos de ser perfecta. El PIB es un indicador deficiente del bienestar. Suma todos los bienes y servicios producidos en una economía, y asigna el mismo valor a los USD 100 que se utilizan ya sea para comprar entradas para un concierto o para litigar en un tribunal. Pierde de vista gran parte de lo esencial de la vida y las cosas que más queremos: la familia y los amigos, la imponente belleza de un paisaje virgen, o el conmovedor instante en que sonríe un niño. Muchas de estas cosas trascienden el campo de la economía, algunos investigadores han intentado capturarlas, como por ejemplo, con el Informe sobre la felicidad en el mundo.

Incluso como estadística económica, el PIB es incompleto. Se centra en el presente e ignora el futuro. La producción de hoy puede agotar los recursos y dañar al planeta, pero el PIB no refleja estos costos. Existen dos métodos complementarios que pueden ayudarnos a construir indicadores que nos digan si nuestra actividad económica es sostenible.

El primero de ellos es el producto interno neto (PIN). Sustrae la depreciación del capital (y pronto también el agotamiento de los recursos naturales) del valor de la producción para reflejar de forma más exacta la sostenibilidad del ingreso nacional y nuestra prosperidad futura. El segundo método es la riqueza integral. Amplía los indicadores de riqueza nacional, con una definición mucho más amplia que la mera producción, para centrarse en si somos cada vez más ricos o más pobres y qué dejaremos a las generaciones futuras.

Producto interno neto

El PIB mide el producto económico total, pero una fracción del capital físico utilizado para generar ese producto se pierde debido al desgaste en el proceso de producción. Por ejemplo, puede romperse el engranaje de una fábrica o puede trabarse una máquina. Aparatos que una vez fueron nuevos se vuelven obsoletos y se descartan. El ritmo de depreciación suele acelerase cuando las economías se desarrollan y utilizan cada vez más activos tecnológicos con vidas productivas más cortas.

El PIN sustrae esta depreciación del PIB y, de esta forma, reconoce el impacto bidireccional que la actividad económica tiene sobre el capital físico: se crea capital nuevo y se degrada capital viejo. Así pues, proporciona una mejor indicación de los recursos que pueden asignarse entre el consumo actual y el futuro.

No todos los países han recopilado la información necesaria para medir con precisión la depreciación anual. Aun así, los datos disponibles sugieren que el PIN de un país promedio es aproximadamente un 10%–20% inferior a su PIB.

Desde luego, el capital físico no es el único factor de producción que puede agotarse debido al proceso de producción. Los recursos minerales utilizados para producir hoy (los combustibles fósiles que hacen funcionar las centrales eléctricas o las tierras raras de los teléfonos inteligentes y los vehículos eléctricos) no estarán disponibles mañana. Por tanto, tiene sentido perfeccionar el concepto de PIN y sustraer del valor de producción el agotamiento de recursos no renovables a medida que se utilizan.

En el FMI, trabajamos con nuestros socios para hacer precisamente esto, como parte de la actualización del marco consensuado a escala internacional para compilar indicadores de actividad económica, como el conocido Sistema de Cuentas Nacionales (SCN). En el sistema actualizado de cuentas, que se finalizará el próximo año, proponemos ajustar el PIN según los costos del agotamiento de recursos no renovables. Esta será una mejor medida de los flujos de ingreso futuros dado el stock disponible de recursos no renovables.

En la mayoría de los países, las normas contables actualizadas tendrán un impacto relativamente pequeño sobre el PIN. Pero el nuevo requisito de sustraer el valor del agotamiento de recursos no renovables tendrá un impacto mayor en países altamente dependientes de la minería y la extracción de minerales. El PIN en estos países podría ser el 30% inferior al PIB o más, siendo un indicador mucho más exacto de la prosperidad futura de estos países.

Resulta importante señalar que este indicador perfeccionado del PIN también afectará las tasas de crecimiento de la actividad económica, que suelen observarse más de cerca que los propios niveles de actividad. Un aumento del producto debido a la extracción acelerada de recursos supondría un impulso menor a la tasa general de crecimiento.

También conviene considerar nuevas mejoras. La contaminación atmosférica, por ejemplo, puede reducir la productividad de los trabajadores y afectar directamente el potencial productivo de la economía. Lo que es más significativo, reduce la calidad de vida de la gente y acorta su esperanza de vida. Las emisiones de gases de efecto invernadero afectan la capacidad de la atmósfera para regular el clima. Si bien conceptualmente sería útil tener en cuenta el deterioro de la atmósfera en el PIN, hacerlo no es fácil. Es especialmente difícil en el caso de los gases de efecto invernadero porque los efectos son globales y no locales, y además perduran durante siglos.

El PIB, lógicamente, mantendrá su preponderancia como indicador del producto económico. Sin embargo, creemos que más países deberían compilar estadísticas del PIN y utilizarlas más en el análisis de la política económica y en la toma de decisiones. Con la incorporación de la tan necesaria perspectiva de sostenibilidad, el PIN debe complementar el PIB, no sustituirlo.

Riqueza integral

Las autoridades han llegado a apreciar la importancia de incorporar tanto flujos como tenencias en el análisis económico. Distintas crisis nos han enseñado a centrarnos no solo en los déficits presupuestarios, sino también en la deuda pública; no solo en el ingreso, sino también en los activos y los pasivos de las personas o empresas; y no solo en los déficits en cuenta corriente, sino también en las reservas internacionales. De forma similar, es fundamental considerar no solo indicadores de la actividad económica, como el PIB o el PIN, sino también mediciones de la riqueza.

Una mayor riqueza en la actualidad nos permite disfrutar de mayores niveles de consumo en el futuro y eleva los niveles de vida. Las mediciones de la riqueza deben incluir todos los recursos que nos permitirán comprar o producir nuevos bienes y servicios. Tradicionalmente, hemos considerado los activos financieros y el capital físico, pero esta es una visión limitada. Como señaló Kristalina Georgieva, la Directora Gerente del FMI, en un discurso reciente: “También reconocemos la necesidad de adoptar un mejor indicador de la riqueza que vaya más allá del PIB tradicional, que valore no solo el capital producido, sino también la naturaleza, la gente y el entramado de las sociedades”.

Esto implica ampliar nuestras mediciones de la riqueza para incluir el capital humano (educación y salud), el capital natural (recursos minerales, recursos renovables, ecosistemas, agua) y el capital social (buena gobernanza, espíritu cívico). Según el Banco Mundial, el capital humano constituye, con el 64%, la mayor proporción de la riqueza integral a nivel mundial. El capital físico representa el 31%. El resto se divide a partes iguales entre capital natural renovable y no renovable.

El SCN actualizado del próximo año pondrá el foco en las mediciones de la riqueza en las cuentas nacionales y en cómo se distribuye la riqueza. Amplía la definición de capital natural, que hasta la fecha se ha limitado principalmente a la riqueza mineral, para incluir recursos de energía renovable como la solar y la eólica. Además, pondrá un mayor énfasis en compilar cuentas de capital humano como extensiones de la secuencia principal de las cuentas nacionales.

Todo esto contribuirá a una medición de la riqueza más integral y guiará con más claridad a las autoridades hacia una economía que sea mejor para la gente y el planeta.

Al aceptarse más ampliamente la importancia de la sostenibilidad económica, ambiental y social, también resulta más urgente mirar más allá de las meras estadísticas de producción.
Seguir el ritmo

El mundo está cambiando, y las estadísticas económicas deben seguir el ritmo. Los avances tecnológicos están alterando la manera tradicional de trabajar y las estructuras económicas están en continua evolución. El nuevo SCN contabilizará mejor la revolución digital al incluir el valor generado por los datos, tanto en el producto interno bruto como en el neto.

No debemos retrasar la incorporación de los nuevos adelantos en los manuales de estadística. También debemos mejorar en la integración de distintas normas para medir y categorizar el desempeño económico, las actividades públicas, los flujos transfronterizos de bienes, servicios y capital, las emisiones de gases de efecto invernadero y muchas otras cosas. Sin un conjunto de cuentas compatibles entre sí, es casi imposible obtener una visión clara, coherente e integral de la economía. Esto dificulta el diseño de políticas eficaces que aborden los retos económicos, ambientales y sociales.

No subestimamos los obstáculos. Definir el PIN y la riqueza integral es difícil tanto desde el punto de vista conceptual como técnico. Es más, estas normas deben servir para economías en diferentes niveles de desarrollo y con estructuras industriales distintas.

Sin embargo, las normas reconocidas a nivel internacional por sí solas no son suficientes. Recae en las autoridades nacionales compilar mediciones integrales de la riqueza que sean comparables entre países y utilizarlas en sus procesos de toma de decisiones. Muchos organismos de estadística tienen dificultades para recopilar datos y calcular cuentas nacionales que cumplan las normas más estrictas. Cuando ya estamos cerca de finalizar el SCN 2025, son bastantes los países que todavía no han implementado la actualización que se acordó hace 16 años, en 2008.

El FMI ha decidido superar estas dificultades. Trabajamos estrechamente con otras instituciones internacionales, organismos nacionales de estadística y otras entidades para elaborar normas sólidas desde el punto de vista conceptual. Y, mediante nuestras actividades de fortalecimiento de las capacidades, que suelen realizarse en colaboración con otras instituciones, ayudamos a los países a generar estimaciones del PIB y otras estadísticas relacionadas que son más fiables y pertinentes, de forma que todos tengan los datos que necesitan para convalidar las políticas adecuadas.

Al aceptarse más ampliamente la importancia de la sostenibilidad económica, ambiental y social, también resulta más urgente mirar más allá de las meras estadísticas de producción. Al mismo tiempo, nuestra capacidad para obtener un panorama más completo de las economías y las sociedades también ha mejorado, gracias a avances como la inteligencia artificial, los macrodatos y las imágenes por satélite. Por ejemplo, ahora podemos combinar la inteligencia artificial con datos de satélite para evaluar el valor del capital natural y los costos que impone el impacto de la humanidad, y medir así la degradación del ecosistema.

Los gobiernos del mundo entero intentan hacer crecer sus economías y elevar su PIB. Esto nos da una indicación del poder que pueden tener las estadísticas en el proceso de formulación de políticas. Pero no debemos focalizarnos en una estadística a expensas de todas las demás. Los indicadores complementarios que ofrecen una visión más integral de la riqueza de nuestro planeta y del bienestar de la gente también merecen atención.

BERT KROESE es director del Departamento de Estadística del Fondo Monetario Internacional (FMI).

Las opiniones expresadas en los artículos y otros materiales pertenecen a los autores; no reflejan necesariamente la política del FMI.