América Latina y el Caribe es el nuevo epicentro internacional de la pandemia de COVID-19. El costo humano ha sido trágico, con más de 100.000 vidas perdidas. El impacto económico también ha sido profundo. La actualización del informe de las Perspectivas de la economía mundial estima que la región se contraerá 9,4% en 2020, cuatro puntos porcentuales más de lo previsto en abril y la peor recesión regional desde que se tienen datos. Para 2021, se prevé una leve recuperación del crecimiento a +3,7%.
La pandemia
Las tasas de infección y mortalidad per cápita de la pandemia de COVID-19 en la región se están acercando a las registradas en Europa y Estados Unidos; con el número total de casos en América Latina y el Caribe llegando casi al 25% del total mundial.
En este ambiente, los países deberían ser cautelosos a la hora de plantearse la reapertura de sus economías, y permitir que los datos y los conocimientos científicos guíen el proceso. De hecho, numerosos países de la región tienen elevados niveles de informalidad y están poco preparados para hacer frente a nuevos brotes de la pandemia, con una elevada ocupación de unidades de cuidados intensivos y escasa capacidad de pruebas y rastreo.
Evolución económica reciente
Los datos económicos débiles y los brotes más prolongados de COVID-19 explican las significativas revisiones a la baja de nuestras proyecciones comparado con las realizadas en abril. El crecimiento del primer trimestre fue peor de lo esperado en la mayoría de los países, en tanto que datos económicos disponibles —producción industrial, consumo eléctrico, ventas minoristas y empleo— indican que la caída de la actividad en el segundo trimestre será más pronunciada que lo proyectado en abril. La rapidez con la que continúa propagándose la pandemia sugiere que las medidas de distanciamiento social tendrán que prolongarse, deprimiendo la actividad económica en el segundo semestre y generando secuelas importantes de cara al futuro.
A pesar de las perspectivas negativas, las condiciones de financiamiento externo han mejorado en las últimas semanas, en respuesta a las medidas decisivas adoptadas por los bancos centrales de las economías avanzadas, lo que ha permitido a algunos países emitir deuda en el extranjero. Sin embargo, las condiciones financieras aún son más duras que antes de la pandemia y, es probable que sigan siendo volátiles.
Los riesgos no dejan de ser elevados. La pandemia podría agudizarse, deprimiendo la actividad económica, presionando los balances de las empresas, empeorando la pobreza y la desigualdad, y reavivando las tensiones sociales en la región. A la vez, existen riesgos al alza. Algunos indicadores de actividad en las economías avanzadas han sido mejores de lo previsto. El crecimiento mundial podría superar las expectativas, apoyando las exportaciones, los precios de las materias primas y el turismo.
Prioridades en materia de políticas
La prioridad inmediata de la política fiscal consiste en continuar protegiendo las vidas y los ingresos de las familias, lo cual, teniendo en cuenta el limitado espacio fiscal que existe en la región, requiere re priorizar de gasto y hacerlo más eficiente. Las autoridades tendrán que encontrar maneras creativas de llegar a diferentes segmentos de la sociedad, especialmente donde la informalidad es elevada. Las secuelas de la pandemia y las respuestas de política económica también causan inquietudes en torno a la sostenibilidad de la deuda a mediano plazo en varios países. Un compromiso claro a un plan de mediano plazo de consolidación fiscal y reformas estructurales que impulsen el crecimiento será clave despejar estas inquietudes.
La política monetaria debería seguir siendo acomodaticia dado las bajas presiones inflacionarias, las brechas de producto negativas y el elevado desempleo. Donde sea necesario y posible, las autoridades deberán considerar nuevos recortes de la tasa de política monetaria y medidas focalizadas en algunos mercados para respaldar la actividad económica y asegurar el adecuado funcionamiento de los mercados financieros.
Las medidas encaminadas a mantener las relaciones de empleo, como apoyo a las nóminas salariales y el financiamiento del capital de trabajo, serán importantes para evitar el cierre de empresas que en ausencia de la pandemia serian viables, reducir el desempleo a largo plazo, apoyar la recuperación, y estimular el crecimiento potencial. Las políticas de contención y mitigación deberían estar debidamente calibradas para evitar una segunda ola de la pandemia y controlar brotes locales.
Perspectivas para los países y la región
En Argentina se prevé que el PIB se contraiga aproximadamente 10 por ciento en 2020, en medio de una agudización de los riesgos. El crecimiento fue revisado a la baja debido a la prolongación de la cuarentena en la zona metropolitana de Buenos Aires, el marcado debilitamiento de la demanda externa y el deterioro de los precios de las materias primas, lo que neutralizará con creces el apoyo brindado por el programa fiscal, que permanece restringido por la escasez de opciones de financiamiento. Las incertidumbres relacionadas con el proceso de reestructuración de la deuda continuarán socavando la confianza.
Se proyecta que, en un entorno de mucha incertidumbre, el PIB real de Brasil disminuya 9 por ciento en 2020, para después repuntar un 3,6 por ciento en 2021. Las autoridades han respondido enérgicamente a la pandemia, con recortes decisivos de las tasas de interés e importantes programas fiscales y de liquidez, que contemplan transferencias directas de efectivo a los grupos vulnerables. Pero el retiro de este estímulo frenará el crecimiento en 2021, ya que la economía aún está luchando contra las secuelas de la recesión de 2015/16. En este contexto, una política monetaria acomodaticia será esencial para respaldar la recuperación cíclica, y resulta crucial reanudar el programa de reformas fiscales y estructurales del gobierno para preservar la sostenibilidad fiscal y fomentar el crecimiento potencial y la confianza de los inversionistas.
En Chile se proyecta que el PIB real disminuya 7,5 por ciento en 2020 y repunte un 5,0 por ciento en 2021. Tras los buenos resultados del primer trimestre, se prevé que la actividad económica se contraiga bruscamente en el segundo debido a las estrictas medidas de distanciamiento social y, en menor grado, al debilitamiento de la demanda externa. Para el comienzo del tercer trimestre se espera un repunte de la actividad que debería continuar en 2021, gracias a las medidas sin precedentes que se han adoptado en los ámbitos fiscal, monetario y financiero.
Colombia actuó tempranamente para limitar la propagación del virus, pero se prevé que las perturbaciones económicas relacionadas con la pandemia (incluyendo la disminución de los precios del petróleo) den lugar a la primera recesión en dos décadas. Tras un flojo primer trimestre, se anticipa que el PIB se contraiga 7,8 por ciento en 2020, pero el crecimiento debería repuntar a 4,0 por ciento en 2021 a medida que la situación sanitaria se estabilice dentro y fuera del país. En respuesta, el banco central ha recortado las tasas de política monetaria y ha respaldado la liquidez del mercado, y la regla fiscal ha sido suspendida por dos años a fin de contar con la flexibilidad suficiente para afrontar las crisis sanitaria y económica.
Las consecuencias del brote del virus en México se han visto agravadas por la caída de los precios del petróleo, la volatilidad en los mercados financieros internacionales, las perturbaciones en las cadenas mundiales de valor y el deterioro de la confianza de las empresas, como lo ya lo evidenciaba la caída registrada por la inversión antes de la pandemia del COVID-19. Se prevé que el PIB real se reduzca 10,5 por ciento en 2020, y que en 2021 solo se recupera parcialmente el producto perdido. Se espera que el banco central recorte aun mas las tasas de interés para absorber el shock en la demanda provocado por la crisis y preservar el funcionamiento de los mercados financieros. Sin embargo, la respuesta fiscal es la menor entre los países del G-20, y eso conlleva el riesgo de una contracción más profunda y una recuperación más lenta. México debe incrementar el gasto para proteger vidas y los ingresos familiares, y trazar un plan creíble de reforma fiscal a mediano plazo que amplíe el margen para la aplicación de políticas a corto plazo y que permita cerrar las brechas fiscales.
En Perú, la proyección de crecimiento para 2020 ha sido revisada sustancialmente a la baja, a -14 por ciento, debido a debilidad de la demanda externa y el período de confinamiento más largo de lo esperado han eclipsado con creces el importante apoyo económico del gobierno, y ha provocado importantes pérdidas de empleo. Una vez que se levanten las medidas de confinamiento en el segundo semestre, se prevé que la actividad económica se recupere gradualmente, y que en 2021 registre una expansión de 6½ por ciento. Sin embargo, hay riesgos a la baja significativos, vinculados a los desafíos nacionales y mundiales para controlar la pandemia.
La región de Centroamérica, Panamá y la República Dominicana (CAPRD) experimentará una profunda recesión en 2020 y una recuperación gradual a partir de 2021. El crecimiento está padeciendo los efectos directos de los confinamientos nacionales y las repercusiones mundiales por vía del comercio, el turismo y las remesas. Los impactos más fuertes de la contracción del comercio se sentirán en Panamá, El Salvador y Nicaragua; del colapso del turismo en la República Dominicana y Costa Rica; y de la disminución de las remesas en el Triángulo Norte y Nicaragua. Los factores idiosincrásicos también inciden, en particular los desastres naturales en El Salvador. Un factor paliativo es que los precios más bajos del petróleo están mejorando los términos de intercambio.
A fin de mitigar la pandemia, los países de CAPRD incrementaron el gasto sanitario y social para los desempleados y los hogares vulnerables. Donde las condiciones lo permiten, la política monetaria más acomodaticia y las garantías de crédito están facilitando el financiamiento para las empresas, y los aplazamientos del pago de impuestos y las ayudas sectoriales específicas a través del presupuesto están procurando aliviar las restricciones de liquidez en algunos países.
Las economías caribeñas han logrado aplanar la curva de contagios de la pandemia del COVID-19, pero las fuentes vitales de actividad han colapsado. El turismo se ha prácticamente paralizado y los mercados clave de donde proceden los turistas están cayendo en una recesión más profunda, por lo que la región probablemente experimentará una contracción muy drástica y prolongada de la actividad económica. Pese a que algunos países del Caribe reabrieron las fronteras en junio, se espera que los arribos de turistas internacionales retornen a los niveles previos a la crisis tan solo gradualmente a lo largo de los próximos tres años. Además, la fuerte caída de los precios del petróleo está perjudicando a los países exportadores de materias primas debido a la pérdida de ingresos fiscales y por exportaciones. La temporada de huracanes que ya está en curso presenta riesgos adicionales.
El apoyo del FMI
El FMI ha actuado rápidamente para apoyar a los países miembros a través de financiamiento de emergencia. De los 70 préstamos aprobados desde el inicio de la pandemia, por un total de USD 25.000 millones, 17 se destinaron a países de la región, por un total de USD 5.200 millones. Además, se aprobó el acceso a la Línea de Crédito Flexible para Chile y Perú, y se renovó el acceso de Colombia. Junto con México, el respaldo total brindado a la región a través de la Línea de Crédito Flexible asciende a USD 107.000 millones.
El FMI está preparado para usar su capacidad financiera, asesoramiento sobre políticas y sus recursos de capacitación para ayudar a América Latina y el Caribe a lograr una recuperación más vigorosa.