(Versión en English)
En nuestras Perspectivas de la economía mundial (informe WEO) de abril de 2015 pronosticamos que el crecimiento mundial de este año será más o menos igual al del año pasado, 3,5% frente 3,4%. Esta cifra mundial refleja un repunte del crecimiento en las economías avanzadas, 2,4% frente a 1,8%, contrarrestado por una contracción del crecimiento en las economías de mercados emergentes y en desarrollo, 4,3% frente a 4,6% el año pasado. En resumen, para hacer eco de las palabras utilizadas por Directora Gerente del FMI la semana pasada, consideramos que el crecimiento es “moderado y desigual”.
Lo que está detrás de estas cifras es un conjunto inusitadamente complejo de fuerzas que están moldeando la economía mundial. Algunas de esas fuerzas, como el descenso de los precios del petróleo y la evolución de los tipos de cambio, son muy visibles. Otras, que van desde los legados de la crisis hasta un menor crecimiento potencial, desempeñan un papel más entre bastidores, pero no por eso son menos importantes. Pasemos revista.
Los legados de la crisis financiera y la crisis de la zona del euro aún son visibles en muchas economías avanzadas. En distinta medida, la debilidad de los bancos y los elevados niveles de deuda —de los gobiernos, las empresas o los hogares— siguen afectando negativamente el gasto y el crecimiento. La baja tasa de crecimiento, a su vez, enlentece el proceso de desapalancamiento. De aquí surge una conclusión clara: el desapalancamiento tomará tiempo.
El crecimiento del producto potencial ha disminuido. El crecimiento potencial de las economías avanzadas ya estaba disminuyendo antes de la crisis, influido por el envejecimiento de la población sumado a la desaceleración de la productividad total. La crisis empeoró la situación, ya que la fuerte contracción de la inversión enfrió aún más el crecimiento del capital. El crecimiento del capital se recuperará, pero el envejecimiento y el débil aumento de la productividad continuarán limitando el crecimiento. La contracción será aún más pronunciada en los mercados emergentes, donde el envejecimiento, la menor acumulación de capital y el menor aumento de la productividad se están combinando para reducir significativamente el crecimiento potencial en el futuro. Sería errado hablar, como algunos lo han hecho, de un estancamiento, pero las perspectivas se han deteriorado. Y el deterioro de las perspectivas conduce, a su vez, a recortes del gasto y a una disminución del crecimiento hoy.
La disminución del precio del petróleo ha provocado una amplia reasignación del ingreso real desde los países exportadores de petróleo hacia los importadores. Los primeros datos apuntan a que en los países importadores de petróleo —desde Estados Unidos hasta la zona del euro, China e India—, el aumento del ingreso real está estimulando el gasto. Los países exportadores de petróleo han recortado el gasto, pero en menor medida: muchos cuentan con reservas financieras sustanciales y pueden permitirse reducir el gasto con lentitud.
Los movimientos del tipo de cambio han sido inusitadamente pronunciados. Entre las principales monedas, el dólar ha experimentado una fuerte apreciación, y el euro y el yen, una fuerte depreciación. Estos movimientos reflejan sin duda profundas diferencias en materia de política monetaria: la previsión es que Estados Unidos abandone el límite inferior cero de las tasas de interés este año, pero ese no es el caso ni en la zona del euro ni en Japón. En la medida en que tanto la zona del euro como Japón corren el riesgo de sufrir una recaída, las depreciaciones del euro y del yen serán beneficiosas. En cierta medida, Estados Unidos tiene margen de maniobra para neutralizar los efectos adversos de la apreciación del dólar. Por ende, este ajuste de los tipos de cambio debe considerarse, en términos netos, como positivo para la economía mundial.
Ahora miremos estas cuatro fuerzas en conjunto. Algunos países están aquejados por los legados de la crisis; otros, no. Algunos países están aquejados por la disminución del crecimiento potencial; otros, no. Algunos países se benefician de la disminución de los precios del petróleo; otros se ven perjudicados. Las monedas de algunos países se mueven a la par del dólar; otras, a la par del euro y del yen. Añadamos a esto un par de sucesos idiosincrásicos, como los problemas económicos de Rusia o la debilidad de Brasil. Como he indicado, en términos netos nuestros pronósticos de base apuntan a un repunte del crecimiento en las economías avanzadas, y a una desaceleración del crecimiento en las economías de mercados emergentes y en desarrollo. Pero estas cifras globales no reflejan la diversidad de las situaciones subyacentes.
Como siempre, los pronósticos están expuestos a riesgos. Observamos que los riesgos macroeconómicos se han disipado ligeramente. El principal riesgo del año pasado —a saber, una recesión en la zona del euro— ha disminuido, al igual que el riesgo de deflación. Pero los riesgos financieros y geopolíticos se han acentuado. Los fuertes movimientos de los precios relativos, ya se trate de tipos de cambio o del precio del petróleo, producen ganadores y perdedores. Las empresas de energía y los países productores de petróleo se enfrentan a condiciones más difíciles y a mayores riesgos. Si los fuertes movimientos de los tipos de cambio continúan, podrían exacerbar los riesgos financieros y activar tensiones internacionales. No se puede descartar una crisis en Grecia, lo que seguramente desestabilizaría los mercados financieros. La turbulencia continúa en Ucrania y Oriente Medio, pero por ahora sin implicaciones económicas sistémicas.
Por último, pasemos a las recomendaciones en materia de política. Dada la diversidad de situaciones, es obvio que el asesoramiento en materia de políticas debe adaptarse a cada país. Con todo, algunos principios generales no dejan de ser válidos. Las medidas orientadas a sustentar el crecimiento tanto a corto como a más largo plazo siguen revistiendo una importancia primordial. Ahora que la expansión cuantitativa se encuentra en marcha en la zona del euro, la política monetaria de las economías avanzadas ha cumplido en gran medida su misión. Por el lado fiscal, el abaratamiento del petróleo ha creado una oportunidad para recortar los subsidios energéticos y reemplazarlos con programas mejor focalizados. Los argumentos a favor de incrementar la inversión en infraestructura que presentamos en la edición anterior de Perspectivas de la economía mundial siguen siendo válidos. Y si bien las reformas estructurales no pueden obrar milagros, sí pueden hacer subir el nivel del producto y promover el crecimiento durante un tiempo. Los detalles varían según el país. En vista de los costos políticos a corto plazo que entrañan muchas de estas reformas, el reto sigue siendo seleccionarlas con cuidado, y llevarlas a cabo.