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Aguardo con gran interés la ocasión de viajar a Perú esta semana para analizar con el gobierno y una amplia gama de interlocutores la evolución económica y social de este país, así como realizar un seguimiento de los preparativos para las próximas Reuniones Anuales del FMI y el Banco Mundial, que se celebrarán en Lima en octubre de 2015. A finales de esta semana, participaré en la Conferencia de Santiago en Chile, donde me reuniré con las autoridades y prestigiosos representantes de América Latina y el Caribe con el objetivo de analizar diversos enfoques económicos para fortalecer las economías de toda la región.
Mientras preparo mi viaje a la tierra de los Andes, pienso en la belleza natural de la región, la riqueza de su cultura y su increíble diversidad. Pese a los desafíos a los que se enfrenta actualmente la región —el crecimiento sigue desacelerándose, en un momento en que las condiciones económicas y financieras mundiales están cambiando y las economías están llegando a sus límites de capacidad— sigo siendo muy optimista con respecto a su potencial de mejorar los niveles de vida protegiendo al mismo tiempo su patrimonio y su bello entorno.
También soy optimista con respecto a la asociación entre el FMI y América Latina. La Conferencia de Santiago brindará la oportunidad de mostrar nuestra eficaz colaboración en muchos ámbitos, y conjuntamente con las Reuniones Anuales el próximo año, cimentará nuestras relaciones en los próximos años.
Se han dado pasos importantes, pero queda más por hacer
En las últimas dos décadas, la mayoría de los países de América Latina —incluidos nuestros países anfitriones, Perú y Chile— han logrado grandes avances. Alcanzaron un crecimiento vigoroso, respaldado por políticas sólidas y una gestión económica eficaz. Piensen en la evolución de las economías de los países de América Latina durante la “prueba de tensión” tras el estallido de la crisis financiera mundial de 2009: muchas pudieron recuperarse rápidamente sin sufrir sus propias crisis, y formularon respuestas de política económica que ayudaron a amortiguar el golpe que afectó al crecimiento y el empleo.
Estos países saben muy bien que en nuestro mundo cada vez más interconectado, las economías deben poder adaptarse a los cambios. Esta capacidad de resistencia se pondrá aún más a prueba a medida que se desacelere el crecimiento. Según nuestras proyecciones más recientes, América Latina crecerá a un ritmo del 1,3% en 2014 y 2,2% en 2015.
A medida que los países de la región se esfuerzan por crear economías más productivas y competitivas, también están procurando garantizar que los beneficios se distribuyen de manera más equitativa.
No cabe duda de que América Latina ha logrado importantes avances en la reducción de la pobreza y la desigualdad. Hace unos diez años, la proporción de la población en situación de pobreza era 2,5 veces mayor que la población de clase media; actualmente esa proporción está más nivelada. Sin embargo, se reconoce ampliamente que aún queda mucho por hacer.
A pesar del notable descenso de la desigualdad en América Latina, esta sigue siendo elevada en relación con otras economías comparables en el resto del mundo. El aumento de la población de clase media está exigiendo cada vez más recursos para garantizar la oferta de servicios públicos, tales como la educación, la atención de la salud y la infraestructura. En el futuro avanzar en estos ámbitos resultará más difícil que en los últimos años, a medida que disminuyen los precios de las materias primas y aumentan las tasas de interés internacionales que permanecen en un nivel inusitadamente bajo.
Un aspecto a favor de América Latina es que los países de la región reconocen que es preciso abordar estos desafíos manteniendo al mismo tiempo un firme control de la estabilidad macroeconómica, ganada con tanto esfuerzo mediante la aplicación de políticas más eficaces.
La Conferencia de Santiago brinda una ocasión muy oportuna para examinar estas cuestiones. Esta conferencia, que durará dos días, se centrará en tres temas principales:
• Cambios en las condiciones económicas mundiales y regionales.
• Progreso social en América Latina y sus implicaciones para la política económica.
• Posibles soluciones a nivel regional a problemas de larga data.
Sin embargo, el FMI quiere, ante todo, escuchar y aprender. Espero con mucho interés la oportunidad de intercambiar opiniones no solo con las principales autoridades de la región, sino también con mujeres líderes, jóvenes, estudiantes, la prensa y todas aquellas personas que luchan por crear economías más inclusivas.
A todos nos une la causa común de lograr un futuro mejor para todos los ciudadanos de la región.
Espero que ustedes también puedan participar en este diálogo. Sigan los debates sobre la conferencia en el sitio web y envíennos sus opiniones y preguntas por Twitter a #imfsantiago2014.