En la década siguiente a la crisis de 2002–03, Uruguay registró un crecimiento económico muy vigoroso y una mejora envidiable de los niveles de vida. El crecimiento promedió 5,5% en 2004–13, y las tasas de pobreza han disminuido significativamente, de 36,6% en 2005 a 13,1% en 2012.
Pero al igual que muchas otras economías de mercados emergentes, el país está sintiendo los efectos de una mayor incertidumbre económica mundial. El crecimiento se ha desacelerado a 3,9% en 2012 y se estima que se mantuvo más o menos a ese nivel en 2013.
Nuestro reciente informe sobre la economía uruguaya se centra en la mejor manera en que el país pueda salvaguardar y realzar los importantes avances de la última década, optando por la combinación adecuada de políticas que le permita superar cualquier shock que pueda producirse.
Crecimiento más bajo, pero sólido
La economía uruguaya ha mantenido un buen desempeño a pesar de un entorno externo agitado. El crecimiento se ha moderado hacia tasas más sostenibles en 2012-13. Esa desaceleración se debe más que nada al debilitamiento de la demanda externa de los socios comerciales de la región, que también ha ahondado el déficit en cuenta corriente. La demanda interna ha sido vigorosa y el desempleo todavía roza mínimos históricos. La inflación se mantiene por encima de la banda de 4–6% fijada como meta por el banco central, y hace poco subió ligeramente, cerrando el año en 8,5%, aproximadamente.
Las perspectivas de la economía uruguaya son sólidas, pero no están exentas de riesgo. Proyectamos un crecimiento de 3,0–3,5% en 2014–15, que se acercará más a 4% a mediano plazo.
Pero la región inmediata continúa planteando importantes riesgos a la baja, al igual que la economía mundial. Uruguay ya está sintiendo los efectos de la caída del crecimiento en Brasil y los problemas económicos de Argentina, a través de una menor exportación de bienes y servicios. La disminución del crecimiento y una nueva depreciación de la moneda en Argentina asestarían un golpe al crecimiento en Uruguay, ya que reduciría su balanza comercial y turística con Argentina. Con todo, la exposición de la economía uruguaya a su vecino austral ha disminuido durante la última década. Además, Uruguay está bien preparado para absorber el impacto de un shock externo negativo, dados el cuantioso volumen de reservas del Banco Central, el elevado vencimiento promedio de la deuda pública y el bajo porcentaje de la deuda pública denominada en moneda extranjera, además de la buena regulación del sistema financiero. Una posible desaceleración del crecimiento de las economías de mercados emergentes más grandes, como China, también podría perjudicar los precios de exportación y el crecimiento en Uruguay. Del lado positivo, las perspectivas de extracción de mineral de hierro podrían realzar el potencial de crecimiento en Uruguay a mediano plazo.
Combinación óptima de políticas
Reducir la inflación a la banda fijada como meta sigue siendo la principal prioridad de políticas en Uruguay. El hecho de que la inflación supere esa banda oficial le resta margen de acción a la política monetaria frente a shocks adversos. El reciente endurecimiento de la política monetaria —evidenciado por un aumento significativo de las tasas de interés— debería contribuir a contener la inflación. Ese endurecimiento ocurrió dentro de un nuevo marco de política monetaria, en el cual el Banco Central utiliza el crecimiento monetario como guía indicativa de la política monetaria, en lugar de orientarse por una meta de tasa de interés a corto plazo. En vista de este nuevo marco, es aún más importante que el banco central comunique claramente su meta de inflación y su estrategia para lograrla. Incidentalmente, reducir la indexación retrospectiva de los sueldos es algo crítico para lograr la desinflación a un costo razonable.
El endurecimiento de la política fiscal puede dar respaldo a una política monetaria que busca contener la inflación. De acuerdo con nuestro análisis, las condiciones fiscales más expansivas están asociadas a un alza de la inflación en Uruguay. Esto no significa que una política fiscal más restrictiva deba cargar con toda la responsabilidad de reducir la inflación. Pero al ayudar a enfriar el exceso de la demanda, una orientación fiscal más restrictiva puede facilitar a la política monetaria la tarea de aliviar las presiones inflacionarias.
Un endurecimiento de la política fiscal también puede ayudar a mantener la trayectoria descendente de la deuda pública neta de Uruguay, cimentando el logro importante de la política macroeconómica de los últimos años. Aun si el sector público uruguayo tiene acceso a un nivel muy holgado de liquidez y está bien preparado para afrontar shocks adversos a corto plazo, dada la incertidumbre de los tiempos venideros sería prudente proponerse una reducción más profunda de la carga de la deuda pública neta a mediano plazo.
¿Cómo se puede lograr este endurecimiento de la política fiscal? En vista del rápido aumento del gasto en los últimos años, enfriar su ritmo de crecimiento sería la mejor opción, de una manera que conserve el gasto que protege a los pobres y el canalizado hacia inversiones clave. Otra opción sería recaudar nuevos ingresos, manteniendo las distorsiones al mínimo.
Estimular el crecimiento a mediano plazo
En términos generales, las perspectivas a mediano plazo de Uruguay son favorables, pero se requerirán medidas de política para mantener el crecimiento vigoroso y estable. Es importante seguir haciendo esfuerzos por modernizar la infraestructura pública y aumentar la eficiencia de los mercados laborales.
Un nuevo reto para Uruguay quizá sea la administración de los ingresos fiscales que podría generar la extracción de mineral de hierro en los próximos años. Celebramos la decisión de ahorrar el grueso de estos recursos y recomendamos que todo gasto financiado con ingresos mineros esté concebido de manera tal que evite los riesgos que entraña la naturaleza finita y potencialmente volátil de dichos ingresos.