(Versión en English)
A comienzos de este mes tuve la oportunidad de analizar las perspectivas regionales de América Latina con gobernantes, parlamentarios y estudiantes universitarios de Brasil, Panamá y Uruguay.
La conclusión fundamental que extraje de estas reuniones es que América Latina tiene ante sí dos desafíos económicos básicos: elevar la tasa sostenible de crecimiento económico y reducir la volatilidad del crecimiento.
Hoy, en la reunión que mantuve en Calgary con los ministros de Hacienda de la región, me enfoqué en el segundo desafío, para que la actual coyuntura favorable no se produzca a expensas de un colapso en el futuro.
Es una agradable coincidencia que esta reunión fue aquí en Calgary. Canadá es un buen ejemplo de "manejar los tiempos buenos," pero como en muchos países del mundo, algunos desafíos persisten.
Gestionar la bonanza
La región puede reducir su vulnerabilidad a los fuertes altibajos económicos de tres maneras.
- En primer lugar, aplicar políticas económicas sólidas. Uno de los factores que le permitieron a la región soportar la crisis financiera mundial relativamente bien fue el importante afianzamiento de los fundamentos económicos en los años previos a la crisis. Se redujo la inflación y la deuda pública, se mejoró la composición de la deuda, se reforzaron las instituciones fiscales, se adoptaron regímenes cambiarios más flexibles y sistemas monetarios creíbles y se acumularon reservas. Estos avances deben continuar.
- En segundo lugar, procurar la estabilidad financiera. A medida que se integra cada vez más en la economía mundial, la región también se verá más expuesta a la volatilidad de los flujos de capital. Al mismo tiempo, la profundización financiera, si bien es una tendencia positiva, puede acarrear sus propios problemas; por ejemplo, el riesgo de burbujas de crédito. Por este motivo deben proseguir los esfuerzos para reforzar el sistema financiero. Concretamente, los reguladores y supervisores deben estar facultados para tomar medidas preventivas temporales, incluido el uso de herramientas macroprudenciales.
- En tercer lugar, diversificar más la economía. No hay una receta fácil para lograr la diversificación necesaria para reducir la vulnerabilidad a shocks externos específicos. Pero los países deben seguir fomentando nuevas fuentes de crecimiento. Un mayor financiamiento público de la infraestructura y el desarrollo de capital humano puede ser útil. El mejoramiento del clima empresarial —que en algunos países incluye la seguridad— y de la gestión de gobierno en general es esencial para atraer inversión privada.
¿Qué significa esto hoy en día?
El crecimiento en la mayoría de las economías de América Latina ya ha retornado a su nivel potencial o lo ha superado, y en muchos casos hay señales inquietantes de recalentamiento de la economía.
No cabe duda de que hay que replegar el estímulo económico previo. Además, hay una amplia gama de políticas a las que se podría recurrir para evitar el recalentamiento y moderar el ciclo del crédito, como por ejemplo una flexibilización del tipo de cambio al alza, una combinación más apropiada de políticas monetarias y fiscales, así como regulaciones financieras adecuadas, incluido un enfoque macroprudencial. En algunos casos, los controles de capital podrían ser útiles, pero no deberían reemplazar los ajustes fundamentales de las políticas.
Por último, me referí a la distribución más amplia de los beneficios del crecimiento.
Pese a que los avances sociales han sido enormes, en América Latina persisten niveles altos de pobreza y desigualdad de los ingresos en comparación con otras regiones. Para que el crecimiento sea más equitativo, la atención debe centrarse en reforzar el suministro de servicios de calidad en los ámbitos de la educación, la salud y la infraestructura pública. Esto implica una mejor focalización del gasto público y un fortalecimiento de las redes de protección social.
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En la edición de marzo de 2011 de Finanzas & Desarrollo se examina como la región afianzó sus fundamentos económicos y su capacidad de resistencia a los shocks: gracias a ello, el impacto de la crisis mundial reciente fue en la mayoría de los casos menos fuerte y de más corta duración en comparación con la devastación económica sufrida en otros episodios de turbulencia internacional.