Estudios temáticos 2005 2004 2003 2002 2001 2000 |
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A pesar de que el debate crítico sobre la globalización ha cedido desde los sucesos ocurridos el 11 de septiembre de 2001, los temas trascendentales que plantea siguen ocupando un lugar central en el plano nacional e internacional. En esta nota se presenta el marco conceptual para la participación del FMI en la economía mundial. Se describen las funciones que desempeña el FMI, en el marco de su mandato, de 1) salvaguardar el sistema financiero internacional y 2) lograr que un mayor número de países pueda aprovechar los beneficios que ofrece la globalización, reduciendo al mismo tiempo los riesgos. Se reconoce asimismo que el FMI forma parte de una red más amplia de instituciones internacionales en la que cada institución desempeña una función importante para lograr que la globalización sea más integral. |
I. Introducción
La globalización—es decir, la integración de las economías y las sociedades a medida que caen las barreras para la circulación de ideas, personas, servicios y capitales—a menudo se considera como una fuerza irreversible impuesta sobre el mundo por algunos países e instituciones como el FMI y el Banco Mundial. No obstante, esto no es así: la globalización representa una decisión política a favor de la integración económica internacional, que en la mayoría de los casos ha estado acompañada de una consolidación de la democracia. Precisamente porque se trata de una decisión, puede cuestionarse e incluso modificarse radicalmente, pero con un gran costo para la humanidad. El FMI considera que la globalización podría contribuir en gran medida al crecimiento, que es esencial para lograr una reducción sostenida de la pobreza mundial. La globalización, o mundialización, no es un fenómeno nuevo. El período transcurrido hasta fines del siglo XIX también se caracterizó por un crecimiento económico y una integración mundial sin precedentes. No obstante, una ola de nacionalismo y proteccionismo encarnizados, que propiciaron la depresión y la guerra mundial, puso freno a la globalización en la primera mitad del siglo pasado. La integración política y económica internacional dio marcha atrás, lo que tuvo graves consecuencias. Desde 1945, un número cada vez mayor de países, incluidos, desde 1989, la mayoría de los antiguos países comunistas, han adoptado la democracia y el capitalismo. El resultado está a la vista: a lo largo de los últimos 50 años la libertad económica y política ha florecido a la par de la prosperidad. El ingreso per cápita mundial ha aumentado a más del triple, y la esperanza de vida ha mejorado enormemente en la mayoría de los países. Muchos países en desarrollo ya han aprovechado las oportunidades que ha puesto a su alcance la economía mundial. Los países que se adaptaron más rápidamente a la globalización, como Brasil, China, Costa Rica, Filipinas y México, lograron duplicar su participación en el comercio internacional e incrementar el ingreso per cápita en dos terceras partes entre 1980 y 1997. Su experiencia demuestra que la integración a la economía mundial puede ofrecer grandes ventajas a los países en desarrollo. Sin embargo, otros países no han obtenido resultados tan favorables. Una gran parte de la población mundial, especialmente en África al sur del Sahara, ha quedado a la zaga y no se ha beneficiado del progreso económico. Por lo tanto, la disparidad entre los países más ricos y los más pobres es mayor que nunca, siendo la pobreza cada vez más profunda dentro de los países. La pobreza no es sólo inaceptable desde el punto de vista moral, sino que además constituye un caldo de cultivo para la guerra y el terrorismo. Por lo tanto, la pobreza es la mayor amenaza a la paz y la estabilidad en el siglo XXI. El problema de la pobreza no se resolverá tratando de dar marcha atrás al proceso de globalización, y así lo demostraron los hechos observados en el siglo XX. En cambio, el mundo necesita formular un nuevo enfoque de la globalización que aproveche el enorme potencial que ésta ofrece para contribuir al bienestar de la humanidad. A fin de seguir avanzando en dicho proceso y obtener el respaldo necesario para lograr una globalización más integral, es preciso establecer un entendimiento político común que permita aprovechar al máximo los beneficios y reducir al mismo tiempo los riesgos. II. La función de las instituciones de Bretton Woods Las instituciones de Bretton Woods, el FMI y el Banco Mundial, pueden contribuir en gran medida a lograr una globalización más integral. En 1944, fueron creadas con el propósito de ayudar a recuperar los beneficios de la integración mundial e infundirles permanencia mediante el fomento de la cooperación económica internacional. Hoy, ambas persiguen, dentro de sus mandatos respectivos, un objetivo común: promover una prosperidad ampliamente compartida. El Banco Mundial se concentra en proyectos de inversión a largo plazo, el fortalecimiento institucional y la asistencia en temas sociales, ambientales y vinculados a la pobreza. El FMI se ocupa del funcionamiento del sistema monetario internacional y de la promoción de políticas macroeconómicas sólidas como condición necesaria para un crecimiento económico duradero. En pos de estos objetivos, lo más valioso que tienen en sus manos las instituciones de Bretton Woods es su tradición de actuar por consenso, basada en la confianza y el respeto mutuo entre los más de 180 países, y sus gobiernos, que integran la institución. Sin embargo, ambas instituciones reconocen la necesidad de emprender reformas y cambios internos. El FMI ha llevado a cabo muchas reformas en los últimos años con el objeto de fortalecer el espíritu de cooperación y poder atender mejor a los países miembros. Cabe destacar las siguientes:
III. La función de salvaguardar el sistema financiero internacional El FMI procura mitigar los efectos negativos de la globalización sobre la economía mundial de dos formas: garantizando la estabilidad del sistema financiero internacional y ayudando a los países a aprovechar las oportunidades de inversión que ofrecen los mercados internacionales de capital, reduciendo al mismo tiempo su vulnerabilidad frente a perturbaciones negativas o cambios en la actitud de los inversionistas. Los flujos privados de capital se han convertido en la fuente más importante de financiamiento para el crecimiento económico, la creación de empleo y la productividad. Sin embargo, también pueden ser una fuente de inestabilidad y crisis. Para hacer frente a algunos de estos problemas, el FMI está alentando a los países miembros a que aumenten la transparencia de sus sectores financieros y empresariales a fin de reducir el abuso financiero, como el lavado de dinero y el fraude, y lograr un entorno que ofrezca las mismas condiciones a todos los inversionistas. El FMI también está intensificando la supervisión de los mercados internacionales de capital y mejorando su capacidad para predecir y prevenir las crisis. Si bien es importante mejorar la supervisión y utilizar instrumentos analíticos eficaces, el FMI reconoce que debería emprenderse una reforma fundamental de la arquitectura financiera internacional. Por lo tanto, se ha destinado un volumen considerable de recursos en los últimos años a fomentar una mayor participación del sector privado en la resolución de las crisis, aunque sin frenar la inversión tan necesaria en los países en desarrollo. En el marco de esta labor, el FMI ha propuesto recientemente el establecimiento de un mecanismo de reestructuración de la deuda soberana que, si es adoptado por la comunidad internacional, podría ayudar a los países a evitar costosos y prolongados incumplimientos de los pagos. Muchos países aún se encuentran en las primeras etapas de la integración en la economía mundial. Aun así, a estos países les corresponde asumir la principal responsabilidad de aprovechar las ventajas que ofrece la globalización. Un país que se abre a la economía mundial debe tener la capacidad institucional interna que le permita aplicar las reformas estructurales necesarias (como la liberalización del comercio y la cuenta de capital) y, por regla general, mantener un régimen cambiario flexible. Sin embargo, muchos países pobres no tienen los recursos necesarios para emprender un proceso que les permita participar plenamente en la economía mundial. Necesitan asistencia adicional de la comunidad internacional. En su calidad de institución universal, el FMI mantendrá su compromiso con los países más pobres del mundo y se ha sumado a las naciones y demás instituciones internacionales que han avalado los objetivos de desarrollo del milenio fijados por las Naciones Unidas para 2015 como guía en la lucha contra la pobreza. La lucha contra la pobreza mundial debe basarse en el principio de la "ayuda para la autoayuda". Los países pobres deben esforzarse por lograr la paz, el régimen de derecho y una buena gestión de gobierno interno, así como por aplicar medidas económicas que alienten la iniciativa privada y la integración en la economía mundial. Los países ricos, por su parte, deben intensificar su respaldo financiero en forma de inversión, asistencia oficial para el desarrollo y alivio de la deuda. Y lo que es más importante, deben abrir los mercados en los ámbitos en que los países en desarrollo tienen una ventaja comparativa. A fin de desarrollar aún más el proceso de la ayuda para la autoayuda, el FMI y el Banco Mundial establecieron en 1999 un nuevo enfoque para sus programas de financiamiento que pone a cada país en el centro del proceso de reducción de la pobreza. Un componente básico es el documento de estrategia de lucha contra la pobreza (DELP) formulado por el país. Actualmente, este método es considerado prometedor para diseñar estrategias de lucha contra la pobreza y puede ganarse un amplio respaldo, tanto dentro de los distintos países como entre los socios externos para el desarrollo. Sin embargo, no cabe duda de que lo que se ha hecho puede ser mejorado, profundizando, por ejemplo, el análisis de las causas fundamentales de la pobreza e incrementando la asistencia técnica del FMI y de los donantes para fortalecer la capacidad institucional. Para reducir decisivamente la pobreza mundial, los esfuerzos de los países pobres deben estar complementados por un respaldo más completo de la comunidad internacional. Por esta razón, el FMI y el Banco Mundial encabezan un esfuerzo en el marco de la Iniciativa reforzada para los PPME, que ya ha reducido en US$40.000 millones la deuda de 25 países pobres. Con todo, el alivio de la deuda no es una panacea. De hecho, los recursos que se liberan al profundizar el alivio de la deuda o directamente al cancelar la deuda palidecen ante el potencial de acción de los países ricos en los ámbitos críticos del comercio exterior y la ayuda. La liberalización del comercio internacional es la mejor forma de ayuda para la autoayuda, porque permite escapar a la dependencia y porque beneficia a todas las partes interesadas. Todos los países pueden beneficiarse de una mayor liberalización del comercio. La verdadera prueba de la credibilidad de los esfuerzos de los países ricos para combatir la pobreza es su voluntad de abrir los mercados y eliminar paulatinamente los subsidios que distorsionan el comercio en los ámbitos en que los países en desarrollo tienen una ventaja comparativa, como la agricultura, los alimentos elaborados, los textiles y el vestido, y la manufactura ligera. Estados Unidos, Japón y la Unión Europea gastaron alrededor de US$270.000 millones en 2000 en subsidios agrícolas. El logro de la meta del 0,7% del PNB en asistencia oficial para el desarrollo fijada por la ONU debería considerarse como una expresión concreta de solidaridad entre los países ricos y los países pobres. Y, sin embargo, en la actualidad, el nivel de asistencia oficial para el desarrollo entre los países de la OCDE promedia sólo el 0,22% del PNB, una cifra inaceptablemente baja que se traduce en una insuficiencia de más de US$100.000 millones por año en corrientes de ayuda. Si los países ricos sancionaran leyes que permitieran alcanzar la meta de la ONU en la próxima década, ya en el primer año se generarían recursos suficientes para cubrir los US$10.000 millones anuales que exigiría una nueva campaña mundial de prevención y tratamiento del VIH/SIDA. Para lograr estos objetivos, tanto los países ricos como los países pobres deberán adoptar decisiones políticas difíciles. No obstante, si la comunidad internacional decide aplicar las reformas necesarias, podría reducirse considerablemente la pobreza y podrían lograrse los objetivos de desarrollo del milenio fijados por las Naciones Unidas para 2015. El FMI considera que el crecimiento económico es la única forma de mejorar los niveles de vida de los países en desarrollo, y el mejor procedimiento para lograrlo es a través de la globalización. El FMI, en el marco del mandato encomendado por los países miembros, está haciendo todo lo que está a su alcance por salvaguardar el sistema financiero internacional y ayudar a los países miembros a aprovechar las ventajas que ofrece la integración en la economía mundial, reduciendo al mismo tiempo los posibles riesgos. Sin embargo, aunque reconoce que se ha avanzado mucho hacia una globalización más integral, aún queda mucho por hacer.
1Este estudio temático se basa en el discurso "Hacia una globalización más integral", pronunciado por el Director Gerente del FMI ante la Conferencia Episcopal Estadounidense en Washington el 28 de enero de 2002. El discurso puede consultarse en http://www.imf.org/external/np/speeches/2002/012802.htm |