Los programas de formación profesional tienen numerosas ventajas económicas

Folorunso Alakija puede agradecer al diploma de secretariado de las Academias Pitman; este fue el comienzo del camino que la llevó a ser una de las mujeres más ricas de África. Esta formación le permitió conseguir un empleo como asistente de ejecutivos y banqueros antes de decidir cambiar el rumbo para estudiar diseño de moda y poner en marcha su propia marca de ropa. Luego, se orientó hacia el sector inmobiliario y la prospección petrolífera, entre otros negocios, y acumuló una fortuna de unos USD 1.800 millones, según Forbes.

Cuando los multimillonarios alcanzan el éxito, es frecuente que hagan generosas donaciones a universidades, generalmente a su alma mater. En 2018, Alakija donó a la Escuela de Tecnología de Yaba, en Lagos, el Centro de Adquisición de Aptitudes, donde se enseña diseño de moda, soldadura, podología y manicura, peluquería, maquillaje y fabricación de calzado y sombreros.

“No todos podemos estar en la oficina, con aire acondicionado y haciendo tareas administrativas”, dijo Alakija durante la ceremonia de inauguración del centro, según el periódico Nation. “Cada uno de ustedes puede ser su propio jefe y confiar más en sí mismo y llevar comida a la mesa de muchas más familias gracias a las aptitudes que han adquirido”.

La trayectoria de Alakija demuestra que un título universitario no siempre es la clave del éxito. La formación profesional se considera cada vez más una alternativa viable a la educación universitaria: no todas las profesiones requieren un título superior para salir adelante. Suiza, Alemania y Finlandia tienen un largo historial de éxito preparando a los estudiantes para el mundo laboral a través de la formación profesional y otro tipo de apoyo relacionado. Desde Bill Gates hasta Mark Zuckerberg, muchos líderes de grandes empresas tecnológicas abandonaron la universidad y optaron por la experiencia práctica para levantar sus negocios.

La formación profesional es pertinente sobre todo en las economías en desarrollo, donde los títulos universitarios, tanto nacionales como extranjeros, están fuera del alcance de muchos, o no encajan bien con las necesidades de los empleadores. Y las personas jóvenes sin empleo representan un problema para los gobiernos.

Según un informe del Banco Mundial, la Organización Internacional del Trabajo y la UNESCO publicado en agosto de 2023, la formación y capacitación técnica y profesional en los países de ingreso bajo y mediano no se corresponde con las destrezas que se precisan en el mercado laboral. Además, estos países no están preparados para un aumento considerable de la demanda de esas destrezas en el futuro.

Se calcula que, en Burundi, Malí y Uganda, el número de estudiantes de enseñanza secundaria técnica y formación profesional se cuadruplicará con creces en los dos próximos decenios; en Níger, se calcula que el número se multiplicará por 10. Según el informe, en muchos de estos países el elevado porcentaje de jóvenes que ni estudian, ni trabajan ni reciben formación ya está generando presiones cada vez mayores.

Los estudios apuntan a que los programas de formación profesional tienen resultados desiguales, como explica Lisa Corsetto-Poon, jefa de políticas en Abdul Latif Jameel Poverty Action Lab, conocido como J-PAL. Corsetto-Poon agrega que es esencial diseñar cuidadosamente los programas para que incluyan los elementos más prometedores y adecuados para el contexto concreto. J-PAL, con sede en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, examinó 28 estudios sobre programas de formación profesional y capacitación en países que van desde Argentina hasta Bangladesh, pasando por Türkiye y Estados Unidos.

“En muchos mercados laborales hay una desconexión entre los tipos de trabajo que los titulados universitarios esperan encontrar, es decir, los empleos para los que se prepararon, y los que realmente están contratando personal”, explica Corsetto-Poon. “Pero los programas de formación profesional no siempre consiguen salvar esa distancia”. Señala que, idealmente, si los programas de formación profesional estuvieran mejor orientados hacia los sectores con más demanda, bien podrían salvar esa distancia y proporcionar un camino alternativo más viable hacia un empleo bien remunerado en comparación con un costoso título universitario.

Indicador creíble de las capacidades

Los programas de capacitación y formación profesional buscan generar una fuerza de trabajo sólida y preparar a los estudiantes para trabajar en una ocupación o sector en particular. La formación, que puede incluir experiencia laboral práctica, suele concluir con un certificado o diploma que puede ayudar a conseguir trabajo porque proporciona a los empleadores un “indicador creíble de las capacidades”, según se desprende de la investigación de J-PAL.

Un estudio centrado en Uganda comparó las ganancias en los ingresos de un grupo de personas que recibieron formación profesional gratuita durante seis meses y otro grupo de personas que hicieron prácticas laborales en empresas como aprendices durante seis meses, con un sueldo subvencionado de USD 50 mensuales. El resultado muestra que las ganancias en los ingresos del primer grupo fueron más cuantiosas y duraderas que las del segundo. 

Según el estudio, esta diferencia probablemente refleja el hecho de que quienes recibieron formación profesional adquirieron capacidades que se podían demostrar más fácilmente al contar con un certificado y pudieron conseguir un nuevo empleo con más facilidad que los aprendices cuando se quedaron sin trabajo.

En un estudio de seguimiento realizado después de la pandemia de COVID-19, los investigadores ugandeses constataron que quienes habían recibido formación profesional tenían más probabilidades de quedarse sin trabajo al principio de la pandemia, pero se recuperaron y terminaron ganando más durante la pandemia que quienes no recibieron formación. El estudio sugiere que esto probablemente se debió a que quienes habían recibido formación tenían más experiencia específica del sector antes de la pandemia. Y, gracias a que pudieron demostrar sus aptitudes al tener un certificado, consiguieron cambiar más fácilmente de empleador dentro de un mismo sector.

El estudio demostró que, puesto que muchos países de ingreso mediano y bajo no tienen los sistemas de seguro social propios de países más ricos, es esencial contar con la capacidad de reintegrarse con rapidez a la fuerza laboral. J-PAL utiliza ensayos aleatorios controlados —una metodología propia del mundo de los ensayos médicos y farmacéuticos que llevó a sus cofundadores, Abhijit Banerjee y Esther Duflo, a ganar el Premio Nobel de Economía— para proporcionar un punto de partida que lleve a la realización de más estudios sobre la formación profesional en colaboración con gobiernos, el sector privado y organizaciones de la sociedad civil.

Corsetto-Poon explica que en Estados Unidos hay prometedores programas de empleo sectorial que conducen a aumentos considerables y persistentes de los ingresos. Estos programas proporcionan formación a personas que, en muchos casos, tienen escasos ingresos y son de procedencia no tradicional —por ejemplo, sin diploma de secundaria ni estudios superiores— para que puedan ocupar puestos de trabajo de calidad en industrias con buenas probabilidades de tener una fuerte demanda de mano de obra local y oportunidades de promoción.

Uno de estos programas, Project QUEST, que opera en el ámbito de la atención de la salud, aumentó los ingresos de los participantes y su contratación en puestos de mayor calidad. Una evaluación a largo plazo demostró que, en promedio, los ingresos anuales de los participantes en el programa eran un 26% más altos seis años después y un 15% más altos 11 años después, en comparación con los de quienes no participaron.

Corsetto-Poon explica que “los programas de empleo sectorial de más éxito tienen características comunes (como otorgar una certificación reconocida en el sector, incluir capacitación en habilidades interpersonales y facilitar una conexión estrecha con los empleadores) que también se observan en otros modelos de programas prometedores fuera de Estados Unidos”.


Foto: Fatima Tuj Johota/Bloomberg para Getty Images

Crecimiento de la clase media

La investigación de J-PAL pone de manifiesto que el costo de los programas de formación profesional puede variar considerablemente, desde unos cientos de dólares hasta más de USD 10.000 por persona capacitada. Los países de ingreso bajo y mediano dedican menos del 0,2% del PIB a la formación profesional, menos de la mitad que los países de ingreso alto. El informe del Banco Mundial, la Organización Internacional del Trabajo y la UNESCO sugiere que estos programas tendrán que recurrir al financiamiento privado.

Puede que los inversionistas no sean demasiado difíciles de convencer. Dado el crecimiento económico en África y Asia, para algunas empresas, como las Academias Pitman (que ahora son propiedad de la franquiciadora de plataformas educativas LaunchLife International), la idea de operar en estas zonas resulta más atractiva.

Posiblemente, cuando Alakija tomó el curso de secretariado en Londres en la década de 1970, este estaba fuera del alcance de la mayoría de los nigerianos. Ahora, Pitman Training está considerando la posibilidad de llevar sus cursos a África, atraída por una clase media en rápido crecimiento en una economía que está creciendo más deprisa que en ningún otro lugar del mundo. Su objetivo es seguir haciendo lo que ha hecho siempre: ayudar a las mujeres a acceder al mercado laboral. Ya tiene socios en Nigeria, Zimbabwe, Kenya y Ghana, y su oferta abarca desde las aptitudes administrativas hasta el software y el desarrollo web.

Trayectorias alternativas

Dejar los estudios en una universidad prestigiosa para poner en marcha una empresa no es lo mismo que optar por la formación profesional, pero el número de emprendedores de éxito que eligieron trayectorias educativas alternativas refuerza el argumento de que tal vez la universidad no sea la mejor opción, o la más asequible, para todos.

Steve Jobs, el cofundador de Apple, hizo un curso de caligrafía que le sirvió de inspiración para el diseño de la computadora Apple Macintosh después de abandonar los estudios en una universidad prestigiosa, pero cara, que su familia no se podía permitir.

Soichiro Honda fundó la fábrica de automóviles que lleva su nombre después de dejar los estudios y trabajar de aprendiz en un taller de reparación de vehículos. El chef televisivo Jamie Oliver empezó con un diploma de formación profesional en economía doméstica. Ralph Lauren se dedicó a vender corbatas tras abandonar los estudios en la Universidad Baruch antes de lanzar su propia marca de ropa.

Solamente el 22% de los estadounidenses cree que la universidad vale lo que cuesta, especialmente si se tienen que pedir préstamos para pagarla, según un estudio del Centro de Estudios Pew. Casi la mitad de los encuestados dijeron que solo merecía la pena si el estudiante no tenía que recurrir a préstamos; el 29% dijo que el costo no merecía la pena en ningún caso.

El costo cada vez mayor de la educación universitaria preocupa seriamente a los votantes. En vísperas de las elecciones de noviembre de 2024, el presidente estadounidense Joe Biden canceló casi USD 180.000 millones en préstamos estudiantiles, una medida que benefició a 4,9 millones de prestatarios.

En Australia, donde se celebrarán elecciones en 2025, el primer ministro Anthony Albanese anunció una quita de AUD 16.000 millones (unos USD 10.000 millones) que beneficiará a 3 millones de estudiantes y fijó un nivel máximo para la indexación de los préstamos educativos después de que la elevada inflación lastrara a los graduados universitarios con un aumento en los pagos del 7,1%.

Según Corsetto-Poon, tanto las universidades como la formación profesional enfrentan grandes retos para seguir el ritmo que marcan los cambios en la dinámica del mercado laboral y seguir siendo pertinentes.

“Muchas veces la formación profesional es más accesible, puesto que tiene un costo menor para los participantes y requiere menos tiempo, y eso significa que estos programas pueden ser alternativas prometedoras a los estudios universitarios”, dijo. “Los programas de formación profesional se deberían diseñar cuidadosamente para aprovechar al máximo sus posibilidades y evitar los efectos negativos en los trabajadores en un contexto laboral en evolución”.

MARIA PETRAKIS es periodista independiente en Melbourne.

Las opiniones expresadas en los artículos y otros materiales pertenecen a los autores; no reflejan necesariamente la política del FMI.