Las políticas inteligentes que permiten a los individuos realizar su potencial pueden cambiar las reglas del juego para las sociedades en su conjunto
Las ideas siempre han estado detrás de los grandes avances en el progreso de la humanidad, desde la imprenta y la máquina de vapor hasta los semiconductores. Pero las ideas no surgen de la nada; surgen de las personas. Y, entre ellas, suelen ser las mentes con más talento las que expanden los límites de lo posible.
Es por eso que el talento es uno de los recursos más valiosos del mundo que puede impulsar la innovación y el crecimiento. Los países que desarrollan las mejores mentes obtienen una ventaja competitiva. Los que fracasan en este empeño no solo frenan su propio progreso, sino que ocasionan pérdidas para el mundo. Cada genio desaprovechado es un descubrimiento que nunca sucederá, una tecnología que nunca surgirá y un campo que nunca se desarrollará. La próxima idea transformadora —la cura de una enfermedad o una tecnología revolucionaria— podría provenir de cualquier parte. Pero solo si las mentes correctas tienen la oportunidad de alcanzar su máximo potencial.
Las sociedades tienen un gran interés en ampliar las oportunidades para que sus ciudadanos lleguen a ser científicos, inventores y emprendedores. Ruchir Agarwal y Patrick Gaule examinan lo que denominan “la ecuación perdida”: la mejor manera de identificar, respaldar y empoderar a los jóvenes genios, en especial en los ámbitos de la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas. Fracasar en detectar aunque sea solo una persona talentosa puede significar una pérdida de conocimiento que podría transformar campos enteros. Con demasiada frecuencia, las economías en desarrollo no logran detectar a los mejores talentos a tiempo, de modo que el potencial queda sin explotar.
Pensemos en Tabata Amaral, una niña prodigio de Brasil cuyo ascenso —desde un entorno modesto hasta convertirse en una voz líder en la política— fue posible gracias a las olimpiadas de matemáticas de la escuela pública. “Si estoy aquí”, afirma, “es gracias a esos concursos”. Su caso es poco frecuente. En todo el mundo hay talento latente que a menudo no se descubre, y no por falta de capacidades, sino de oportunidades.
Los datos exponen esta realidad. Las investigaciones realizadas por Xavier Jaravel, de la Escuela de Economía de Londres, y sus colegas muestran que el acceso a la educación, los ingresos familiares y los vínculos sociales determinan quién se convierte en inventor. Muchos niños tienen la capacidad, pero no se dan las condiciones que permiten desarrollar ese potencial. El costo económico del talento desperdiciado es impactante. Si la juventud talentosa de todo el mundo tuviera el mismo acceso a los recursos necesarios para desarrollar su potencial, la producción científica mundial podría aumentar drásticamente, y nos beneficiaríamos todos.
La inteligencia artificial suma una nueva dimensión a este desafío. Como señala la economista del FMI Marina Tavares, la inteligencia artificial podría ampliar el potencial humano o reducir el espacio para la innovación. Si se utiliza con inteligencia, puede empoderar el talento a una escala sin precedentes. Si no se gestiona correctamente, podría concentrar el poder en unas pocas manos y frenar los avances creativos.
Por su parte, William Kerr, de la Universidad de Harvard, sostiene que los países expertos en atraer y retener a los mejores podrán contrarrestar con más éxito las presiones demográficas, como el envejecimiento de la población y la desaceleración del crecimiento de la productividad. La carrera mundial por el talento no se trata únicamente de encontrar las mentes más brillantes, sino de asegurar el futuro económico.
Identificar a las personas que sobresalen, en especial en las comunidades desfavorecidas, es fundamental. Aunque también lo es el acceso más amplio a la educación. Mejorar la educación secundaria y postsecundaria, dotar a la juventud de competencias profesionales y fomentar entornos que promuevan la creatividad y la resolución de problemas también puede contribuir a reducir la desigualdad de oportunidades.
La economía del talento es todavía un campo emergente, aunque una cosa está clara: las políticas inteligentes que permiten a los individuos realizar su potencial pueden cambiar las reglas del juego para las sociedades en su conjunto. Esperamos que los artículos de este número despierten nuevas ideas entre las autoridades y los dirigentes. Al poner el foco sobre el talento, pretendemos inspirar un progreso real allí donde más importa: la expansión del ingenio humano para resolver los retos que caracterizan a nuestro tiempo.
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Las opiniones expresadas en los artículos y otros materiales pertenecen a los autores; no reflejan necesariamente la política del FMI.