Comprender mejor el crecimiento de la productividad es crucial porque desempeña un papel fundamental en el crecimiento económico

“La productividad no lo es todo”, escribió Paul Krugman en su libro de 1990, La era de las expectativas limitadas, “pero a largo plazo lo es casi todo”.

La productividad es uno de los cimientos de la prosperidad. La única forma de que un país eleve su nivel de vida de manera sostenible es produciendo más con los recursos existentes, o con recursos cada vez más escasos. No es posible hacerlo sin mejorar la productividad. Es así de sencillo.

Pero todos los otros aspectos relacionados con la productividad son sorprendentemente complicados. La productividad es difícil de explicar, es difícil de medir y, como lo evidencia el último par de décadas, es difícil de mejorar.

Sabemos que la productividad tiene que adquirir más preponderancia como motor del crecimiento sostenido a medida que nuestras sociedades envejecen. Pero no existe un consenso sobre cómo revertir la desaceleración generalizada del crecimiento de la productividad observada en casi todos los países en los últimos 20 años.

Algo especialmente desconcertante es el lento crecimiento de lo que los economistas llaman la productividad total de los factores —una manera de medir la eficiencia con que las empresas convierten el capital y la mano de obra en producto—, la parte que, en esencia, corresponde a la innovación y la tecnología.

Los aumentos más lentos de la productividad total de los factores explican más de la mitad de la desaceleración del crecimiento económico desde la crisis financiera mundial, según estudios del FMI. Una década más de crecimiento flojo de la productividad podría erosionar gravemente los niveles de vida y amenazar la estabilidad financiera y social.

En este número de F&D, investigadores de primera línea ayudan a explicar el declive de los aumentos de la productividad, la forma de contrarrestar estas tendencias y cómo dinamizar la economía.

Para encuadrar el tema, el economista de Yale, Michael Peters, analiza a fondo las causas de la desaceleración del crecimiento de la productividad en Estados Unidos. El menor dinamismo de la productividad en la mayor economía del mundo podría tener repercusiones globales. Según Peters, parte de la solución podría consistir en incrementar la inmigración para suplir los vacíos en la fuerza de trabajo y reforzar las reglas de la competencia para incentivar la innovación por parte de empresas más pequeñas, jóvenes y ambiciosas.

Estas pequeñas empresas pueden generar aumentos de la productividad, explica Ufuk Akcigit, de la Universidad de Chicago, quien analiza por qué el mayor gasto de Estados Unidos en investigación y desarrollo no está estimulando necesariamente la productividad. Sus investigaciones demuestran que las pequeñas empresas son más innovadoras que las grandes en proporción a su tamaño, lo que hace pensar que utilizan los recursos de investigación y desarrollo de manera más eficiente. A medida que crecen y dominan su sector, las empresas tienden a enfocarse más en proteger su posición en el mercado que en promover la innovación.

Pero si bien la innovación es precisamente lo que se necesita para reactivar el crecimiento de la productividad, no basta por sí sola. Las nuevas tecnologías y la transformación digital, sobre todo la inteligencia artificial, podrían, con el tiempo, sustentar un importante auge de la productividad, escribe el premio nobel Michael Spence. Pero para que el potencial económico de la inteligencia artificial se materialice en su totalidad, la tecnología debe estar al alcance de todos los sectores de la economía y de empresas tanto grandes como pequeñas.  

Las políticas también revisten importancia. En este sentido, los autores indican que las medidas que se adopten deben facilitar una reasignación más eficaz de los recursos de las empresas poco productivas hacia las empresas más pequeñas y emergentes, no solo las grandes que ya están afincadas en el mercado. Para ello, podrían contemplarse créditos fiscales específicos, subvenciones para la innovación en etapas iniciales, reconversión de la fuerza laboral y políticas que fomenten la competencia y reduzcan las barreras de entrada para los nuevos actores.

Resulta esencial comprender más cabalmente el crecimiento de la productividad dada la enorme incidencia que tiene en el crecimiento económico, algo que, como señala Daniel Susskind del King’s College de Londres, también exige un replanteamiento de la estrategia para ayudar a mejorar la vida de las personas. En definitiva, como explica el premio nobel Edmund Phelps, una sociedad productiva ha de permitir que las personas gocen de una “prosperidad colectiva” desde las bases.

Hay mucho más por descubrir en este número. Espero que estos artículos estimulen nuevas ideas y propicien debates más profundos.

GITA BHATT, Directora Editorial

Las opiniones expresadas en los artículos y otros materiales pertenecen a los autores; no reflejan necesariamente la política del FMI.