El dinero que los trabajadores migratorios envían a sus hogares proporciona ingresos estables a millones de personas en los países en desarrollo

Las remesas que los trabajadores migratorios envían a sus hogares constituyen ingresos vitales para millones de personas en las economías en desarrollo. La creciente brecha de ingreso entre las naciones más ricas y las más pobres, las presiones demográficas y los cambios en el propio planeta son factores que incrementarán el número de personas que migran en busca de oportunidades económicas. Esto, a su vez, potenciará el flujo de remesas en las próximas décadas.

Según estadísticas oficiales, el conjunto de remesas alcanzó un monto histórico de USD 647.000 millones en 2022, el triple de la asistencia internacional para el desarrollo. De hecho, el valor de las remesas realmente es mayor porque muchas personas envían dinero a través de canales informales que no se recogen en las estadísticas oficiales. Los ingresos de las remesas de Egipto superan a los generados por el canal de Suez, los de Sri Lanka a los de sus exportaciones de té y los de Marruecos a los procedentes del turismo.

India es la principal receptora de remesas del mundo. En 2022, se convirtió en el primer país en recibir más de USD 100.000 millones en remesas anuales. México, China y Filipinas también reciben cantidades importantes. En el caso de los países de menor tamaño o que se encuentran en situaciones de conflicto, esas transferencias son especialmente vitales. El dinero de los migrantes representa más del 20% del PIB en Tayikistán, Líbano, Nepal, Honduras, Gambia y otra docena de países.

Flujos estables

En momentos de crisis, las remesas proporcionan un salvavidas financiero. Los trabajadores migratorios suelen incrementar las sumas que envían a sus hogares tras un desastre natural, por ejemplo, para que sus familiares afectados puedan comprar comida o pagar alojamiento. Las remesas se suelen mantener estables incluso si el país de origen entra en crisis. Por ejemplo, durante las primeras fases de la COVID-19, en 2020, las remesas solo disminuyeron un 1,1%, en un año en el que los ingresos mundiales se hundieron un 3%. Los trabajadores migratorios desempeñaron un papel fundamental en la economía durante la pandemia, como doctores y enfermeras altamente capacitados y trabajadores de servicios esenciales. El cierre de los operadores de transferencias monetarias durante los confinamientos interrumpió los servicios de remesas, pero los trabajadores seguían enviando dinero a sus hogares por medios digitales. Las remesas se recuperaron con firmeza y aumentaron casi un 20% en 2021–22.

Estados Unidos es el principal país de origen de remesas, especialmente de las destinadas a América Latina y el Caribe. Los controles fronterizos más estrictos han atrapado a un creciente número de migrantes en los países de tránsito, como México y Guatemala. Un resultado sorprendente es el aumento de los flujos de remesas a los países de tránsito puesto que los migrantes varados reciben dinero de sus familiares. Lo mismo ocurre en las fronteras europeas, donde se envían más remesas a los migrantes varados en Marruecos, Túnez y Türkiye, por ejemplo. Estos flujos tienen un impacto positivo en las economías de acogida.

Los países del Consejo de Cooperación del Golfo son la segunda mayor fuente de remesas en dólares de Estados Unidos, pero la más importante, por mucho, cuando se calculan las remesas como porcentaje de su PIB. La proporción de trabajadores migratorios en el Golfo supera con creces el 90% de la población. Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos son importantes fuentes de remesas para Asia meridional, Norte de África y Asia sudoriental. De todas maneras, el crecimiento de las remesas procedentes de esta región podría variar. Los gobiernos de los países del Golfo están empezando a contratar menos trabajadores extranjeros como parte de una campaña para emplear a más locales. También están diversificando la contratación de extranjeros y optando por los de África y Asia Central.

Rusia es otra gran fuente de remesas. Tras la invasión de Ucrania en 2022, las remesas destinadas a Asia Central aumentaron drásticamente. Este aumento frustró las expectativas, especialmente tras las sanciones impuestas a través del sistema de pagos SWIFT, y fue el resultado de una escalada del precio del petróleo, la exportación más importante de Rusia y el principal factor que hace fluctuar el tipo de cambio del rublo. En consecuencia, el valor de las remesas en rublos aumentó cuando se denominaba en dólares.

Transacciones caras en África

Enviar dinero suele resultar costoso. En promedio, los clientes tienen que abonar USD 12,50 en costos de transacción cuando envían USD 200 a un país de ingreso bajo o mediano, según los datos del Banco Mundial. Esa cifra representa el 6,3% de la transacción y es más del doble de la meta establecida en los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas.

África es el lugar donde las transferencias de dinero resultan más caras, con costos de transacción de las remesas del 8%. Más de dos tercios de la migración transfronteriza en África se produce dentro del propio continente, y el flujo de remesas entre los países africanos es considerable. El costo de las múltiples conversiones de divisas, los controles de cambios y la falta de sistemas de pagos interoperables se suman a los costos de transacción.

Otro factor que influye en casi todos los países son los contratos de asociación entre los operadores de transferencias monetarias y los bancos nacionales y las oficinas de correos. Por ejemplo, puede costar más de USD 70 enviar USD 200 de Tanzanía a Uganda, lo que supone un exorbitante 35% de la transacción. Abaratar en solo 5 puntos porcentuales el envío de remesas disminuiría los costos en casi USD 30.000 millones al año en todo el mundo. La mayor parte de ese ahorro beneficiaría a los migrantes pobres y sus familias en las economías en desarrollo.

Las billeteras digitales a las que se accede a través de los teléfonos inteligentes son la opción más económica para enviar dinero. Las remesas digitales han aumentado rápidamente desde el inicio de la COVID-19, pero en la mayoría de las transferencias de remesas se sigue utilizando efectivo en uno o ambos extremos. El mercado de las remesas es notablemente oligopolístico: una estructura similar a la de un cártel con un reducido número de proveedores que ejercen control a través de sus propias redes exclusivas.

Los engorrosos reglamentos destinados a combatir el lavado de dinero y el financiamiento del terrorismo asfixian la competencia. Todas las transacciones de remesas se consideran sospechosas según el actual enfoque reglamentario basado en normas. Muchos bancos se niegan a prestar servicios de banca corresponsal a quienes envían dinero, especialmente las empresas de tecnofinanzas emergentes, porque temen incumplir los reglamentos. Estas prácticas de reducción de los riesgos han llevado a los bancos a cerrar las cuentas de muchos transmisores de dinero, especialmente de aquellos que operan en economías frágiles como Somalia.

El potencial de las remesas

Paradójicamente, cuando las personas no pueden hacer uso de los canales habituales para enviar dinero, recurren a vías irregulares. Esto dificulta la lucha contra los delitos financieros. Un enfoque basado en el riesgo que reduzca los requisitos reglamentarios para las sumas pequeñas (por ejemplo, inferiores a USD 200) podría servir para explotar el potencial de las remesas transfronterizas digitales. Allí donde la normativa ha permitido a las empresas de tecnofinanzas aprovechar las ventajas de la tecnología moderna, el costo del envío de remesas se ha reducido drásticamente.

Con una mejor normativa y menores costos, las remesas pueden aumentar la inclusión financiera. También se pueden aprovechar las remesas para ampliar el acceso de las personas a las cuentas bancarias, así como a productos de ahorro, préstamo y seguros. Además, las remesas pueden brindar a los países un mayor acceso a los mercados de bonos internacionales, al mejorar la sostenibilidad de la deuda y las calificaciones crediticias de la deuda soberana. Los ingresos futuros de las remesas también se pueden emplear como garantía en los préstamos. Los bancos comerciales en Brasil, por ejemplo, recaudaron más de USD 1.000 millones a bajas tasas de interés en 2002 mediante los bonos respaldados por las remesas futuras procedentes de Japón. Asimismo, los canales de remesas también pueden servir para movilizar los ahorros de la diáspora. Nigeria recibió USD 300 millones a través de los bonos de la diáspora en 2017. India ha obtenido de esta manera casi USD 10.000 millones de su gran diáspora.

De vez en cuando, los gobiernos intentan someter las remesas a tributación. Argumentan que los ingresos podrían utilizarse para fines productivos, aunque sería difícil aplicar este tipo de impuesto. Es posible que las personas simplemente opten por eludir los canales formales de remesas. Sería mejor que los gobiernos mejoraran el clima empresarial en sus países para que las personas invirtieran el dinero que reciben de sus familiares en el extranjero.

Las remesas seguirán creciendo. Está previsto que de aquí a 2050 más de mil millones de personas, en su mayoría de África y Asia Meridional, se incorporen a la población en edad de trabajar. En cambio, la población está envejeciendo en la mayoría de las economías. Este desequilibrio demográfico incrementará la oferta y la demanda de trabajadores migratorios. El cambio climático y los fenómenos meteorológicos extremos se sumarán a las presiones migratorias. A medida que el número de migrantes aumente y los pagos transfronterizos resulten más económicos y sencillos, las remesas seguirán constituyendo una fuente de ingresos estable para millones de personas y desempeñarán un papel vital en la economía mundial.

 

DILIP RATHA es economista principal en el Banco Mundial y asesor del Organismo Multilateral de Garantía de Inversiones.

Las opiniones expresadas en los artículos y otros materiales pertenecen a los autores; no reflejan necesariamente la política del FMI.