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Peter J. Walker traza una semblanza de la economista de Berkeley Emi Nakamura, quien ahonda en los detalles para responder a grandes preguntas

Una de las películas favoritas de Emi Nakamura cuando crecía en Alberta, Canadá, fue el drama documental de 1987 La carrera por la doble hélice. De ritmo rápido y contagioso en su entusiasmo por el método científico, relata la historia de cómo James Watson y Francis Crick descubrieron la estructura del ADN. “No hay nada peor que un hecho erróneo”, dice con ironía Crick en la película, exasperado por todas las teorías incorrectas que nublaban su pensamiento (antes de que las imágenes de rayos X del ADN, aportadas por Rosalind Franklin, lo condujeran a él y a Watson por el camino acertado). Esta es una cita que, recuerda Emi, sus padres economistas repetían para destacar la importancia de contar con datos sólidos.

Actualmente profesora de Economía en la Universidad de California, Berkeley, Nakamura, de 42 años, es conocida principalmente por investigar interrogantes macroeconómicos utilizando microdatos, datos que proveen información sobre las características de las personas, los hogares y las empresas a nivel individual. Desde hace tiempo se la ha considerado una estrella en ascenso de las ciencias económicas. En 2018, The Economist la incluyó entre los ocho mejores jóvenes economistas de la década. Un año más tarde le fue concedida la Medalla John Bates Clark —otorgada al economista estadounidense más influyente menor de 40 años— por su investigación sobre el estímulo fiscal y la rigidez de precios, un indicador de la frecuencia con que varían los precios.

“La labor de Emi ha esclarecido cuestiones fundamentales de macroeconomía, por ejemplo, sobre la determinación de precios, la naturaleza de la inflación y los efectos de la política fiscal”, comenta a F&D el profesor de Berkeley y ex Economista Jefe del FMI Maury Obstfeld. “El sello distintivo de su labor reside en una concienzuda atención a los datos y la fusión perfecta de teoría y métodos empíricos, que dan como resultado una identificación más convincente de los mecanismos económicos”.

Antes de incorporarse a Berkeley en 2018, Nakamura fue profesora de Economía en la Universidad de Columbia, y obtuvo su doctorado en la Universidad de Harvard. Nakamura conoció a su esposo, Jón Steinsson, otro profesor de Economía de Berkeley, cuando siendo estudiantes de licenciatura coincidieron en un curso de posgrado sobre econometría en la Universidad de Princeton. “Ella era extremadamente talentosa, e intelectualmente muy madura para su edad”, recuerda el asesor de Emi en Princeton, Bo Honoré. “No tenía duda alguna de que sería sumamente exitosa en cualquier ámbito de la economía en el que se especializara”.

Las vidas personal y profesional de Nakamura están estrechamente entrelazadas. Habitualmente escribe trabajos como coautora con su esposo, y de vez en cuando con sus padres, Alice y Masao Nakamura. También son economistas: Alice en la Universidad de Alberta y Masao en la Universidad de Columbia Británica.

Alice y Masao se conocieron en la Universidad Johns Hopkins en 1969 cuando Masao vino desde Japón a cursar una beca Fulbright. Ambos han desarrollado una brillante carrera académica. Alice es una renombrada académica en economía del trabajo y medición económica, mientras que Masao es muy conocido por su labor sobre negocios internacionales y economías asiáticas. La colaboración intergeneracional comenzó hace mucho tiempo con conversaciones en la mesa de la cocina acerca de la forma de construir estadísticas sobre indicadores como el PIB y la inflación.

Un tesoro enterrado

La pregunta sobre cómo medir grandes cosas se convertiría en la base de la misión académica de Nakamura. Una solución es responder preguntas macro utilizando datos micro, algo que “parece ser un reflejo para mí”, afirma. “A menudo no hay puntos de datos suficientes en los macrodatos para formular argumentos convincentes acerca de la causalidad. Observar los microdatos es una forma natural de ampliar el conjunto de datos”.

Una de las primeras incursiones importantes de Nakamura y Steinsson en la ampliación de los conjuntos de datos implicó el uso de microdatos relacionados con la rigidez de precios. “Los supuestos de determinación de precios son cruciales”, dice. “Que los precios sean rígidos o completamente flexibles marca una gran línea divisoria entre los modelos neoclásicos de la economía, donde la política monetaria no tiene efecto alguno, y los modelos keynesianos donde el estímulo monetario y el fiscal tienen efectos considerables. Parecía natural observar los microdatos para obtener más información sobre estos interrogantes”.

En un estudio anterior de Mark Bils de la Universidad de Rochester y Peter J. Klenow de la Universidad de Stanford (2004) se observó que los precios varían más frecuentemente de lo previamente estimado, permaneciendo la mitad de los precios menos de 4,3 meses; pero si bien su estudio fue el primero en utilizar microdatos de la Oficina de Estadísticas Laborales (BLS, por su sigla en inglés), usaron solo un extracto de los datos correspondientes a dos años, 1995–97. En “Five Facts about Prices” [Cinco hechos acerca de los precios] (2008), el trabajo más citado de Nakamura y Steinsson, los autores utilizaron microdatos reales de la BLS y ampliaron el conjunto de datos para cubrir el período de 1988 a 2005.

Fue una tarea minuciosa que implicó escudriñar montones de papel polvoriento en un cuarto sin ventanas de la BLS, pero distinguiendo entre las rebajas temporales de precios y los precios regulares, observaron que los precios regulares eran más rígidos de lo que Bils y Klenow estimaron. Dicho de otro modo, al quitar de la ecuación los descuentos promocionales, se mostró que los precios variaban menos en respuesta a la oferta y la demanda de lo que sus predecesores habían estimado.

“Las variaciones de precios registradas en los datos eran mucho más complicadas que en los modelos macro”, señala Nakamura. “Muchas de esas variaciones eran ofertas temporales que volvían al precio original, de modo que no parecían ser la clase de flexibilidad perfecta de precios que la gente imaginaba. Al mismo tiempo, si se observaban los precios regulares excluyendo las ofertas, las cosas se alineaban bien con las predicciones de algunos de los modelos. Los precios variaban con una frecuencia mucho mayor en tiempos de alta inflación”. Estas observaciones conllevan varias implicaciones, incluida la forma de monitorear con exactitud las variaciones de precios en toda la economía y la importancia de las políticas de intervención para administrar la economía.

El análisis relacionado con las variaciones de precios y la inflación fue moderado un tanto por el hecho de que la base de datos abarcaba un período de inflación relativamente baja. Una década más tarde, en “The Elusive Costs of Inflation” [Los costos elusivos de la inflación] (2018), Nakamura, Steinsson y otros coautores examinaron el período de una inflación más elevada entre 1977 y 1988. En este caso, la recopilación de datos fue aún más onerosa e implicó encargar un convertidor de microfilm hecho a medida, pero el esfuerzo rindió sus frutos. Los investigadores confirmaron de forma concluyente que los precios regulares sí se ajustaban más frecuentemente en períodos de mayor inflación, en concordancia con los modelos estándar.

Ellos han retomado el tema de la inflación en su trabajo más reciente, “The Slope of the Phillips Curve” [La pendiente de la curva de Phillips] (2022). La génesis del estudio reside en el análisis llevado a cabo por el laboratorio de políticas macro Macro Policy Lab, que realiza investigaciones macroeconómicas basadas en datos y pertinentes a las políticas, y del cual tanto Nakamura como Steinsson son investigadores principales. Volviendo a 1978, junto con sus coautores ellos observan que la pendiente de la curva de Phillips, que muestra la relación entre desempleo e inflación, es pequeña, y que se ha vuelto solo moderadamente menor desde comienzos de la década de 1980.

Esto supone que la desinflación de principios de la década de 1980 tuvo menos que ver con un mayor desempleo y más con las expectativas inflacionarias de la gente, que quedaron ancladas gracias al nuevo régimen monetario instituido por el Presidente de la Reserva Federal Paul Volcker. “La pertinencia de esto para el contexto actual”, concluye Nakamura, “es el énfasis que pone en las expectativas de inflación a largo plazo y la confianza en el régimen monetario; mantenerlas es esencial”. Y hoy, cuando los bancos centrales intentan frenar la inflación mientras el crecimiento declina, estos mensajes comportan un peso especial.

Orientados a objetivos

A Nakamura y Steinsson no les es extraño investigar los temas del día, como sucedió cuando esclarecieron el debate sobre el estímulo fiscal. La Gran Recesión puso el estímulo fiscal nuevamente sobre la mesa, pero “en el mundo académico era increíble ver cuán poco sabía la gente, y la evidencia era realmente limitada”, recuerda Nakamura, de modo que ellos se propusieron abordar esas deficiencias en “Fiscal Stimulus in a Monetary Union” [Estímulo fiscal en una unión monetaria] (2014).

Identificaron el gasto militar de Estados Unidos como el ámbito ideal en el cual concentrarse, porque si bien varía según la región, también es posible aislar el efecto del gasto en el crecimiento —el multiplicador fiscal— dado que las regiones de Estados Unidos tienen una política monetaria y tributaria común. Prestaron muy estrecha atención a los detalles, tomando nota de 40 años de compras militares que abarcaban desde la reparación de instalaciones militares hasta la compra de nuevos portaviones. Nakamura dice: “nuestro artículo aportó evidencia en el sentido de que el multiplicador fiscal podría ser grande”, en cuanto a que el estímulo fiscal podría impulsar significativamente el crecimiento.

Si bien gran parte de su investigación se focaliza en Estados Unidos, Nakamura y Steinsson frecuentemente miran al extranjero. Por ejemplo, en “The Gift of Moving” [El regalo de la movilidad] (2022) se inspiraron en la Islandia natal de Steinsson para estudiar un experimento natural relacionado con la movilidad social. El 23 de enero de 1973 hubo una erupción volcánica en las Islas Vestman frente a la costa sur de Islandia, que obligó a la evacuación inmediata de todos los habitantes. Después de la erupción, la mayoría de los habitantes regresaron, pero era menos probable que lo hicieran aquellos cuyos hogares habían sido destruidos.

Nakamura, Steinsson y Jósef Sigurdsson, de la Universidad de Estocolmo, rastrearon cómo les fue económicamente a los padres y sus hijos durante los 34 años subsiguientes. Lo hicieron estudiando datos detallados sobre ingresos, educación y vínculos genealógicos disponibles respecto de la población islandesa. Observaron que mientras que los niños que se mudaron tenían niveles más altos de ingresos y educación que si hubieran permanecido en el lugar, sus padres ganaban un poco menos. Una implicación más amplia, de alcance universal, es que esos grandes costos experimentados por los padres pueden disuadirlos de mudarse, obrando como una barrera a la movilidad social.

Las posibilidades de los hijos de llevar una vida mejor fueron un tanto sorprendentes, ya que la mayoría de ellos se mudó a zonas de ingreso más bajo. Como explica Nakamura, “las Islas Vestman son un maravilloso lugar para estar si nuestras habilidades se alinean bien con las oportunidades que ofrece la isla —la industria pesquera, que genera ingresos muy elevados— pero, si uno es un genio de la informática o un brillante jurista, entonces no será ese el lugar donde tales habilidades arrojen los mayores beneficios”.

En cuanto a lo que está por venir, Nakamura y Steinsson están actualmente trabajando en estudios en los que se analiza cómo las depreciaciones del tipo de cambio afectan la actividad económica, los efectos económicos de la ampliación del seguro de desempleo y el impacto de los métodos de ajuste estacional utilizados para las estadísticas gubernamentales.

Trabajando juntos

Podría decirse que en sus estudios Nakamura y Steinsson logran más trabajando juntos que si lo hicieran solos.

Por su parte, Steinsson señala la meticulosidad de Nakamura. “La respuesta abrumadora más frecuente cuando uno trata de explicarle algo a Emi es: ‘No entiendo’”, dice. “Es más difícil explicarle cosas a Emi que a cualquier otra persona que conozco. Pero esto realmente refleja sus altos estándares respecto a lo que significa entender algo y su dedicación a no tomar atajos a la hora de comprender los temas importantes de nuestra investigación”. 

“Jón siempre está presentándome nuevas ideas y también es fantástico destruyendo ideas”, dice Nakamura. “Cuando convenzo a Jón para trabajar en algo, que originalmente él no consideraba interesante, la idea se vuelve incuestionablemente mejor al tener que pensar en cómo sortear sus críticas. Esas pueden ser conversaciones difíciles: ¡a veces pienso que amenazarían nuestra relación como coautores si no estuviéramos casados!”.

Nakamura también ha fomentado constructivos mecanismos de colaboración académica con sus estudiantes. Uno de los estudiantes de doctorado que supervisa, David Bruns-Smith, recuerda que cuando él pasó de la informática a la economía, Nakamura programó de inmediato una reunión para compartir ideas e identificar fuentes de financiamiento, aun cuando él no contaba con experiencia previa de trabajo pertinente en economía. Algo que para él se destaca claramente es que “como Emi se enfoca con total precisión en el significado económico sustancial, nunca parece ser dogmática acerca de ningún marco formal en particular —solo lo que se supone que el formalismo representa en el mundo— y eso es perfecto para mí, dado que yo combino ideas tanto desde la informática como desde la economía”.

Nakamura solía ser la que buscaba orientación. Como estudiante, recuerda estar sentada en un sofá en la oficina de Bo Honoré en Princeton y reflexionar sobre un cartel que decía: “Cuestiona los supuestos”. En un momento de déjà vu, vería nuevamente el mismo cartel casi 20 años después al ser entrevistada por el profesor de Berkeley Jim Powell. “Jim me explicó que el cartel no fue pensado originalmente desde una perspectiva científica, sino que provenía de la contracultura hippie de Berkeley”, afirma. “Pero igual considero que es un magnífico consejo”.

PETER J. WALKER integra el equipo de Finanzas y Desarrollo.

Las opiniones expresadas en los artículos y otros materiales pertenecen a los autores; no reflejan necesariamente la política del FMI.