La suma de tres crisis —conflicto, COVID y cambio climático— da lugar a otra: el hambre
Un período de años de relativa estabilidad de precios llegó a su fin en 2021 cuando los precios de los alimentos aumentaron 23%, debido en parte a eventos meteorológicos extremos que mermaron las cosechas y a los crecientes costos de la energía. Luego vino la invasión rusa de Ucrania a finales de febrero, que elevó los precios a máximos históricos al perturbar los flujos de materias primas de dos de los mayores exportadores mundiales de trigo y otros alimentos básicos.
La invasión paralizó los otrora congestionados puertos de Ucrania en el mar Negro y dejó los campos desatendidos, y redujo la capacidad exportadora de Rusia. Los dos países representan una cuarta parte de las exportaciones mundiales de trigo y una quinta parte de las exportaciones de cebada y maíz, y más de la mitad de las de aceite de girasol, y suministran alrededor de una octava parte de todas las calorías que se comercian en el mundo.
Hay que señalar que los precios de los alimentos están subiendo en paralelo con el agravamiento de otros importantes desafíos mundiales y como consecuencia de ellos. La inflación está al alza y la pandemia sigue sembrando obstáculos en las cadenas de suministro, mientras que el cambio climático amenaza la producción en muchas de las regiones agrícolas del mundo, con más sequías, inundaciones, calor e incendios.
Además de desarticular la producción y los envíos de alimentos, sobre todo de Ucrania, la guerra también hace mella en la producción mundial de alimentos debido a su efecto en los fertilizantes, que ya cuestan más a raíz del encarecimiento de la energía. Rusia y Ucrania son grandes productores de nutrientes de cultivos basados en potasas, cuyos costos se han disparado debido a la guerra.
Y por si fuera poco, los precios del gas natural, crucial para la fabricación de fertilizantes, también han experimentado una escalada a causa de la guerra. Juntos, estos factores probablemente mantendrán elevados los precios de los alimentos el próximo año, ya que el rendimiento de los cultivos será menor si se utiliza menos fertilizante, y lo que se cultive será más caro de producir.
El proteccionismo también preocupa mucho. Muchos países están suspendiendo los envíos de granos y aceites de cocina, posiblemente por temor a las tensiones sociales. Hasta ahora más de veinte han impuesto restricciones a las exportaciones, según el Instituto Internacional de Investigación sobres Políticas Alimentarias. Esta confabulación de condiciones agrava las perspectivas de hambre a escala mundial.
Las cifras de desnutrición —el número de personas que no pueden satisfacer sus requisitos alimentarios a largo plazo— aumentaron drásticamente en alrededor de 118 millones de personas en 2020, tras haber permanecido en general estables durante varios años.
Los niveles de hambre aguda —el número de personas que no pueden satisfacer sus requisitos alimentarios a corto plazo— aumentaron en casi 40 millones el año pasado. El conflicto fue la principal causa de que 139 millones de personas en 24 países hayan tenido que enfrentar condiciones de crisis alimentaria o algo peor en 2021. Ahora, la guerra de Rusia en el granero de Europa está agudizando el riesgo de hambre e inanición para muchos millones más.
Las opiniones expresadas en los artículos y otros materiales pertenecen a los autores; no reflejan necesariamente la política del FMI.