El diseño de la política económica en un mundo más fragmentado
La inusual confluencia de fuerzas geopolíticas, económicas y tecnológicas a las que se está enfrentando el mundo podría resonar durante generaciones. La guerra nos está empujando hacia un período tenso de reajuste geopolítico, perturbaciones de la oferta, inseguridad alimentaria y energética, y mercados financieros más volátiles. Estos shocks podrían sacudir la estabilidad social y política en algunos países, así como debilitar la capacidad del mundo de afrontar su principal reto a largo plazo, el cambio climático.
Pierre-Olivier Gourinchas, del FMI, describe un repentino cambio geopolítico que pone de manifiesto fallas ocultas. Advierte de una fragmentación del mundo en “distintos bloques económicos con distintas ideologías, sistemas políticos, estándares tecnológicos, sistemas comerciales y de pago transfronterizos y monedas de reserva”.
En este número reunimos a respetados líderes de opinión para ayudarnos a entender estas tendencias —que se desarrollan en un contexto de lenta recuperación mundial, aumento de la inflación y reducción del margen de las políticas— y cuál es la mejor manera de responder.
La guerra en Ucrania representa el riesgo más inmediato. Nicholas Mulder argumenta que las sanciones contra Rusia tienen consecuencias sin precedentes que deben provocar un replanteamiento de su uso como arma de guerra económica. Giovanni Peri analiza el impacto económico de los refugiados que huyen de Ucrania. “Bajo la lupa” describe la crisis alimentaria que amenaza con el hambre a millones de personas. Otras contribuciones consideran el aumento de los precios de la energía provocado por la guerra como una oportunidad de estimular la transición hacia la energía verde. Y, mientras algunos autores predicen que la competencia geopolítica y las nuevas tecnologías acabarán con el predominio del dólar en las finanzas internacionales, Eswar Prasad argumenta lo contrario: estará cada vez más afianzado como moneda preferida a nivel internacional.
Un mundo más fragmentado, dice Tharman Shanmugaratnam, de Singapur, convierte en más urgente el aumento de la inversión en bienes públicos globales; y esto requerirá una colaboración público–privada sin precedentes y un multilateralismo más fuerte y eficaz.
Aún hay esperanza. Tal como nos recuerda la historiadora Patricia Clavin, las épocas de turbulencias pueden impulsar ideas y estimular a las partes relevantes y dar lugar a mejores formas de cooperación. Para Shanmugaratnam, la prioridad principal es “acomodar un mundo multipolar sin que llegue a estar más polarizado”.
Las opiniones expresadas en los artículos y otros materiales pertenecen a los autores; no reflejan necesariamente la política del FMI.