El futuro de Bretton Woods

16 de julio de 2019

Introducción

Buenas tardes. Gracias, Gobernador Villeroy de Galhau, por convocar a tan eminente grupo de personas para celebrar el 75o aniversario de las instituciones de Bretton Woods.

Sé que Christine Lagarde esperaba con interés dirigirse a ustedes en el día de hoy. Pero, una vez más, el FMI se encuentra en un período de transición. Afortunadamente, estamos acostumbrados a esto. Un tema principal al que me referiré hoy es que el FMI es una institución construida para adaptarse al cambio.

No se preocupen. En honor a Christine, me aseguraré de citar a una o dos figuras históricas.

Me complace muy especialmente que dos ex Directores Gerentes del FMI, Jacques de Larosière y Michel Camdessus, estén hoy aquí con nosotros. Trabajé durante sus mandatos al principio de mi carrera profesional en el FMI. Ambos saben mucho de cambios en el FMI.

A pesar de sus setenta y cinco años de historia, las instituciones de Bretton Woods han envejecido admirablemente. Nuestra colaboración es tan sólida como siempre, y quisiera agradecer a David Malpass y a Roberto Azevedo por continuar nuestras excelentes relaciones.

Hablando de asociaciones famosas, aquellos que han visto la última edición de Finanzas y Desarrollo, la revista trimestral del FMI, seguramente habrán observado una conversación que Madame Lagarde mantuvo con John Maynard Keynes.

En esta reunión imaginaria, Lord Keynes y Madame Lagarde charlan acerca del FMI.

Le agradó que el FMI se haya adaptado con éxito a numerosos desafíos surgidos a lo largo de los años y, sobre todo, que nuestro compromiso en pro de la estabilidad económica y financiera en un contexto multilateral y basado en reglas se haya mantenido firme.

¿Qué pasaría si pudiéramos subirnos a una máquina del tiempo —quizá prestada por el amigo de Keynes, H.G. Wells— y saltar 25, 50, o incluso 75 años hacia adelante? ¿Cómo serían el mundo y el FMI entonces?

Yo esperaría que Lord Keynes aún pudiera reconocernos, promoviendo el crecimiento y la estabilidad mundial y adaptándonos a las necesidades de nuestros países miembros. Ese viaje hacia adelante es lo que quisiera analizar con ustedes hoy.

Pero primero consideremos brevemente el pasado.

Los últimos 75 años

Los arquitectos de Bretton Woods se vieron profundamente influenciados por los acontecimientos ocurridos entre las dos guerras mundiales, cuando el multilateralismo y el orden liberal internacional se derrumbaron en medio del proteccionismo, el mal funcionamiento del patrón oro y las devaluaciones competitivas.

La implosión del comercio mundial profundizó la Gran Depresión y terminó avivando el fascismo, el comunismo y la guerra.

Pero de esos acontecimientos se extrajeron enseñanzas. Se entendió mejor cómo los intereses económicos nacionales y mundiales estaban interconectados.

Los fundadores determinaron en Bretton Woods que el desarrollo económico y la estabilidad financiera mundial son condiciones necesarias para la paz.

Como dijera la Reina Isabel II, ellos construyeron “una asamblea de instituciones internacionales para garantizar que nunca se repitan los horrores del conflicto”.

Fue el momento originario del multilateralismo.

Conocemos los resultados. Tremendos beneficios para el bienestar humano, en cuanto a esperanza de vida, nivel educativo y mortalidad infantil y materna. Un PIB per cápita mundial cinco veces mayor que en 1945. Más de mil millones de personas liberándose de la pobreza. Y otros miles de millones aprovechando los beneficios mutuos que genera el comercio mundial.

Me enorgullece haber pasado gran parte de mi carrera profesional en una institución que ha cumplido un papel central en esta historia.

En el curso de los años, nunca se ha celebrado una segunda conferencia de Bretton Woods, aunque somos una institución muy distinta de la que crearon nuestros fundadores. Entonces, ¿cómo ha ocurrido esto? Es porque hemos sido capaces de adaptarnos continuamente a circunstancias cambiantes a nuestro alrededor.

A Lord Keynes le agradaría constatar que el FMI se adaptó del sistema de tipos de cambio fijos adoptado en Bretton Woods al de tipos de cambio flexibles.

Y cómo abordamos las crisis de la deuda en América Latina, a partir del mandato de Jacques de Larosière.

Y cómo ayudamos a las economías que salían del comunismo y facilitamos la incorporación definitiva de muchas de ellas al FMI; y cómo hemos abordado lo que Michel Camdessus denominó las crisis del siglo XXI, aquellas que se derivaron de la explosión de los flujos transfronterizos de capital.

Al mirar hacia los próximos 75 años, el FMI deberá seguir adaptándose. Ese proceso ya está muy avanzado.

Analicemos las situaciones que podemos enfrentar en las décadas venideras.

  • Primero, cómo los cambios en el poder económico y financiero afectarán al papel del FMI.
  • Segundo, cómo el cambio tecnológico transformará las economías, creando nuevas oportunidades y desafíos de política económica, incluidos los servicios financieros.
  • Tercero, cómo las nuevas amenazas al multilateralismo servirán para probar si las instituciones de Bretton Woods siguen siendo relevantes.

Grandes cambios en la actividad económica

Permítanme referirme primero a los cambios en curso en el entorno económico mundial.

Desde que aquellas delegaciones de 44 países se reunieran en Bretton Woods, el FMI ha crecido y tiene actualmente 189 países miembros, casi la totalidad de la economía mundial.

Eso significa que, si bien podemos abordar cuestiones a escala mundial, el papel y los intereses de nuestros países miembros también están cambiando rápidamente.

El auge de China y de otras economías ha alterado fundamentalmente el panorama mundial. A medida que continúe la convergencia del crecimiento y el ingreso en las economías emergentes y en desarrollo, se prevé que la participación de las economías avanzadas en el producto mundial caiga desde el nivel actual, equivalente a más de la mitad, a alrededor de un tercio en el curso de los próximos 25 años.

Las poblaciones en proceso de envejecimiento en las economías avanzadas consumirán gradualmente el ahorro, al tiempo que otros países más jóvenes necesitan financiar inversiones. Y en un futuro no muy lejano, el aumento de la esperanza de vida y las decrecientes tasas de fecundidad indican que probablemente los cuestiones relacionadas con el envejecimiento se aplicarán a toda la economía mundial.

Esto podría tener profundas consecuencias para el comercio mundial y los flujos de capital.

Los centros de actividad económica se desplazarán en las próximas décadas. Los nuevos centros financieros aumentarán su importancia. Es posible que con el tiempo surjan nuevas monedas de reserva.

Durante todo este proceso, es nuestro deber mantener un sistema monetario internacional que sea suficientemente estable y robusto para facilitar los ajustes económicos que acompañarán estas colosales transiciones.

El libre comercio, los tipos de cambio flexibles y los movimientos de capitales no disruptivos son ingredientes esenciales para una economía mundial floreciente. Esa es la razón por la cual el papel de los organismos multilaterales —y especialmente del FMI— será más relevante que nunca. Si seguimos adaptándonos.

Afortunadamente, nuestros fundadores tuvieron la sabiduría de incorporar a nuestra estructura de gobierno un sistema basado en cuotas. Reconocieron la lógica ilusoria de un país, un voto para un organismo como el nuestro. A lo largo de nuestra historia y de cara al futuro, este enfoque permite que la estructura de gobierno se ajuste a la prominencia, los intereses y las responsabilidades crecientes de los países con un crecimiento más rápido. Muchos organismos no tienen esta flexibilidad incorporada y descubren que algunos países miembros sienten que no tienen la influencia que se merecen.

Aun así, es preciso que la estructura de gobierno del FMI siga evolucionando. Para que esto ocurra debemos seguir siendo una institución basada en cuotas. Y debemos tener en cuenta el hecho de que nuestras fórmulas no han podido mantener plenamente el ritmo. No podemos esperar que sea posible conservar nuestra proyección mundial y los recursos que necesitamos a menos que los países que están adquiriendo mayor importancia económica y que están dispuestos a asumir la responsabilidad correspondiente obtengan de manera adecuada mayor representación en el FMI.

Del mismo modo, hemos seguido adaptando las herramientas y políticas del FMI a esta cambiante realidad de la economía. La inclusión del renminbi en la cesta de DEG hace varios años demostró nuestra capacidad de cambiar al ritmo de los tiempos.

La conclusión final es esta: a medida que el poder económico se vuelva más diverso y difuso, mantener el enfoque en los retos comunes se hará más difícil. Entonces, la función fundamental del FMI como convocante, asesor de confianza y el arma contra las crisis financieras pasará a ser más importante en el futuro.

Adaptarse a las nuevas tecnologías

¿Y qué hay de los otros cambios que está experimentando la economía mundial?

Los avances tecnológicos ofrecen enormes oportunidades para acelerar la productividad y elevar los ingresos. Pero también conllevan cambios estructurales, creando ciertos empleos pero desplazando otros.

El mismo Lord Keynes advirtió ya en los años treinta acerca de la posibilidad de un “desempleo tecnológico”. Pero pensó que este llevaría a un mundo con ingresos elevados en el que la gente preferiría más tiempo libre que trabajo.

Las cosas han salido de otra forma. La gente está intranquila porque los constantes avances tecnológicos —por ejemplo, la inteligencia artificial— pondrán en peligro sus empleos e ingresos. Me referiré dentro de un momento al futuro del trabajo. Permítanme abordar primero una dimensión diferente de la tecnología: la innovación en los servicios financieros.

Lo que denominamos “fintech”, o tecnofinanzas, ofrece el potencial de elevar sustancialmente la eficiencia y la transparencia del sector financiero. Plantea desafíos para los operadores consolidados y los reguladores que tratan de abordar las nuevas fuentes de riesgos.

Estos cambios tienen desventajas muy reales, como los riesgos significativos derivados de los ataques cibernéticos y los ciberdelincuentes. Aun así, creo que estamos en la antesala de una transformación que podría generar enormes beneficios.

Al fomentar la competencia, podemos contribuir a reorientar la industria de los servicios financieros hacia su función de servir de manera más eficiente a la economía real y promover la creación de empleo.

Analicemos la capacidad que poseen las tecnofinanzas de poner fin a la exclusión financiera para los 1.700 millones de personas sin acceso a la banca en los países en desarrollo.

Se habla mucho del impacto de la banca móvil en África, un continente que necesita crear 20 millones de empleos por año en las décadas venideras tan solo para seguir el ritmo del crecimiento demográfico.

Esa es la razón por la cual, junto con el Banco Mundial, hemos desarrollado la Agenda de Bali sobre Tecnofinanzas, un marco para ayudar a nuestros países miembros a aprovechar la innovación, pero también para lidiar mejor con estos nuevos riesgos.

Un aspecto de particular relevancia ha sido el incipiente desarrollo de las monedas digitales de los bancos centrales, y la posible aparición de “criptomonedas digitales” con respaldo privado para realizar pagos digitales. El reciente interés que suscita la criptomoneda de Facebook, denominada Libra, pone de relieve la importancia de este aspecto. Estos nuevos instrumentos tienen por objetivo facilitar los pagos de la misma forma que Internet facilitó la información: realizar transacciones de forma segura, instantánea y casi gratuita.

Ayer publicamos un nuevo estudio en el que se destacan las ventajas, riesgos y cuestiones regulatorias que probablemente surgirán en los próximos años en el ámbito de las monedas digitales.

Los beneficios están claros: facilidad de uso, menores costos y alcance mundial. ¿Pero cuáles son los riesgos?

Hemos identificado varios de ellos: el posible surgimiento de nuevos monopolios, con implicaciones sobre cómo se monetizan los datos personales; el impacto en las monedas más débiles y la expansión de la dolarización; las oportunidades de realizar actividades ilícitas; las amenazas a la estabilidad financiera y los desafíos de las empresas que emitan y, por lo tanto, obtengan grandes sumas de dinero, ámbitos que previamente entraban en la competencia de los bancos centrales.

Por lo tanto, los reguladores —y el FMI— deberán redoblar sus esfuerzos. Debemos crear un entorno en el que puedan aprovecharse los beneficios de esta tecnología al tiempo que se minimizan los riesgos.

A esto me refiero cuando hablo de un FMI en constante proceso de adaptación. Cuando un desafío afecta al bienestar económico de nuestros países miembros, debemos estar preparados para estar allí.

Amenazas para la prosperidad mundial

Mientras nos adaptamos a las transformaciones tecnológicas, no podemos perder de vista las otras preocupaciones apremiantes.

El mundo en que vivimos está experimentando una serie de cambios más amplios que están contribuyendo a erosionar la confianza y la cohesión social, especialmente en las economías avanzadas. El comercio y la globalización – junto con la tecnología – están reconfigurando el mapa económico, y esto se siente de plano aquí en Europa, así como en Estados Unidos: enojo creciente, polarización política y populismo. Corremos el riesgo de estar atravesando por un anti- Bretton Woods.

Parte del problema reside en el surgimiento de una desigualdad excesiva. Este es un reto tanto nacional como mundial. Aunque los índices de pobreza han descendido en todo el mundo desde 1980, el 0,1% más rico de la población mundial ha concentrado prácticamente los mismos beneficios económicos que recibe el 50% más pobre.

Además, en el caso de muchos países en desarrollo la convergencia hacia los países de ingreso alto se ha estancado. Solo cuatro años atrás, estimábamos que llevaría alrededor de medio siglo para que los países de bajo ingreso alcanzaran el mismo nivel de vida que las economías avanzadas. Si la integración mundial trastabilla, puede llevar mucho más tiempo.

Algunos ven una falla intrínseca en el capitalismo. No estoy de acuerdo. El capitalismo recompensa a quienes asumen riesgos. Ese ha sido el motor de gran parte del éxito que hemos presenciado. Pero es un sistema imperfecto y es necesario corregir el rumbo.

Debemos probar que los beneficios de la globalización son mayores que sus costos y que la integración puede ayudar a abordar los retos que todos enfrentamos. Pero ahora mismo, en muchos aspectos, estamos perdiendo esa batalla. Por lo tanto, necesitamos una hoja de ruta. ¿Por dónde podemos empezar?

  • Primero, podemos usar la política fiscal para ayudar a abordar las desigualdades. Esto ha formado parte del conjunto de instrumentos económicos durante muchos años, pero recientemente el FMI ha elaborado una estrategia para el gasto social a fin de ayudar a nuestros países miembros en los próximos años.
  • A la vez que ayudamos a los países a recaudar los ingresos necesarios para atender sus gastos futuros, es esencial asegurar la equidad y la igualdad de condiciones. Esto significa que en el ámbito de la tributación internacional de las empresas debemos cerrar las lagunas, prevenir el traslado de beneficios a jurisdicciones fiscales más favorables y evitar una carrera hacia abajo.
  • Una cuestión conexa: También debemos luchar contra los flujos financieros ilícitos y el lavado de activos porque la corrupción mina la confianza en todas las aristas de la sociedad.
  • Otra prioridad importante es modernizar el sistema de comercio internacional, incluidos los servicios y el comercio electrónico. Esto ayudará a reducir las tensiones comerciales que amenazan con socavar el crecimiento mundial.
  • En lo que atañe al crecimiento económico mundial, cada uno de los países debe empoderar a las mujeres. En la época de Bretton Woods, el papel de las mujeres se limitaba al apoyo en tareas de secretaría. Afortunadamente, mucho ha cambiado desde entonces. Sin embargo, en alrededor del 90% de los países aún existen barreras jurídicas a la participación económica de la mujer. Hacer realidad el enorme potencial de las mujeres es algo de innegable importancia para la economía y debe ser una prioridad.

Y, por último, aunque sin duda no menos importante, debemos acelerar nuestra respuesta al cambio climático. El cambio climático representa uno de los mayores desafíos, como se reconoció en esta ciudad en 2015. Si no tomamos medidas, las consecuencias económicas serán nefastas.

Por este motivo, alentamos cada vez más a nuestros países miembros a participar en iniciativas de mitigación y adaptación asociadas al cambio climático, brindando asesoramiento acerca de los subsidios a la energía y la fijación de precios del carbono. También estamos ayudando a los países a incrementar su resiliencia ante los desastres naturales.

Es cierto que Lord Keynes podría sentirse sorprendido ante algunas de estas cosas, pero pienso que le gustaría ver que el FMI está tratando de resolver los problemas con visión de futuro.

Conclusión

Les había prometido que trataría de seguir el ejemplo de Madame Lagarde. En honor de nuestros anfitriones, permítanme entonces citar a Alejandro Dumas:

“Toda la sabiduría humana se resume en dos palabras: confiar y esperar”.

Si me permiten, con ocasión del aniversario de las institución de las instituciones de Bretton Woods, les diría lo siguiente:

“Confiar, sí. Pero no es el momento de esperar”.

En los años por venir actuaremos, y actuaremos juntos, permaneciendo fieles a los valores de nuestros fundadores y persiguiendo incansablemente los objetivos de estabilidad, prosperidad y paz.

Muchas gracias.

Departamento de Comunicaciones del FMI
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