El argumento económico en favor de empoderar a las mujeres

18 de noviembre de 2016

Señoras y señores, distinguidos invitados, buenas tardes.

Estoy encantada de regresar a Lima, la ciudad que organizó con gran éxito las Reuniones Anuales del FMI y el Banco Mundial el año pasado.

Me complace también tener la oportunidad de dirigirme a los encargados de la formulación de políticas y a los líderes de la comunidad empresarial de una región tan dinámica como el APEC —hogar del 40% de la población mundial y origen de un 60% del producto económico mundial.

En particular, me complace hablar de un tema que me es tan cercano: el empoderamiento de las mujeres.

Isabel Allende, la renombrada novelista chilena, dijo una vez: “Si una mujer está empoderada, sus hijos y su familia van a estar mejor. Si las familias prosperan, el pueblo prospera, y al final también lo hace todo el país”.

En las últimas décadas, mujeres de todo el mundo han logrado sobrepasar las barreras del nivel de educación, la participación económica e, incluso, la representación política. Según el último Informe sobre la brecha mundial de género (Global Gender Gap Report) del Foro Económico Mundial, América Latina es la región donde los progresos, en términos absolutos, han sido mayores en los últimos diez años, seguida de Asia y la región del Pacífico. Por tanto, en algunos aspectos, el APEC va a la cabeza.

Y, aun así, estos avances importantes no han sido suficientes para cerrar la brecha de género. A nivel mundial, solo 55% de las mujeres tienen la oportunidad de participar en la fuerza laboral, frente a 80% de los hombres. Las mujeres siguen ganando aproximadamente la mitad que los hombres por la misma clase de trabajo, y representan únicamente 20% de los parlamentarios de todo el mundo [1] .

Es evidente que, en muchos lugares, la igualdad de género sigue siendo un objetivo difícil de alcanzar. El argumento ético en favor de la equidad de género es claro. Como también lo es el económico.

Ahora que los países en todo el mundo luchan por alcanzar un crecimiento más rápido de sus economías y reducir la desigualdad, aprovechar el enorme potencial de las mujeres puede suponer un punto de inflexión. Incluso me atrevería a ir más allá: no hay que pensárselo dos veces.

La labor realizada por el FMI demuestra claramente que empoderar a las mujeres tiene efectivamente un irrefutable sentido económico. Y todos —gobiernos, sector privado e instituciones financieras internacionales— tienen un importante cometido.

1. ¿Por qué supone el empoderamiento de las mujeres un punto de inflexión?

En reiteradas ocasiones he manifestado que el crecimiento mundial ha sido demasiado bajo durante demasiado tiempo, y que además ha beneficiado a demasiado pocos. Algunos países afrontan transiciones, como el ajuste a la reducción de los precios del petróleo; otros se enfrentan a la fuerza inmutable del envejecimiento de la población y sus repercusiones sobre la fuerza laboral y el crecimiento de la productividad.

Las mujeres pueden ser la solución a estos problemas, básicamente por tres razones.

Primera razón: el empoderamiento de las mujeres puede impulsar el crecimiento y reducir la desigualdad. Si queremos que todo el mundo tenga un pedazo más grande de la torta, la torta tiene que crecer.

Los estudios que hemos llevado a cabo muestran que el incremento de la participación de la mujer en la fuerza laboral puede tener beneficios macroeconómicos significativos. Por ejemplo, si los países de América Latina aumentasen la participación laboral femenina hasta el nivel medio de los países nórdicos (que ronda el 60%), el PIB per cápita podría ser hasta un 10% más alto [2] .

La inclusión de género no solo respalda el crecimiento, sino que también es capaz de reducir la desigualdad del ingreso. Una vez más, nuestros estudios demuestran que pasar de un contexto de desigualdad de género perfecta a uno de igualdad de género perfecta equivale a reducir la desigualdad del ingreso de los niveles de Venezuela a los de Suecia [3] .

Así, una vez más, aprovechar el potencial de las mujeres no solo aumentará el tamaño de la torta, sino que hará que su reparto sea más equitativo.

La segunda razón por la cual el empoderamiento de las mujeres supone un punto de inflexión es que puede contribuir a mitigar los efectos demográficos.

Muchos países avanzados, y algunos de los emergentes también, tienen dificultades para elevar el potencial de crecimiento debido al envejecimiento de la población y la reducción de la fuerza laboral. Las mujeres pueden formar parte de la solución.

En Japón, por ejemplo, un incremento de la participación de la mujer en la fuerza laboral que la situase en los niveles del norte de Europa podría impulsar el crecimiento del PIB en hasta 0,4 puntos porcentuales durante los años de transición [4] . Como las tasas de crecimiento de Japón se situarán en torno al 0,5% este año y el próximo, los beneficios económicos pueden ser enormes.

Las consecuencias de dar empleo a un mayor número de mujeres muy calificadas sobre el crecimiento de la productividad en general podrían ser incluso más significativas: hasta 0,4 puntos porcentuales anuales en Canadá [5] .

Por tanto, el acceso de un mayor número de mujeres a la fuerza de trabajo ampliaría la reserva de talento del mercado laboral, impulsando la productividad y el crecimiento.

La tercera razón por la cual, en mi opinión, este es el punto de inflexión: una mayor participación económica de la mujer respalda la diversificación.

La caída de los precios del petróleo ha afectado especialmente a muchos países exportadores de materias primas. Es el caso de varios países del APEC, y de América Latina en general. Estos países afrontan ahora la ardua tarea de diversificar su economía para generar nuevos factores impulsores del crecimiento.

En este cometido, la inclusión de las mujeres puede ser de utilidad. En los países de bajo ingreso y en desarrollo, pasar de la desigualdad de género perfecta a la igualdad perfecta equivale a pasar de una economía muy poco diversificada a otra con una diversificación de las exportaciones normal [6] .

¿Cómo? Cerrar las brechas de género en educación amplía la reserva de capital humano, que es fundamental para la adopción e innovación tecnológicas. Cerrar las brechas de participación laboral incrementa también la capacidad de un país de crear y ejecutar ideas, algo esencial para la diversificación.

En resumidas cuentas: las mujeres son la solución a muchos de los problemas que afrontan hoy en día países de todo el mundo. Pueden cambiar las reglas del juego económico. La pregunta que debemos formularnos es clara: ¿Cómo podemos hacer para que más mujeres participen en la economía?

2. Cómo llegar al objetivo: El papel de cada uno

Los factores impulsores —y las trabas— son complejos y polifacéticos. Para reducir las brechas de género es necesario acordar un programa integral y contar con el compromiso de los gobiernos, el sector privado y las instituciones internacionales para con la equidad de género.

i) Gobiernos

Los gobiernos disponen de varias vías para demostrar su capacidad de liderazgo.

La política fiscal constituye un buen punto de partida, porque sabemos que su diseño puede ayudar a alcanzar los objetivos de igualdad de género.

Por ejemplo, las reformas fiscales que comportan una reducción de los impuestos sobre el ingreso secundario de una familia, que casi siempre es el de una mujer, pueden alentar a más mujeres a incorporarse al mercado laboral.

Canadá lo puso en práctica en la década de 1990, a través de una mejora de los incentivos de los ingresos secundarios, introduciendo recortes tributarios y prestaciones para las familias con hijos. Actualmente, la tasa de participación laboral femenina de Canadá está por encima del 80% y supera la de Estados Unidos, del 74% [7] .

También son importantes las políticas de respaldo a las familias, especialmente en los países de América Latina que han avanzado a pasos agigantados en la participación de las mujeres jóvenes en la fuerza laboral. Una vez que llegan a la edad fértil, es fundamental que existan políticas encaminadas a mantener su compromiso con el mercado de trabajo, y disponemos de muchos ejemplos de políticas que han funcionado.

En México, los servicios de guardería gratuitos o subvencionados prestados a través del programa Estancias Infantiles han contribuido a aumentar la probabilidad de que la madre tenga un trabajo. En Chile, el aumento del número de horas que los niños pasan en la escuela, a través del programa Jornada Escolar Completa, permite que las madres dispongan de más tiempo para trabajar más horas [8] .

Asimismo, los gobiernos pueden dar el ejemplo y ofrecer condiciones igualitarias a las mujeres. En más de 100 países existe por lo menos una traba jurídica que entorpece la participación económica de las mujeres. En algunos países, las mujeres no tienen derecho a firmar contratos, abrir una cuenta corriente o emprender acciones legales sin el consentimiento de su marido.

En este sentido, el caso de Perú representa un éxito notable. A partir de mediados de la década de 1990, Perú modificó las leyes que limitaban los derechos jurídicos de las mujeres. Una década más tarde, la participación de las mujeres en la fuerza laboral se había incrementado en 15 puntos porcentuales [9] .

Hemos observado resultados positivos similares también en otras regiones. Por ejemplo, luego de que Namibia reforzara los derechos jurídicos de las mujeres, entre ellos, la capacidad para firmar contratos, ejercer una profesión y abrir una cuenta de banco sin necesidad del permiso de su marido, la participación de la mujer en la fuerza laboral aumentó 10 puntos porcentuales.

Así pues, pequeños cambios jurídicos pueden marcar la diferencia.

ii) El sector privado

¿Y las empresas? Las empresas también pueden marcar la diferencia.

Uno de los ámbitos que reclama mayores avances es el acceso de las mujeres a puestos de responsabilidad y consejos de administración. Según nuestros estudios, añadir una mujer a la alta gerencia o al consejo de administración sin variar el número de miembros se asocia a un incremento del rendimiento de los activos de 8-13 puntos básicos [10] .

En resumidas cuentas: ampliar el número de mujeres con cargos de responsabilidad es bueno. No obstante, en abril de 2015, de cada 100 miembros de consejos de administración de grandes empresas que cotizan en bolsa en Europa solo 23 eran mujeres, y únicamente el 4% de los directores ejecutivos de estas compañías eran mujeres.

Empoderar a las mujeres es, además, una buena práctica empresarial. ¿Qué quiero decir con eso?

Según un estudio llevado a cabo recientemente por Google, una de las características que comparten sus equipos de éxito es la capacidad de crear zonas de "seguridad psicológica", es decir, espacios en los que todos sus miembros se expresan más o menos en la misma proporción y sin miedo a ser avergonzados [11] . Dicho de otra forma: los equipos que dan la palabra a todos sus miembros, incluidas las mujeres —que suelen ser más tímidas y no se atreven a hablar—, logran aprovechar la diversidad de opiniones en beneficio de una mejora de los resultados empresariales [12] .

Para fomentar la equidad de género, además de dar voz, las empresas pueden asegurar que exista paridad salarial por idénticos puestos de trabajo y ampliar el acceso a la licencia por maternidad.

El sector financiero también puede aportar su grano de arena a la inclusión financiera de las mujeres, ámbito en el cual el Perú ha registrado avances encomiables. En 2014, cerca del 90% de las empresas tenían acceso a una cuenta corriente. Sin embargo, el nivel de acceso de las mujeres se situaba solo en el 22%, así que claramente puede hacerse mucho más para que aumente el número de mujeres que se incorporan a la red financiera, también en el sector informal.

iii) Instituciones financieras internacionales

Las instituciones financieras internacionales también tienen su cometido.

Para empezar, la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres están ahora entre las 17 prioridades de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas para alcanzar el crecimiento inclusivo en 2030.

Sin embargo, para lograr este objetivo habrá que mejorar los datos y la investigación para comprender mejor los factores impulsores del empoderamiento de las mujeres y seguir su evolución. Es aquí donde entran en juego instituciones como el FMI.

En los últimos años, hemos intensificado el estudio de temas de género. Muchos de los ejemplos a los que me he referido anteriormente se basan en este conjunto cada vez mayor de estudios. E iremos todavía más allá: pondremos en práctica estas conclusiones a través de nuestra labor de supervisión y nuestros programas.

Por ejemplo, hemos comenzado a incorporar objetivos de igualdad de género a las Consultas anuales del Artículo IV, donde la participación económica de las mujeres puede tener repercusiones importantes. Asimismo, hemos completado el análisis de 13 países, lo cual nos permitirá ofrecer recomendaciones de política "a medida" en materia de equidad de género.

Por otro lado, hemos incluido el objetivo de incrementar la participación económica de las mujeres en un programa respaldado por el FMI en Jordania. Y lo mismo estamos haciendo con el programa que anunciamos recientemente para Egipto, centrado en mejorar la seguridad de las mujeres en el transporte.

Queda muchísimo por hacer, pero la labor de promoción de la equidad de género definitivamente ha comenzado.

Conclusiones

En las dos últimas décadas, los países del APEC han avanzado notablemente hacia la mejora de la participación económica de las mujeres y se encuentran ahora en buenas condiciones para liderar el camino a seguir.

El FMI será su aliado en tan arduo proyecto.

Gracias.



[1] Foro Económico Mundial (2016). The Global Gender Gap Report 2015.

[2] Natalia Novta, Alejandro Werner y Joyce Wong (2016). Women at Work: Remarkable Achievement in Latin America and the Caribbean.

[4] Véase Chad Steinberg y Masato Nakane (2012). “Can Women Save Japan? Documento de trabajo del FMI 12/248.

[5] Véase Christine Lagarde (2016). To Boost Growth: Employ More Women. Concretamente, un incremento de un punto porcentual de la participación laboral de las mujeres con estudios superiores podría elevar el crecimiento general de la productividad laboral de Canadá entre 0,2 y 0,4 puntos porcentuales anuales.

[7] Véase Christine Lagarde (2016). To Boost Growth: Employ More Women.

[8] Natalia Novta, Alejandro Werner y Joyce Wong (2016). Women at Work: Remarkable Achievement in Latin America and the Caribbean.

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