Empoderamiento: Conferencia Amartya Sen, Por Christine Lagarde, Directora Gerente, Fondo Monetario Internacional
9 de junio de 2014
Por Christine LagardeDirectora Gerente, Fondo Monetario Internacional
Londres, 6 de junio de 2014
Buenas noches. Es un gran honor estar aquí, en esta tan renombrada cuna intelectual, para rendir homenaje a uno de los mayores intelectuales de nuestros tiempos. Quisiera agradecer de manera especial al Profesor Craig Calhoun por su gentil presentación; sé que el Profesor Calhoun es un gran líder en su profesión y dirige con amplio talento la Escuela de Economía de Londres.
La Escuela de Economía de Londres es una de las universidades más prestigiosas del mundo. Cuenta entre sus ex alumnos a 34 gobernantes mundiales y 16 ganadores de Premios Nobel.
Uno de esos Nobel le pertenece, desde luego, al brillante Amartya Sen. En la actualidad son pocos los economistas que ejerzan en un campo de acción tan amplio, que abarca desde las complejas matemáticas de la elección social hasta las nobles teorías de la filosofía moral, y en el que se fusionan un profundo rigor teórico con una preocupación genuina por los pobres y los marginados.
Amartya Sen siempre ha comprendido que las cuestiones económicas están estrechamente relacionadas con las cuestiones de justicia y equidad. En este sentido, sigue las huellas de los grandes pensadores económicos del pasado.
Hoy en día, en especial a raíz de la crisis mundial, los miembros de la profesión están planteándose preguntas sobre las que Amartya ha reflexionado toda su vida. Su voz fue profética, y ahora con toda razón puede ser considerada la consciencia de la Economía.
El tema que quiero tratar esta noche se sitúa en la intersección de la Justicia con la Economía: me refiero al empoderamiento. El empoderamiento no es sino la oportunidad económica, la capacidad de cada persona para elegir libremente la trayectoria de su vida en función de sus talentos y aptitudes. Es la remoción de los obstáculos que impiden que la vida humana verdaderamente florezca.
Quisiera abordar los tres niveles diferentes del empoderamiento:
- Primero, el empoderamiento de la persona— y lo que esto implica para las políticas económicas.
- Segundo, un aspecto que es necesario para facilitar el empoderamiento de la persona: el empoderamiento de las instituciones.
- En tercer lugar, lo que se necesita a su vez para ayudar a las economías a florecer: el empoderamiento del multilateralismo.
Empoderamiento de la persona
Permítanme comenzar con el empoderamiento de la persona. El empoderamiento se enfrenta, sin duda, a muchos obstáculos. Me referiré a dos de ellos: los obstáculos basados en las disparidades de ingreso y los obstáculos basados en las disparidades de género.
Disparidades de ingreso
Comencemos con las disparidades de ingreso. En general, la brecha entre ricos y pobres se ha ensanchado mucho en los últimos años. En muchos países, los ricos ahora se quedan con una mayor proporción de sus ganancias que en cualquier otra etapa de la posguerra. Quizá logramos evitar una segunda Gran Depresión, pero no hemos evitado una segunda Edad Dorada.
Y si bien regiones como América Latina y África subsahariana están logrando importantes avances económicos, su ímpetu aún está frenado por el gran obstáculo de la desigualdad.
Creo que puedo intuir lo que Amartya Sen pensaría al respecto. Diría que deberíamos ver más allá de la disparidad de ingreso y preocuparnos por un conjunto más amplio de disparidades: como las disparidades en salud, educación, desempleo y exclusión social.
Esta es una observación sumamente importante. En este sentido, la contribución del Profesor Sen es verdaderamente innovadora. A lo largo de varias décadas ha desarrollado una forma de enfocar la desigualdad que se basa no tanto en el ingreso sino más bien en la capacidad. Es decir, este enfoque considera las ventajas que tienen las personas en función de sus capacidades para hacer las cosas que valoran. Se centra en la oportunidad, en que la persona cuente con los medios para vivir bien.
Pero yo diría que existe un vínculo íntimo entre la versión moderna de desigualdad y estas nociones más generales de la oportunidad.
En las sociedades más desiguales, demasiadas personas carecen de las herramientas básicas para salir adelante: una buena nutrición, atención de la salud, educación, aptitudes y finanzas. Esta circunstancia puede crear un círculo vicioso en el que la inseguridad económica lleva a las personas a invertir muy poco en el desarrollo de aptitudes y en educación. Como señaló Andrew Haldane, del Banco de Inglaterra, “la pobreza castiga tanto la mente como el bolsillo”.
En las sociedades más desiguales también se observan niveles más bajos de satisfacción. Se nota menos movilidad en las distintas generaciones.
En definitiva, una desigualdad excesiva puede dificultar el empoderamiento de las personas. Y como es lógico, también impide un crecimiento económico sostenido, tal como lo señalan investigaciones recientes del FMI.
Por esta razón pienso que las políticas que combaten la desigualdad excesiva del ingreso son beneficiosas para todos: si se seleccionan y calibran bien, pueden estimular el empoderamiento y el progreso económico. Me refiero por ejemplo a las políticas de estímulo del gasto en salud y educación, las políticas activas del mercado laboral y las prestaciones relacionadas al empleo.
Y aquí quisiera decir algo sobre la educación, que sigue siendo un agente de empoderamiento singularmente eficaz. En un mundo marcado por desigualdad, tenemos que lograr que la educación sea asequible para todos.
El FMI se ha sumado a este movimiento. En cooperación con una entidad sin fines de lucro, hemos elaborado un programa de aprendizaje en línea para funcionarios públicos, y también lo hemos puesto a disposición del público en general. Estos cursos masivos en línea (MOOC) refuerzan conocimientos y aptitudes en los ámbitos de actividad del FMI, y por lo tanto incrementan la capacidad de las personas para entender y participar mejor en las políticas y decisiones económicas que inciden en sus vidas.
Disparidades de género
Permítanme ahora referirme al segundo obstáculo del empoderamiento: las disparidades de género. Este es un tema que me mueve mucho, y sé que al Profesor Sen también.
A nivel mundial, la mujer gana solo tres cuartas partes de lo que gana el hombre, incluso en la misma profesión y con el mismo nivel educativo. Las mujeres están subrepresentadas en el sector formal y sobrerrepresentadas en el sector informal. Dedican el doble de tiempo que los hombres a tareas domésticas, y cuatro veces más tiempo al cuidado de los niños. Representan un 70% de los mil millones de personas que subsisten con menos de un dólar al día, y son las primeras en sucumbir en una crisis económica.
Las mujeres también están excluidas de los cargos de liderazgo, ámbito en el que el género parece importar más que las cualificaciones. Y cuando llegan a la cima, es más probable que sean despedidas.
En resumidas cuentas, el potencial de la mujer está infrautilizado, infrarremunerado e infravalorado, y la mujer está sobreexplotada.
Esto tiene que cambiar. Sí, es una cuestión de justicia, pero también de economía básica.
Amartya Sen fue uno de los primeros en crear consciencia en torno a esta cuestión, en dirigir la atención al escándalo de la “pérdida” de mujeres, mujeres que probablemente estarían vivas si hubieran sido hombres, y que murieron por la falta de cuidado y la falta de respeto, faltas que se reflejan, por ejemplo, en las deficiencias de nutrición y de cuidado de la salud.
Según ciertas estimaciones, el mundo ha perdido hoy más mujeres que todos los hombres muertos en todas las guerras del siglo XX.
Esto es alarmante y espantoso. Es sin duda una de las causas morales más importantes de nuestros tiempos.
La solución, como Amartya ha sostenido por mucho tiempo, está en amplificar la voz y la capacidad de acción de la mujer, a través de su independencia y su empoderamiento.
¿Qué significa esto en la práctica? Significa centrar la atención en la educación, en los derechos de propiedad y en las oportunidades de empleo fuera del hogar.
Una vez más, el empoderamiento se logra con educación. La educación de la mujer también genera ventajas para la sociedad en general. Los datos indican que las mujeres son más altruistas: según un estudio, las mujeres destinan hasta 90% de sus ingresos a salud y educación, en comparación con apenas 30% a 40% en el caso de los hombres.
Lo mismo se puede decir de la participación económica de la mujer. Las mujeres son los verdaderos agentes de la demanda agregada, y representan el 70% del gasto de consumo mundial. La eliminación de las disparidades de género en la participación en la fuerza laboral puede dar lugar a grandes aumentos del ingreso per cápita, especialmente en regiones como Oriente Medio y Norte de África (27%) y Asia meridional (23%).
Es por esto que el FMI ha estado recomendando políticas con miras a incentivar la participación femenina en lugares como Corea y Japón, donde las mujeres aún no son tan visibles como deberían serlo.
En definitiva, no hay atajos para lograr una economía dinámica; la economía tiene que construirse desde las bases, a partir de la capacidad de actuar de cada persona.
Empoderamiento de las instituciones
Esto me lleva a mi segunda idea: el empoderamiento de las instituciones. Cuando las personas luchan por alcanzar su potencial, no lo hacen en un vacío. Tienen que sortear el denso bosque de instituciones y estructuras de gobierno que rodean a la economía.
Estas instituciones son importantes y, dependiendo de cómo estén diseñadas, pueden constituir una ayuda o un obstáculo, un impulso o un lastre.
Las buenas instituciones se asientan sobre los principios de la rendición de cuentas, la transparencia y la imparcialidad. Facilitan el empoderamiento al permitir que el éxito dependa de la competencia y no de los contactos, de la participación y no de la influencia, al ofrecer una mano abierta en lugar de un puño.
Esta noche quisiera mencionar un subconjunto más reducido de instituciones, aquellas que contribuyen directamente al bienestar económico al brindar marcos sólidos para la política fiscal, la política monetaria y la supervisión del sector financiero. Sin instituciones adecuadas en estos ámbitos, y sin gente preparada para dirigirlas, las políticas serán ineficaces, y las rutas hacia el empoderamiento estarán bloqueadas.
Como dijo Amartya Sen: si queremos mejores aptitudes, necesitamos mejores capacidades.
Permítanme referirme al FMI en este contexto. Como probablemente saben, el mandato del FMI es velar por la estabilidad económica y financiera mundial.
Lo que quizá no sepan es que una de las principales formas de cumplir este mandato es ayudando a los países a diseñar, construir y reforzar sus instituciones. A través de la asistencia técnica y la capacitación, servimos como conducto mundial para el intercambio de conocimientos y técnicas.
En pocas palabras: ayudamos a que los países se ayuden a sí mismos, que es precisamente de lo que trata el empoderamiento.
En términos generales, una cuarta parte de nuestro presupuesto se destina al fortalecimiento de las capacidades. Desde 2008 hemos proporcionado capacitación a casi todos nuestros 188 países miembros, y asistencia técnica a 90% de ellos. Los países de bajo y de mediano bajo ingreso reciben dos tercios de la asistencia técnica y la mitad de la capacitación que brindamos.
Nuestro interés se centra sobre todo en los elementos básicos de la estabilidad macroeconómica, en tareas como mejorar los sistemas tributarios, gestionar mejor los fondos públicos, reforzar la supervisión del sector financiero y afianzar la calidad de las estadísticas económicas.
Claro que el FMI no es la única entidad que se dedica a estas tareas. Muchas otras —entre ellas nuestra institución hermana, el Banco Mundial— también están realizando una magnífica labor en este sentido, ayudando a la gente de una manera que respete su propia iniciativa. Y es el generoso financiamiento de los donantes lo que posibilita gran parte de nuestra labor.
Ejemplos de países
Pero en lugar de hablar en términos generales, permítanme darles una idea concreta y vívida de lo que estamos haciendo en la práctica.
Comencemos con Myanmar, el tercer mayor receptor de nuestra asistencia técnica. Hoy en día Myanmar está saliendo de medio siglo de aislamiento, y décadas de inercia y desvinculación durante las cuales el aprendizaje era limitado, las universidades estaba atrofiadas y los desplazamientos estaban restringidos.
Hasta hace poco, la economía estaba poco integrada con el resto del mundo. El banco central formaba parte del ministerio de Hacienda. El proceso presupuestario era anticuado y gran parte de los datos se llevaban a mano.
Junto con otros donantes, hemos unido fuerzas con Myanmar y hemos ayudado al país a dar esos primeros pasos cruciales: establecer un banco central independiente, eliminar las restricciones cambiarias y poner en marcha un mercado cambiario.
Ahora estamos brindando asistencia en funciones básicas como administración tributaria, supervisión del sector financiero y estadísticas económicas.
Estamos ayudando a Myanmar, un país que no solo está despertando, sino que está rebosando de energía y dinamismo. Lo constaté de primera mano cuando estuve ahí en diciembre del año pasado. Todas las personas con las que hablé —entre ellas la asombrosa Aung San Suu Kyi— decían lo mismo: el país debe tener fundamentos asentados para poder despegar económicamente.
Todas comprendían la importancia de incrementar los ingresos tributarios —que equivalen a apenas un 7% del PIB— con el fin de generar fondos para gasto esencial en salud, educación e infraestructura. Todas comprendían la necesidad de forjar un sector financiero moderno, para que la gente — incluidas las mujeres y los habitantes en zonas rurales— pueda aprovechar su propio potencial gracias al acceso al crédito.
Me he centrado en Myanmar por su singular resurgimiento, pero puedo contarles historias similares de un sinfín de otros países.
En Camboya, por ejemplo, estamos ayudando a implantar un marco jurídico para restablecer la confianza en el sistema financiero. Una herencia del régimen de terror del Khmer Rouge fue la total desintegración del sistema bancario: la gente guardaba su dinero debajo del colchón en lugar de depositarlo en los bancos. Sin embargo, Camboya necesita un sistema financiero dinámico para el desarrollo rural y el empoderamiento de la gente. Los resultados están a la vista: hace una década, los bancos prácticamente no existían en las zonas rurales; ahora abundan.
Otro ejemplo es Kosovo, que no hace mucho se independizó y salió de una situación de conflicto. En poco tiempo ha avanzado notablemente en la construcción de los cimientos de una economía de mercado moderna. Con capacitación y asistencia técnica práctica, Kosovo creó desde cero un nuevo banco central. Y así como en su momento recibió capacitación sobre cuestiones de política monetaria, ahora el país brinda capacitación a otros bancos centrales.
Podría también hablar de Perú, una de las economías más dinámicas del mundo. Perú está avanzando a pasos agigantados, y sin embargo su capacidad para recaudar impuestos está rezagada: la elusión y evasión tributarias privan al país de una quinta parte de sus ingresos. Con nuestra asistencia, Perú ahora está reforzando la recaudación y la gestión de sus finanzas públicas. Esto significa que el país puede gastar más en programas sociales de importancia vital, como Juntos, un programa de transferencias monetarias condicionadas que garantiza a los niños pobres acceso al cuidado de la salud y la educación.
Podría también mencionar a los países árabes en transición, cuyos ciudadanos están procurando empoderarse a través de principios probados a lo largo del tiempo, como la oportunidad, la imparcialidad y la dignidad. Estamos ayudando a estos países a sentar las bases económicas para nuevas sociedades, en áreas clave como la política y la administración tributarias, la reforma del sector financiero, la política monetaria, los mercados de capitales y las estadísticas. Y estamos haciéndolo sobre el terreno, a través de un centro regional de asistencia técnica y un instituto regional de capacitación.
Como último ejemplo, permítanme citar el caso de África subsahariana. Hace apenas una semana celebramos una importante conferencia en Mozambique sobre el ascenso de África, una historia que quizá no se valora lo suficiente pero que es una de las más importantes de nuestro tiempo. Muchos países africanos están dotados de abundantes recursos naturales, pero, como bien sabemos, esa bendición puede convertirse fácilmente en una maldición. Por lo tanto, es importantísimo instaurar regímenes fiscales sólidos para gestionar los ingresos generados por los recursos naturales, para el bien de esta y futuras generaciones. Este fue un tema central de la conferencia, y estamos proporcionando asistencia técnica en este ámbito a países como Kenya, Mozambique y Tanzanía. Gran parte de la ayuda práctica que brindamos en África se suministra a través de nuestros cinco centros regionales de asistencia técnica, en Gabón, Ghana, Côte d’Ivoire, Mauricio y Tanzanía.
Este es tan solo un aspecto del fortalecimiento de las capacidades que ofrece el FMI. El mensaje de fondo me parece que está claro: el empoderamiento de la gente depende fundamentalmente del empoderamiento de las instituciones, que deben estar sujetas a rendición de cuentas, transparencia e imparcialidad.
Y a medida que la economía mundial se vuelve más intricada e interconectada, las instituciones —y la gente que está detrás de ellas— tendrán que mantenerse a la par de estos cambios. Por lo tanto, será necesario empoderar continuamente a las instituciones en todos nuestros países miembros, no solo en los más pobres.
Empoderamiento del multilateralismo
Con esto paso a mi tercera idea de la noche: el empoderamiento del multilateralismo. En un sentido muy básico, los desafíos actuales se están transformando cada vez más en desafíos mundiales. El empoderamiento hoy en día depende no solo de lo que está sucediendo en nuestro propio país, sino también de lo que ocurre en el resto del mundo.
Sé que esta Escuela comparte esta visión, dados su alcance y su mentalidad mundial. Puedo notarlo en este salón.
Vivimos en un mundo que está convergiendo y distanciándose en forma simultánea. La convergencia se debe a la densa e intrincada red de interconexiones que envuelven a nuestra economía mundial, en ámbitos como el comercio, las finanzas, la tecnología y las comunicaciones. Mientras que el distanciamiento obedece a la dispersión del poder en el mundo, hacia regiones geográficamente más diversas y actores mundiales más diversos, hacia una mentalidad más tribal.
Si nos descuidamos, esta tensión entre la integración y la fragmentación podría dar lugar a indecisión, estancamiento e inseguridad.
Al mismo tiempo, la sostenibilidad de la economía mundial enfrenta enormes amenazas, amenazas que nos afectan a todos, donde quiera que vivamos. Me refiero a los inmensos cambios demográficos, los peligros del cambio climático, las tensiones de la desigualdad creciente, el desarrollo de estados frágiles.
Problemas de esta magnitud no pueden resolverse con soluciones locales o mentalidades estrechas. Exigen una noción de interés común y civismo colectivo. Exigen un espíritu renovado de multilateralismo.
Una vez más, el Profesor Sen tiene mucho que decir al respecto. Ha sostenido que tenemos que asumir las responsabilidades derivadas de nuestra humanidad compartida, algo que expresó de esta manera, “afirmar que en realidad no debemos nada a otros que no están a nuestro alrededor … significaría que los límites de nuestras obligaciones son en efecto muy restringidos”.
Este es el peligro de nuestra economía mundial moderna: si nos refugiamos a puerta cerrada, levantamos muros y obstáculos, creamos barreras contra la oportunidad, contra el empoderamiento.
Dicho de otro modo: si para mejorar las aptitudes hay que mejorar las capacidades, entonces también hay que mejorar la cooperación.
Como dijo alguna vez Charles Dickens, “los hombres que aprenden a resistir, son los que llaman a todo el mundo, hermano”.
Este es otro ámbito en el que pienso que el FMI puede desempeñar un papel crucial. De hecho, hemos venido desempeñando ese papel por 70 años, ya que somos el fruto de ese visionario “momento multilateral” de la posguerra, cuando las naciones pusieron el bien mundial por encima de sus intereses individuales, apostando a que las ventajas de la cooperación se esparcirían a lo largo y ancho del planeta. Esta apuesta siempre ha rendido fruto.
Ya me he referido a la función que cumple el FMI al ayudar a los países a fortalecer las capacidades. La institución también desempeña un papel como intermediador mundial de la cooperación, al congregar a 188 países para que compartan conocimientos, colaboren hacia un fin común y se ayuden mutuamente en momentos de necesidad.
Los instrumentos de colaboración creados durante esos años formativos también han ido superando bastante bien la prueba del tiempo. Deben ser preservados y protegidos. Esto requiere modernizar plenamente instituciones como el FMI, lograr que representen cabalmente la actual realidad económica mundial. En eso estamos trabajando ahora y sigue siendo una misión aún no cumplida.
Pero también tenemos que seguir avanzando hacia lo que he denominado un “nuevo multilateralismo” para el siglo XXI. El nuevo multilateralismo tiene que establecer lazos no solo con las potencias emergentes en todo el mundo, sino también con las crecientes redes y coaliciones que se encuentran íntimamente integradas en la estructura de la economía mundial.
Tenemos que invertir en este tipo de capital social mundial. Tenemos que impulsar esta idea de una sociedad civil mundial, una sociedad que dé cabida a todas las voces, que tenga una amplia perspectiva mundial y que adopte una verdadera visión de largo plazo. Una visión de la que Amartya Sen pueda sentirse orgulloso.
Con un marco así, creo que la comunidad internacional podrá eliminar obstáculos y desentrañar oportunidades, creando el espacio para que todos prosperen, y para que todos sean dueños de su destino.
Conclusión
Para concluir, permítanme acudir a la sabiduría de Charlotte Brontë, quien dijo que los males pueden conjurarse “mientras la libertad nos preste sus alas y la esperanza nos guíe con su estrella”.
Esto es verdaderamente en lo que consiste el empoderamiento: libertad, dignidad, oportunidad.
Tenemos que hacer todo lo que esté a nuestro alcance para que la gente pueda ayudarse a sí misma, para que pueda levantarse por sus propios medios, apoyándose en políticas, instituciones y modalidades de cooperación internacional.
Al emprender esta travesía, tener a Amartya Sen como guía no es un mal augurio. Después de todo, él ya ha estado navegando estas aguas por muchos años. Las conoce bien. Y ha estado pensando en las soluciones desde mucho antes de que la mayoría de nosotros nos diéramos cuenta de los problemas.
Muchas gracias.
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