Discurso: Medidas enérgicas para asegurar el crecimiento perdurable
5 de abril de 2016
Christine Lagarde, Directora Gerente del Fondo Monetario InternacionalUniversidad Goethe, Fráncfort, 5 de abril de 2016
TEXTO PREPARADO PARA LA INTERVENCIÓN
Buenos días. Agradezco al Presidente Weidmann y al Presidente Wolff su amable presentación. Gracias también al Bundesbank y a la Universidad Goethe por su generosa hospitalidad. Y les agradezco a ustedes, los estudiantes, profesores e invitados por su presencia aquí esta mañana.
Estoy encantada de estar nuevamente en Fráncfort, el centro financiero de Alemania y sede del Bundesbank, el primer banco central verdaderamente independiente del mundo, con una historia de destacados presidentes, como Karl Otto Pöhl y Hans Tietmeyer. Y, por supuesto, hogar de la Universidad Goethe, que durante más de un siglo ha impulsado la apertura y la excelencia académica, inspirando a algunos de los principales pensadores del mundo.
Existen pocas personalidades de la talla del hijo más famoso de Fráncfort, el escritor, filósofo, científico, músico y estadista Johann Wolfgang von Goethe. Yo también lo considero un internacionalista. No solamente fueron sus obras profusamente traducidas y leídas en otros países sino que él se embarcó en el primer grand tour de Italia, escribió poesía inspirada en el persa y teatro en el sánscrito y, como si eso fuera poco, ¡fue un diplomático internacional! La genialidad de Goethe consistió en ver el mundo como un todo, compuesto de muchas partes interconectadas.
Estas dos dimensiones —la interconexión y el internacionalismo— son hoy más importantes que nunca. Para enfrentar a fuerzas destructivas como las que recientemente asestaron tan doloroso golpe a Bruselas y a Lahore, el mundo debe estar unido. La solidaridad es un imperativo.
De la misma forma, para superar los riesgos y el desasosiego que acosan actualmente a la economía mundial, debemos trabajar juntos. La cooperación es otra de las claves para alcanzar una solución.
El FMI se creó con este mismo espíritu de cooperación. Y el estado de la economía mundial será el tema central que debatirán nuestros 188 países miembros cuando se reúnan la semana próxima en Washington para las Reuniones de Primavera.
La buena noticia es que la recuperación continúa, hay crecimiento y no estamos atravesando una crisis. La noticia no tan buena es que la recuperación sigue siendo lenta y demasiado frágil, y que los riesgos para su perdurabilidad están aumentando.
Es cierto que hemos logrado un avance importante desde la gran crisis financiera. Pero como el crecimiento ha sido demasiado bajo durante demasiado tiempo, muchas personas simplemente no lo perciben.
La continuación de los bajos niveles de crecimiento se perpetúa a través de efectos negativos para el producto potencial que pueden ser difíciles de revertir. El riesgo de quedar atrapados en lo que he llamado la “nueva mediocridad” ha recrudecido.
Esto tiene consecuencias para el tejido social y político de muchos países, incluida Alemania, cuya economía ha conservado el vigor.
Podemos y debemos mejorar, pero para hacerlo, se deben profundizar las políticas públicas. Y la combinación de políticas debe ser más sólida.
Quiero ser clara: debemos estar alertas pero no alarmarnos. El crecimiento ha perdido impulso. No obstante, si las autoridades pueden adoptar medidas para afrontar las dificultades, y actuar de forma conjunta, los efectos positivos para la confianza y la economía mundial serán sustanciales.
Podemos volver a encauzarnos.
¿Cómo hacerlo? Es una pregunta a la que responderé abordando tres temas:
● Primero, los desafíos actuales de la economía mundial.
● Segundo, las medidas a nivel de cada país que pueden encajar en un todo a nivel mundial.
● Tercero, la cooperación internacional necesaria para alcanzar nuestros objetivos comunes, y el papel del FMI.
1. Desafíos actuales a nivel mundial: Una época de incertidumbre
Hablaré primero de los desafíos a nivel mundial. La semana que viene publicaremos nuestro informe Perspectivas de la economía mundial (informe WEO) con detalles sobre nuestras proyecciones. Hoy me centraré en las grandes tendencias.
En general, el debilitamiento de las perspectivas mundiales aumentó en los últimos seis meses, exacerbado por la desaceleración relativa de China, la disminución de los precios de las materias primas y las perspectivas de empeoramiento de la situación financiera en muchos países. Los mercados emergentes habían impulsado en gran medida la recuperación, y se esperaba que las economías avanzadas tomaran el relevo en materia de crecimiento. Pero esto no ha sucedido.
De hecho, para muchas economías avanzadas, la recuperación está resultando más moderada de lo anticipado. En Estados Unidos, el crecimiento está estancado, en parte debido a la fortaleza del dólar; en la zona del euro, el bajo nivel de inversión, los altos niveles de desempleo y el deterioro de los balances perjudican el crecimiento; en Japón, tanto el crecimiento como la inflación son más débiles de lo esperado.
Aunque los mercados emergentes son un grupo sumamente diverso, en términos generales, la situación es similar. La transición de China a un modelo económico más sostenible —algo beneficioso para China y para el mundo— significa que el ritmo de crecimiento, aunque aún firme, es más bajo. La desaceleración de Brasil y Rusia es más pronunciada de lo esperado. Lo mismo sucede en Oriente Medio, que ha sido sumamente afectado por el descenso de los precios del petróleo. Muchos países africanos y de bajo ingreso también enfrentan perspectivas menos halagüeñas.
India, en cambio, sigue siendo una excepción, al mostrar un crecimiento sólido y un aumento de los ingresos reales. Las economías de la ASEAN-5 —Filipinas, Indonesia, Malasia, Tailandia y Vietnam— también tienen un buen desempeño, y otros países, como México, siguen creciendo.
Después de las perturbaciones de comienzo de este año, el clima económico mejoró, impulsado por una nueva flexibilización monetaria del BCE y un aparente cambio de trayectoria —hacia un ritmo más lento de aumentos de la tasa de referencia— por parte de la Reserva Federal de Estados Unidos, la consolidación relativa de los precios del petróleo y el descenso de las salidas de capital de China.
Esto es bueno, pero no nos engañemos. En ausencia de medidas enérgicas para abordar los problemas que aún persisten, los riesgos de que la situación se deteriore siguen existiendo, y probablemente hayan aumentado.
¿A qué riesgos me refiero?
En las economías avanzadas, se relacionan con legados de larga data de la crisis: fuerte endeudamiento, baja inflación, escasa inversión, poca productividad y, en ciertos casos, altas tasas de desempleo. En algunos países, los balances de los bancos y de cada vez más instituciones financieras no bancarias están afectados por activos deteriorados y bajos márgenes de utilidades operativas.
En las economías emergentes y en desarrollo, los riesgos se relacionan con las crecientes vulnerabilidades: disminución de los precios de las materias primas, mayor endeudamiento del sector empresarial, volatilidad de los flujos de capital y, para algunos países, aversión al riesgo y contracción del crédito bancario.
Estos riesgos no se deben considerar de forma aislada. Por el contrario, tienen una dimensión macrofinanciera. En circunstancias adversas, podrían crear un círculo vicioso con los balances soberanos; pensemos, por ejemplo, en las garantías tácitas a empresas públicas grandes e ineficientes afectadas por la baja de los ingresos provenientes de las materias primas.
Asimismo, cada uno de estos riesgos puede causar contagios transfronterizos con mayor frecuencia y fuerza que nunca. De hecho, nuestras investigaciones indican que los contagios provenientes de las economías emergentes han aumentado en los últimos años, a través del comercio, las materias primas y los mercados financieros, por ejemplo1.
A nivel más general, el comercio mundial se desaceleró y los riesgos para la estabilidad financiera se acentuaron, y las perturbaciones recientes del mercado reflejan, en parte, una pérdida de confianza en la eficacia de las políticas. Habida cuenta de que esta dinámica podría retroalimentarse, la estabilidad financiera internacional no está asegurada todavía.
Estos riesgos se ven también exacerbados por riesgos políticos y de otra índole que trascienden las fronteras y aumentan la incertidumbre y el temor.
Pienso aquí en el terrorismo y los horrendos y reiterados atentados contra vidas inocentes, en la amenaza silenciosa de las epidemias mundiales, y en los conflictos y las persecuciones que obligan a la gente a huir de sus hogares. Muchas personas se cuestionan si su forma de vida tendrá que cambiar, si sus vidas siguen gozando de seguridad.
Me refiero aquí también a los países que han recibido grandes cantidades de refugiados desde el año pasado, como Jordania, Líbano, Turquía o algunos países europeos.
Quisiera expresar mi reconocimiento a la canciller Merkel y al pueblo alemán por su liderazgo en este desafío difícil, pero también extremadamente importante. He visto de primera mano el respeto que Alemania se ha ganado en todo el mundo por su profundo enfoque humanista ante la problemática de los refugiados.
Y además de todo esto, existe un abismo enorme en términos de la prosperidad personal, que se manifiesta en una desigualdad persistente, excesiva y creciente. Este aspecto es recogido por el informe reciente de Oxfam que sostiene que las 62 personas más ricas del mundo poseen el mismo patrimonio que los 3.600 millones más pobres2.
Aun si la desigualad a escala mundial y transnacional ha disminuido, existe con razón la percepción generalizada de que las cartas están marcadas en contra del ciudadano —y la ciudadana— de a pie y a favor de las élites.
Estas frustraciones están llevando a la gente a cuestionar las instituciones establecidas y las normas internacionales. Para algunos, la respuesta es mirar hacia adentro, deshacer de alguna forma estos lazos, cerrar las fronteras y retraerse al proteccionismo.
Como la historia nos enseña una y otra vez, esto sería trágico. La respuesta ante esta realidad de nuestro mundo interconectado no es la fragmentación. Es la cooperación.
Pero, ¿qué debemos hacer y cómo debemos cooperar?
Desde el punto de vista macroeconómico, la principal prioridad debe ser asegurar la recuperación y sentar las bases de un crecimiento más sólido y más equitativo a mediano plazo. Superar las voces de la desesperación y la exclusión requiere otro camino, que lleve a aumentar el empleo, elevar los salarios y gozar de vidas más seguras.
2. Acciones clave a nivel de país: Un enfoque basado en tres pilares
Cada país debe emprender ese camino. Se necesitan diferentes medidas en diferentes países, por supuesto, pero en general preveo un enfoque con tres pilares que abarque medidas estructurales, fiscales y monetarias.
Para algunos, esto puede sonar como una estrategia conocida. Pero si los países acuerdan adoptar medidas enérgicas e ir más allá del estado actual de las cosas, existen enormes posibilidades de que estas políticas se apuntalen mutuamente. Si cada país cumple con su parte, estas políticas pueden sumarse en una combinación mundial significativa, donde el todo sea mayor que la suma de las partes.
I. Reformas estructurales: Mayor especificidad
El primero de los tres pilares es la reforma estructural. Los países del G-20 han asumido compromisos en este sentido, para aumentar el PIB mundial en 2 puntos porcentuales para 2018. En lugar de instrumentar estos compromisos en un lapso de varios años, he instado a los países del G-20 a adelantar estos compromisos para 2016.
¿Qué tipos de medidas estructurales son necesarias? Ya conocemos las medidas de siempre: la desregulación de los mercados de productos y servicios y la reforma de los mercados laborales.
Pero ahora llegó el momento de concretar. Cada país tiene algo para hacer. Permítanme dar unos pocos ejemplos:
● Estados Unidos puede estimular su oferta de empleo si amplía el crédito fiscal sobre la renta salarial, aumenta el salario mínimo federal y fortalece las prestaciones familiares.
● Los países de la zona del euro pueden poner en marcha mejores políticas para la capacitación y el empleo, a fin de ayudar a más personas —especialmente a los jóvenes— a conseguir trabajo.
● Para los exportadores de materias primas y muchos países en desarrollo de bajo ingreso, la solución es aumentar la diversificación.
Estas medidas basadas en la oferta se deben adoptar inmediatamente. No obstante, para maximizar sus beneficios y compensar los posibles efectos de moderación de la demanda a corto plazo, se deben complementar con políticas fiscales y monetarias que las apoyen.
II. Política fiscal: Más conducente al crecimiento
Con respecto a la política fiscal, para la mayoría de los países el problema será cómo lograr que las políticas sean más conducentes al crecimiento.
Esto se puede hacer cambiando la composición de los ingresos y gastos. India, por ejemplo, redujo el gasto en costosas subvenciones a la energía para poder invertir más en infraestructura social que fomente el crecimiento. Japón está invirtiendo en servicios de guardería para que un mayor número de mujeres puedan trabajar, lo que estimulará el crecimiento a mediano plazo. Y Alemania está implementando los planes del año pasado consistentes en expandir la inversión pública en €17.000 millones entre 2015 y 2018, y desgravará el empleo en 2016.
Aumentar la eficiencia del gasto público también es esencial. Los estudios del personal técnico del FMI señalan que los inversores públicos más eficientes obtienen el doble del crecimiento por cada dólar que invierten3.
Obviamente, la tan necesaria inversión en infraestructura, siempre que esté bien formulada, ofrece gran potencial. Otra es la inversión en innovación.
También en este caso, el personal técnico del FMI ha constatado que el PIB de las economías avanzadas podría aumentar en un 5% en las próximas dos décadas si la inversión privada en investigación y desarrollo aumentara 40%4. Esto supondría un costo fiscal relativamente reducido, de alrededor de 0,4% del PIB por año, que se podría lograr en parte a través de una mejora del gasto público y en parte a través de incentivos fiscales más focalizados.
En los países en desarrollo y de bajo ingreso, fortalecer la movilización de recursos a nivel nacional —por ejemplo, reduciendo las subvenciones a la energía que se estima ascienden a casi USD 5,3 billones en costos directos e indirectos a nivel mundial—puede crear margen para el gasto social incluso mientras se restablecen las reservas fiscales5.
Por supuesto, los países con nivel alto y creciente de endeudamiento y elevados diferenciales soberanos deben tratar de aumentar su consolidación fiscal. Pero otros pueden tener margen para la expansión fiscal, y aún más si se comprometen a aplicar planes de consolidación creíbles a mediano plazo. Con su presupuesto más reciente, Canadá se destaca como uno de los países que saca mejor partido de este margen.
Los países deben también preparar medidas de contingencia que estén bien pensadas desde el punto de vista fiscal y que se puedan instrumentar sin gran demora si los riesgos de deterioro se concretan.
En suma, si cada país hace su parte, la economía mundial mejorará para todos.
III. Política monetaria: Más ayuda fiscal y estructural
La política monetaria es el tercer pilar para ayudar a alcanzar un crecimiento más perdurable.
Las medidas acomodaticias han desempeñado una función invalorable para apuntalar recuperación mundial. En varias de las principales economías, esto se logró a través de series sucesivas de expansión cuantitativa, conjuntamente con la baja sucesiva de las tasas de interés. Quisiera felicitar aquí al presidente Draghi y al BCE por las medidas que adoptó a fin de mejorar la confianza y las condiciones financieras en la zona del euro, que darán un respaldo más firme a la recuperación.
En este contexto, en las circunstancias actuales consideramos netamente positiva la reciente adopción de tasas de interés negativas por el BCE y el Banco de Japón, aunque los efectos colaterales merecen vigilarse. Aunque va en diferente sentido, la decisión adoptada por la Reserva Federal de Estados Unidos, unida a su constante compromiso con medidas basadas en los datos, también sigue siendo adecuada.
Si bien la orientación acomodaticia debería continuar en las economías más avanzadas, está claro que la política monetaria no puede seguir siendo el principio y el fin de la recuperación. De hecho, será mucho más eficaz con el apoyo de elementos estructurales y fiscales del estilo de los que ya mencioné.
También debe respaldarse con canales de transmisión eficientes. Los altos niveles de préstamos morosos que existen en los países, desde la Unión Europea hasta China, neutralizan los efectos positivos de las tasas de interés más bajas. Por eso es importante fortalecer los balances de los bancos y mejorar la supervisión prudencial, los regímenes de exigibilidad de las deudas y las normas sobre insolvencia.
Estas medidas también son esenciales para fortalecer al sector financiero en su totalidad, y cruciales para respaldar el crecimiento de la economía.
En las economías emergentes y en desarrollo, muchas de las cuales están luchando contra el efecto de la desvalorización de las monedas en la inflación y los balances del sector privado, la política monetaria debería seguir adaptándose a las circunstancias. Esto incluye, en caso de ser viable, la flexibilidad cambiaria, especialmente para ayudar a amortiguar los efectos de los shocks al comercio.
Voluntad política y liderazgo
Como dije al principio, aplicar esta estrategia de tres pilares —estructural, fiscal y monetario— requerirá ir más allá del estado actual de las cosas, y posiblemente atravesar límites establecidos en materia de políticas.
Ahora bien, muchas autoridades se sentirán tentadas a citar a Fausto sobre esta cuestión:
“Die Botschaft hör ich wohl, allein mir fehlt der Glaube.”
[“Oigo bien el mensaje, pero fáltame la fe.”]
Bueno, siempre hay buenas razones para no actuar. Pero esa sería precisamente la jugada equivocada. El impulso del crecimiento es débil, los riesgos probablemente están aumentando y la confianza es sumamente escasa. Ahora es el momento de demostrar liderazgo. Y es el momento para la cooperación mundial.
3. Medidas internacionales: Hora de afianzar la cooperación mundial
Efectivamente, la cooperación es esencial para hacer frente a las prioridades compartidas que los países no pueden afrontar por sí solos. Por ejemplo, apuntalar el comercio mundial, seguir adelante a paso firme con la reforma de la normativa financiera y afrontar una serie de desafíos relativos a los “bienes públicos mundiales”, que abarcan desde el cambio climático hasta la corrupción. También es esencial para mantener una sólida red de seguridad financiera mundial que proteja a los países de una súbita escasez de liquidez o shocks externos.
Durante la crisis, la comunidad internacional se unió para afrontar las debilidades del sistema monetario internacional: mediante la creación del Consejo de Estabilidad Financiera y el Mecanismo Europeo de Estabilidad Financiera, la consolidación de las líneas de créditos recíprocos de los bancos centrales y el forjamiento de un papel más prominente para el G-20.
El FMI cumplió una función fundamental en esta labor, fortaleciendo las herramientas de supervisión y crédito y aumentando sus recursos. Parte de esto, la duplicación de las cuotas, finalmente entró en vigor a comienzos de este año con la largamente esperada promulgación de las reformas de la estructura de gobierno de 2010, que no solo afianzó nuestros recursos financieros sino que también mejoró enormemente la representación en el FMI de los mercados emergentes dinámicos.
Aunque estas medidas son auspiciosas, en este momento es necesario revisar la red de protección mundial con las siguientes metas:
● Reflexionar sobre su tamaño, habida cuenta de la rápida aceleración de la globalización financiera, y tener en cuenta la escala y la velocidad de los contagios.
● Estudiar formas de mejorar el acceso, ya que la mayoría de los países emergentes y en desarrollo no pueden utilizar elementos fundamentales de la red de protección actual; por ejemplo, las líneas de crédito recíprocas de las economías avanzadas.
● Aumentar su capacidad de respuesta ante los nuevos desafíos que afectan al sistema monetario internacional, como las monedas digitales, la tecnología de cadena de bloques y la piratería informática.
En los próximos meses, los miembros del FMI debatirán diferentes opciones. Para esto, es fundamental que el FMI tenga recursos suficientes. Por nuestra parte, analizaremos cómo consolidar nuestra estrategia para ayudar a nuestros miembros a gestionar el riesgo, la volatilidad y la incertidumbre, y si es necesario, proporcionar un mecanismo de apoyo financiero.
También trabajaremos para ayudar a los países a identificar márgenes de política fiscal, formular medidas y fortalecer las capacidades. Por ejemplo, estamos profundizando nuestro trabajo sobre cuestiones tales como reformas estructurales, flujos de capital y aversión al riesgo.
Asimismo, nos estamos esforzando por ser más ágiles para responder a nuevas cuestiones: desde el efecto de la migración en el crecimiento hasta el papel de las mujeres en los mercados laborales, pasando por la inequidad y el cambio climático. Estas pueden no parecer esferas tradicionales de la labor del FMI. Pero nuestros miembros nos dicen que estos son problemas macroeconómicos urgentes de importancia crítica.
Están pidiendo nuestra ayuda y, por ende, cumplimos con nuestra razón de ser, que es estar al servicio de nuestros miembros.
Conclusión
En conclusión: la economía mundial atraviesa una época de mayor riesgo e incertidumbre. Ahora es el momento de marcar el paso. O decir, como Goethe:
no es suficiente querer, se debe también hacer.”
Gracias.
1 Informe sobre la estabilidad financiera mundial (Global Financial Stability Report, informe GFSR), abril de 2016, capítulo 2.
2 Oxfam Briefing Paper, enero de 2016
3 FMI: Making Public Investment More Efficient.
4 FMI, Monitor Fiscal, abril de 2016.
5 Documento de trabajo del FMI: How Large Are Global Energy Subsidies?
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