Discurso ante The Associated Press: Cooperación e interconexión, Por Christine Lagarde, Directora Gerente del Fondo Monetario Internacional

3 de abril de 2012

Por Christine Lagarde
Directora Gerente del Fondo Monetario Internacional
Washington, 3 de abril de 2012

TEXTO PREPARADO PARA LA INTERVENCIÓN

Buenos días. Estoy encantada de estar aquí. Quisiera expresar mi reconocimiento a Tom Curley al dejar su cargo de presidente y director general de The Associated Press tras una vida de destacados servicios en el ámbito periodístico. También un cálido agradecimiento a Kathleen Carroll.

Es importante para el FMI mantener un diálogo positivo y abierto con todos los países miembros, especialmente con Estados Unidos, nuestro mayor accionista. Ustedes, los medios de comunicación, desempeñan una función indispensable en esa interacción.

Mi mensaje de esta mañana es muy sencillo: la economía mundial necesita una economía estadounidense fuerte y un firme liderazgo económico de Estados Unidos.

Hemos visto una y otra vez durante el último siglo que el liderazgo de Estados Unidos es indispensable, al congregar a la gente en torno a valores compartidos y a una visión del potencial humano, y también del potencial económico, con gran poder convocante.

Lo vimos con el Plan Marshall después de la Segunda Guerra Mundial. Lo vimos durante y después de la Guerra Fría. Y lo vimos durante los últimos cincuenta años en que Estados Unidos ha sido el propulsor de la economía mundial.

El resultado ha sido un mundo más próspero. Un mundo más pacífico. Un mundo mejor.

Hoy estamos nuevamente en otro momento de la historia en que Estados Unidos, en estrecha colaboración con las naciones asociadas, puede ayudar a que el mundo se encamine hacia un futuro mejor.

Estos son tiempos duros. La economía mundial está tratando de emerger de la crisis económica más profunda y penosa registrada desde la Gran Depresión. Al mismo tiempo, el mundo se vuelve cada día más pequeño e interconectado, lo cual significa que los problemas económicos de un país pueden afectar a la gente de todo el mundo.

Con esta idea en mente, quisiera hablar de tres cosas esta mañana:

  • Primero, dónde estamos en lo que atañe a la economía mundial.
  • Segundo, por qué es necesario que Estados Unidos, en particular, participe.
  • Tercero, por qué la cooperación es tan vital, y por qué creo que el FMI es especialmente valioso.

La economía mundial

Comenzaré por la economía mundial. Es justo decir que la situación luce un poco mejor que hace solo pocos meses atrás. Vemos signos de que está pasando la helada, signos positivos después del invierno más largo y duro en una generación. Lo vemos en Europa, donde hay algunos indicios alentadores de estabilización financiera. Lo vemos aquí en Estados Unidos, con algunos signos prometedores de mayor crecimiento y empleo.

Pero no debemos dejarnos engañar por una falsa sensación de seguridad.

La recuperación es aún muy frágil. El sistema financiero en Europa aún está sometido a fuertes presiones. La deuda aún es demasiado alta, tanto la pública como la privada. Un nivel de desempleo obstinadamente elevado está desgarrando las costuras de la sociedad. El alza de los precios del petróleo tiene el potencial de provocar un gran daño.

Lo crucial en este momento es que las autoridades de política económica aprovechen este respiro para concluir la tarea, sin caer en la complacencia o en el aislacionismo.

Recordemos que estamos aquí debido a las audaces medidas de política que se adoptaron, no por la mera suerte. Pienso en las acciones coordinadas emprendidas a través del G-20, en las cuales Estados Unidos desempeñó un papel central. Pienso en las medidas decisivas tomadas por los principales bancos centrales para restablecer la calma, entre ellos la Reserva Federal en este país y el Banco Central Europeo en Europa.

Entonces, ¿qué se debería hacer para que la situación se mantenga encarrilada? Veo tres ámbitos generales en los que hay que actuar.

El primero es la estabilidad. Debemos lograr la calma financiera. Y a este respecto quisiera destacar la decisión de las autoridades europeas de reforzar el cortafuegos, lo cual seguramente ayudará a frenar el contagio. Y esta medida ayudará a crear un cortafuegos mundial más potente, en parte mediante el aumento de los recursos del FMI.

En términos más generales, también necesitamos un sector financiero más sólido y seguro, que anteponga el interés de la sociedad a sus propios beneficios financieros. Esto significa una mejor regulación, más coordinada. Ya hemos recorrido buena parte del camino a este respecto. Las naciones de todo el mundo, incluyendo Estados Unidos, han aunado fuerzas para reforzar el marco mundial de regulación bancaria a través del proceso de Basilea III. Ahora necesitamos que lo acordado se implemente de manera efectiva y coordinada, y que haya un mayor acuerdo en torno a los temas pendientes, entre ellos la regulación de los instrumentos derivados y del sistema bancario paralelo, y un mecanismo eficaz de resolución de los bancos con operaciones transfronterizas.

El segundo es el crecimiento. A corto plazo, lo más importante es el crecimiento de la demanda. Pero tampoco debemos olvidar el lado de la oferta, especialmente para mantener un crecimiento sólido y continuo.

Estimular el crecimiento significa usar la política monetaria para apuntalar la actividad económica, sobre todo dado que no hay signos reales de inflación en las economías avanzadas.

También significa usar la política fiscal para respaldar la actividad en todos los casos en que sea posible. Sí, la mayor parte de los países necesitan reducir su deuda con el tiempo, y sí, es cierto que algunos países que se encuentran bajo presión no tienen más alternativa que reducir sus déficits hoy. Pero resultaría contraproducente que el mundo se abalanzara de manera indiferenciada hacia la austeridad. Países como Estados Unidos, con bajos costos de endeudamiento, no deberían apresurarse demasiado.

Sin embargo, tampoco podemos ser demasiado conformistas: la deuda pública estadounidense ya supera el 100% del PIB. El país necesita un vigoroso impulso para sanear sus finanzas públicas en los próximos años, entre otras formas mediante la contención del crecimiento del gasto en prestaciones y el aumento de los ingresos fiscales.

También en Estados Unidos la recuperación se ve frenada por la carga que representa la deuda de los hogares. Algunas de las estadísticas son pasmosas: por ejemplo, alrededor de 1,5 millones hipotecas muestran un grave atraso en los pagos. Deben redoblarse los esfuerzos para mitigar esa carga. Pienso en este sentido en medidas para alentar la reducción del principal de los préstamos hipotecarios y facilitar las refinanciaciones, y a este respecto el gobierno de Estados Unidos recientemente ha propuesto nuevas medidas que persiguen esos objetivos. La aplicación decidida de estas medidas puede ayudar a evitar costosas ejecuciones hipotecarias, a mejorar las finanzas de los hogares y a estimular el consumo.

Recordemos que se brindó ayuda a los bancos para que pudieran otorgar más préstamos; es necesario ahora ayudar a los propietarios de viviendas para que puedan gastar más.

El tercero es el empleo. Nada es tan enriquecedor como un trabajo remunerado. Por lo tanto la creación de empleo debe ser una prioridad. Este es un arduo desafío. Más de 200 millones de personas en todo el mundo hoy no pueden encontrar trabajo. Y entre ellas hay casi 13 millones de personas aquí mismo en Estados Unidos. La situación de los jóvenes de todo el mundo que buscan trabajo es especialmente dolorosa.

El crecimiento también debe ser más inclusivo, para que todos se beneficien cuando la marea sube. Esto es importante en todo el mundo, y está especialmente presente en los anhelos que inspiran la Primavera Árabe.

Un mundo de interconexiones

Los estadounidenses posiblemente se pregunten: ¿por qué lo que ocurre en el resto del mundo debe interesarnos? ¿No tenemos acaso nuestros propios problemas?

La respuesta es sencilla: en el mundo de hoy no podemos darnos el lujo de quedarnos mentalmente encerrados en nuestra propia casa.

Pensémoslo bien. Cuando era niña, el mundo era mucho más sencillo. Nuestro sustento dependía en gran medida de lo que ocurría a nuestro alrededor, en nuestra propia comunidad, en nuestro propio país.

Ya no es así. Hoy, una densa trama de interconexiones zigzaguea a lo largo y a lo ancho del planeta. Desde 1980, el volumen del comercio mundial se ha quintuplicado. Cuando estalló la crisis, los flujos mundiales de capital eran más del triple que en 1995.

Estas conexiones están en todas partes. Para tomar un ejemplo pequeño, pensemos cómo se fabrican los coches. Un coche moderno requiere hasta 40.000 componentes diferentes, y la pérdida de uno de ellos puede paralizar la cadena mundial de suministro. Cuando debido al mortífero terremoto de Japón dejaron de fabricarse algunas autopartes, las concesionarias de automotores en los suburbios de Estados Unidos se quedaron sin autos para vender.

A una escala más amplia, es justo afirmar que la historia de la crisis financiera mundial es realmente la historia de las interconexiones mundiales.

Tal vez más que cualquier otro país, Estados Unidos está inserto en este entramado mundial, que afecta y se ve afectado por lo que ocurre en todo el mundo.

Esto se debe principalmente al papel preponderante de su sector financiero. Nuestro análisis muestra que los bancos extranjeros mantienen alrededor de US$5½ billones en activos estadounidenses, mientras que los bancos de Estados Unidos tienen US$2½ billones en activos externos. Estas son grandes cifras, que muestran que los problemas bancarios pueden transmitirse fácilmente a través de las fronteras. Como hemos visto con tanto dolor, los males que se originan en el sector financiero pueden ser especialmente virulentos y tener efectos intensos, generalizados e inmediatos.

Estados Unidos también está muy integrado a la red de comercio mundial. Concentra el 11% de dicho comercio.

Estas conexiones son particularmente fuertes con Europa. Alrededor de la quinta parte de las exportaciones estadounidenses tienen a Europa como destino. Y si bien las dos terceras partes del comercio de la Unión Europea tiene lugar dentro de la Unión, las exportaciones a Estados Unidos representan casi la quinta parte del resto.

Antes de la crisis, las empresas estadounidenses del ranking S&P500 obtenían el 20% de sus ganancias en Europa. Cinco de los diez principales mercados externos para las inversiones estadounidenses están en Europa. Las empresas de propiedad europea emplean a alrededor de 3,5 millones de personas en Estados Unidos.

Por lo tanto, si la economía europea trastabilla, la recuperación de Estados Unidos y los puestos de trabajo estadounidenses estarían en peligro. Es por eso que lo que ocurre en Europa, y lo que ocurre en el mundo, es muy importante para Estados Unidos.

La cooperación y el FMI

Esto me lleva a un tema más amplio: la integración plantea grandes riesgos pero también promete grandes recompensas. La clave reside en intensificar la cooperación a escala mundial.

La historia nos muestra que cuando las naciones enfrentan los desafíos comunes con espíritu de solidaridad, todos ganan. Cuando las naciones pugnan entre sí con acritud, y buscan su propia ventaja, todos salen perdiendo.

Como dijo Ralph Waldo Emerson, “La razón por la cual el mundo yace quebrantado y sin unidad es porque el hombre está desunido consigo mismo”.

A mediados del siglo pasado, dos visionarios lo percibieron con claridad: un estadounidense llamado Harry Dexter White y un inglés llamado John Maynard Keynes. Tras vivir en el contexto de la penuria y la devastación de la primera mitad del siglo —en que los países se dividieron y lucharon duramente entre ellos— tenían la determinación de construir un mundo mejor. Me estoy refiriendo a los fundadores del FMI.

La idea que inspiró la creación del FMI era sencilla: si los países trabajaban juntos en provecho del interés común y se ayudaban unos a otros en los tiempos de necesidad, todos prosperarían juntos.

Si esta idea fue importante en 1944, es igualmente importante hoy.

¿Entonces qué es el FMI?

Es un club económico y una asociación de crédito gigantesca en la cual los 187 países miembros cooperan teniendo en mira un cometido singular: la estabilidad financiera mundial.

Actuamos como un conducto a través del cual los países mancomunan sus recursos y tienden una cuerda de salvamento a los miembros que la necesitan.

Desde un principio el FMI ha estado en las trincheras, ayudando a los países miembros a superar toda clase de desafíos, grandes y pequeños.

Cuando las naciones de Europa se aferraron al Plan Marshall en un esfuerzo denodado por recuperar la salud y la vitalidad económicas después de una guerra devastadora, estuvimos allí.

Cuando los países de África y Asia recientemente independizados buscaban crear sus cimientos en los años de posguerra, pletóricos de esperanza y optimismo, estuvimos allí.

Cuando los países de América Latina luchaban por salir del pantano de la deuda en los años ochenta, estuvimos allí.

Cuando se derrumbó el muro de Berlín, y nuevas naciones emergieron de los escombros hacia un mundo nuevo y reluciente, tratando de construir de la nada sus instituciones, estuvimos allí.

Y cuando la economía mundial se desmoronó apenas tres años atrás, también estuvimos allí.

Hoy, el mundo necesita al FMI más que nunca. ¿Por qué? Podemos proporcionar un círculo de protección frente a la turbulencia mundial, y ayudar a los países miembros a adaptarse a la evolución de las circunstancias con las mínimas perturbaciones.

Pero para cumplir esta tarea de manera eficaz en el mundo de hoy, necesitamos más recursos. Como dije antes, ahora que los europeos han dado el primer paso y han fortalecido su cortafuegos, nos toca a nosotros reforzar nuestra potencia de fuego. Las cuotas del FMI representan hoy una proporción del PIB mundial mucho menor que en el pasado. Hace sesenta años, esa proporción era tres a cuatro veces más alta. Es mucho el terreno que tenemos que recuperar.

Como ustedes saben mejor que yo, en las zonas rurales de Estados Unidos existe una gran tradición, la tradición de construcción comunitaria de graneros, en la cual los vecinos colaboran para construir juntos los almacenes para sus cosechas. Los graneros son construcciones grandes, costosas y difíciles, pero absolutamente esenciales para la agricultura. La lección es sencilla: juntos, los integrantes de la comunidad pueden lograr lo que una persona sola no puede, y todos se benefician. Debemos pensar en la mancomunación de nuestros recursos mundiales precisamente en esos términos.

También debo señalar que el FMI es una buena inversión para todos nuestros países miembros, incluso Estados Unidos. Su dinero solo se utiliza cuando resulta necesario. Su dinero gana intereses. Su dinero es utilizado prudentemente: nuestros programas están sujetos a condiciones rigurosas para asegurar su eficacia.

Nunca un país perdió el dinero aportado para los recursos del FMI, y les aseguro que eso no cambiará durante mi mandato.

Un último tema: a medida que se desplazan las placas tectónicas de la economía mundial, y los mercados emergentes dinámicos como Brasil, Rusia, India y China asumen un papel cada vez más preponderante, estos cambios también se ven reflejados en el FMI. Nuestros países miembros han aprobado reformas que elevan las cuotas relativas de estos países. Ahora los países deben llevar a la práctica estas reformas, e instamos a todos a lograr avances en esta materia de aquí a la fecha de nuestras Reuniones Anuales de este año.

Aun con dichas reformas, Estados Unidos conservará su función de liderazgo como mayor accionista.

Conclusión

Quisiera dejarles tres ideas.

Primero, la cooperación puede brindar frutos. En el curso del siglo XX, hemos visto lo que puede lograrse cuando la comunidad internacional aúna fuerzas, especialmente cuando Estados Unidos asume un papel protagónico. Es esta otra oportunidad para que Estados Unidos ejerza el liderazgo económico.

Segundo, en un mundo surcado por una infinidad de interconexiones, el ideal de cooperación es tan urgente como cuando John F. Kennedy dijo, “La geografía nos ha hecho vecinos, la historia nos ha hecho amigos, la economía nos ha hecho socios y la necesidad nos ha hecho aliados”. Ha llegado el momento de que las naciones del mundo se mantengan unidas una vez más para hacer frente a un desafío económico trascendental, con Estados Unidos como socio principal.

Tercero, el FMI fue fundado hace más de medio siglo precisamente con este propósito. Estamos aquí para atender las necesidades de nuestros países miembros, incluidas las de los Estados Unidos de América.

Apóyennos. Usen nuestros servicios. Trabajen con nosotros.

Muchas gracias

DEPARTAMENTO DE RELACIONES EXTERNAS DEL FMI

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