[caption id="attachment_15949" align="alignleft" width="1024"] (foto: andresr/iStock by Getty Images)[/caption]
Una de las sorpresas alentadoras de la recesión del año pasado es lo poco que quedaron dañados en promedio los balances de los hogares y las empresas en Europa.
Otras recesiones profundas se vieron seguidas de una debilidad dilatada que dejó a los hogares y a las empresas con un nivel sustancialmente más elevado de deuda y menor de ingreso y capital. Por el momento, eso no ha ocurrido en la crisis de la COVID-19, en gran medida gracias a la extraordinaria política de respuesta desplegada por los gobiernos y los bancos centrales.
Sin embargo, a medida que la recuperación eche raíz, las autoridades tendrán que seguir respaldando a los segmentos de la economía más vapuleados y mantenerse atentas a los indicios de daños económicos no observados hasta el momento. No todos los balances privados fueron resilientes en igual medida.
En un nuevo estudio del personal técnico del FMI, observamos la resiliencia de los balances del sector privado. Por ejemplo, usando un sencillo índice de la vulnerabilidad de los balances, que combina indicadores del apalancamiento (o endeudamiento) y la liquidez, podemos ver que a pesar del colapso del PIB de los países de la Unión Europea y del Reino Unido en 2020, los balances de las empresas y los hogares europeos se mantuvieron en promedio poco afectados.
Antes de la pandemia, estos indicadores solían moverse en paralelo: un PIB decreciente generalmente estaba acompañado de una agudización de las tensiones en los balances de las empresas y los hogares. Por el contrario, aun en los peores momentos de la crisis del año pasado, el índice del sector empresarial de Europa retrocedió apenas marginalmente, y para fines del año había mejorado. Aunque estas observaciones a nivel de sector ocultan una amplia variedad de resultados a nivel de industria o empresa, sobre todo entre las más golpeadas por la pandemia, ponen de relieve la resiliencia del sector empresarial en su conjunto.
Los balances de los hogares europeos también mejoraron en términos agregados en 2020, a pesar del aumento del desempleo y el acortamiento de las horas de trabajo. La gente pasó más tiempo en casa y gastó menos, en tanto que las medidas de política apuntalaron sus ingresos.
El respaldo a las empresas y los hogares también reforzó la estabilidad financiera debido a los papeles críticos que desempeñan como inversionistas, prestatarios y depositantes. Su resiliencia impidió el deterioro de los activos de los bancos y otras instituciones financieras europeas.
¿En quién recae el costo, y cuándo?
Pero si los balances de las empresas y los hogares no absorbieron el grueso de las pérdidas provocadas por la crisis de la COVID-19 en Europa, ¿en quién recayó? En síntesis, el “sector público”.
Más allá de los instrumentos de política tradicionales como los planes de seguro por desempleo, los amplios programas de políticas de emergencia, como los subsidios salariales, las donaciones, las postergaciones de la deuda impositiva y los préstamos con garantía, apuntalaron los ingresos del sector privado y su solidez financiera. Ahora bien, al mismo tiempo incrementaron la deuda pública en 2020 (neta de depósitos públicos) en más de 5% del PIB en la mitad de los países y más de 12% del PIB en otros siete.
Los bancos centrales y los bancos privados han comprado gran parte de esta nueva deuda pública. Los programas de compra de activos de los bancos centrales en particular contribuyeron a mantener costos estables y bajos para la deuda pública. Las bajas tasas de interés también actuaron como soporte de las valoraciones de la renta variable en un momento en que la actividad económica estaba deprimida. Junto con el alivio regulatorio financiero, tal como las moratorias de reembolso de préstamos y el alivio de los capitales bancarios, estas políticas ayudaron a preservar la deuda variable y estimularon la liquidez del sector privado, evitando que los balances de las empresas y los hogares se vieran dañados.
El camino por delante
Para sentar los cimientos de una buena recuperación en Europa, es indispensable impedir que la crisis de la COVID-19 deje muy maltrechos los balances privados. La extraordinaria política de respuesta desplegada hasta la fecha fue lo que correspondía hacer frente a un shock exógeno sin precedentes.
Pero como la pandemia no toca a su fin, es necesario preservar ese progreso en la próxima fase de la recuperación. Los riesgos para la actividad económica persisten —por ejemplo, para los balances del sector privado si no se logra controlar del todo la pandemia— y eso justifica mantener por el momento las políticas de apoyo.
De ahora en más, será necesario un delicado equilibrio. A medida que avance la vacunación y que la recuperación económica cobre brío, el respaldo de emergencia amplio deberá ceder el lugar a políticas de intervención cada vez más enfocadas en los grupos de hogares y las empresas más afectados.
Según estudios recientes, hay focos de vulnerabilidad aguda en ciertas industrias y grupos de hogares, aun si el panorama general de ambos sectores se perfila prometedor. Por ende, continúa siendo esencial abordar las necesidades de solvencia de empresas viables dedicadas a la hospitalidad y otros servicios que requieren un intenso contacto, así como brindar más asistencia a los trabajadores por cuenta propia y los hogares vulnerables. Pero los balances públicos no son ilimitados y el debate sobre las políticas tendrá que orientarse hacia la trayectoria correcta para reducir la deuda del sector público cuando corresponda.
Una vez que la pandemia esté controlada y la recuperación decididamente en marcha, se disipará la incertidumbre y será posible replegar las medidas de apoyo de emergencia. Este proceso puede plantear sus propias dificultades, ya que algunos daños económicos saldrán a relucir recién entonces. La tarea de manejarlos requerirá gradualismo y cautela.