Por Sonja Davidovic, Delphine Prady y Herve Tourpe
El desafío práctico de poner la asistencia financiera rápidamente en manos de aquellos que perdieron su empleo en medio de la crisis económica de COVID-19 ha generado desconcierto entre las economías avanzadas y las economías en desarrollo por igual. La tarea se complica debido a los confinamientos económicos, las medidas de distanciamiento físico, los sistemas dispares de protección social y, en los países de bajo ingreso en particular, el alto nivel de informalidad. Muchos gobiernos están aprovechando la tecnología móvil para ayudar a sus ciudadanos.
Togo, una pequeña nación de ocho millones de habitantes en África Occidental, pudo distribuir rápidamente asistencia financiera de emergencia a medio millón de personas en menos de dos semanas usando teléfonos móviles La tecnología ayudó a ofrecer prestaciones a las mujeres en particular, y apoyó una implementación transparente del programa. Los trabajadores informales en Marruecos también están recibiendo ayuda del gobierno a través de sus teléfonos de manera rápida y eficiente.
Asistencia social y transferencias de efectivo
Muchos países emergentes y de bajo ingreso están ampliando la escala del apoyo directo a hogares y personas porque no pueden proteger directamente los empleos. La falta de datos sobre la situación de empleo y las divisiones confusas entre empresas y personas en el sector informal menoscaban la eficacia de las políticas del mercado laboral. En consecuencia, los gobiernos apuestan a las transferencias monetarias cuando tratan de dar impulso a los sistemas de protección social, mientras tratan de ampliar su cobertura.
En África subsahariana, más del 80% de las medidas anunciadas desde principios de la pandemia se instrumentaron mediante transferencias, y tan solo el 4% correspondieron a políticas del mercado laboral. En el mundo, el 30% de todas las iniciativas adoptadas por los países entrañan transferencias monetarias.
Habitualmente, la ayuda financiera dirigida a los hogares más vulnerables depende de un robusto sistema nacional de identificación vinculado a información socioeconómica y exige una variedad de enfoques para la distribución del dinero a quienes más lo necesitan. Si falta alguno de estos componentes en su respuesta inmediata a la crisis pueden surgir complicaciones : por ejemplo, si un gobierno no puede llegar a los beneficiarios por carecer de información socioeconómica, posiblemente tenga que elegir entre gastar más para armar una red de protección más amplia o mantener el control presupuestario y excluir a hogares que necesitan apoyo.
Mecanismos eficaces de transferencia de dinero
El dinero móvil es una opción eficaz que favorece el distanciamiento físico para realizar transferencias de dinero a gran escala, ya que la tasa de propiedad y utilización de teléfonos móviles en las economías emergentes y en desarrollo es muy elevada y, en el mundo, hay 228 agentes de dinero móvil (pequeños comercios minoristas donde los clientes pueden depositar o retirar dinero de sus cuentas móviles, comprar tarjetas de minutos de tiempo celular, etc.) por cada 100.000 adultos, frente a tan solo 11 bancos y 33 cajeros automáticos. Así pues, el dinero móvil puede ayudar a las poblaciones rurales y remotas a tener acceso a programas de transferencias del gobierno sin desplazarse largas distancias o hacer filas, o incluso tener una cuenta bancaria; esto constituye una ventaja crítica en un mundo en el que 1.700 millones de personas aún no tienen acceso a instituciones financieras formales.
La pandemia ha llevado a muchos países a fortalecer sus ecosistemas de dinero móvil y a resolver limitaciones específicas. Los gobiernos con sistemas más desarrollados lograron reaccionar antes. Ecuador duplicó en el lapso de dos semanas la cantidad de agentes de transferencia de fondos autorizados. Malasia amplió el acceso al servicio gratuito de Internet móvil. Nigeria se asoció con operadores de redes móviles para identificar trabajadores informales vulnerables en áreas urbanas a través de patrones de compra de tiempo celular. Arabia Saudita recortó las comisiones de utilización de telefonía móvil para promover los pagos móviles. Hace algunos años, Perú promovió la creación de una plataforma que permite transferencias entre 3 operadores móviles líderes y 32 bancos.
El dinero móvil tiene riesgos y limitaciones. En zonas rurales y remotas posiblemente las personas carezcan de cobertura móvil, fácil acceso a agentes monetarios o sencillamente de electricidad. El canje de dinero móvil por efectivo puede ser costoso. Y es sabido que la falta de educación digital y financiera impide la adopción de servicios móviles digitales.
En muchos países, la pandemia ha obligado a las autoridades a reaccionar rápidamente para reducir las deficiencias regulatorias en torno al dinero móvil emitido por empresas de telecomunicaciones y de tecnología financiera, cuyos clientes a menudo no gozan de la misma protección regulatoria que tienen los clientes bancarios. Es importante velar por que los riesgos de la aceleración del uso de dinero móvil, como los ciberriesgos y el fraude digital, no eclipsen sus beneficios.
Un marco para el dinero móvil
Más allá del horizonte de la crisis, muchos países han buscado dar impulso a plataformas de pagos móviles para reducir la corrupción, mejorar la eficiencia y la transparencia presupuestaria, y lograr una mayor inclusión financiera, en especial para el sector informal y las mujeres.
Los gobiernos deben adoptar un enfoque amplio que vaya más allá de la tecnología y considere todo el ecosistema que sostiene un programa móvil robusto y resiliente a la vez que amplían la escala de las transferencias de efectivo móvil rápidamente para ayudar a aliviar el impacto de la pandemia.
Las autoridades y la industria deben considerar un marco integral, u holístico, que incorpore todos los componentes de una plataforma sostenible de dinero móvil, incluidos los grupos de interés y los elementos normativos y de diseño que ayudan a maximizar los beneficios frente a los riesgos.
A medida que los países salen de la crisis y se perfila una nueva normalidad, es un buen momento para tomar nota de los impedimentos que encontraron para ofrecer apoyo a las personas que sufren las consecuencias económicas de los confinamientos. Al mismo tiempo, pueden tomar como base las soluciones que mejor funcionaron para compensar la pérdida de ingresos, haciendo hincapié en soluciones sostenibles y no ya en las soluciones provisorias que resultan necesarias en el momento más crítico de una emergencia. Esto debería ser parte de estrategias más amplias del gobierno para fortalecer los sistemas de protección social a mediano plazo mediante la tecnología.