En agosto de 1694 el Banco de Inglaterra entró en funcionamiento con un personal integrado por 19 personas. La Carta Real original, emitida por el Rey Guillermo y la Reina María, encomendaba al Banco la misión de “promover el Bien público y el Beneficio de nuestro Pueblo”. En cuanto empresa privada, su independencia respecto del gobierno no estaba entonces prevista, aunque finalmente se concretó —unos 300 años más tarde— cuando, en mayo de 1997, el Gobierno británico confirió al Banco independencia operacional para ejecutar la política monetaria, medida que entraría en vigor un año después.
Desde una perspectiva general, la independencia de los bancos centrales es algo relativamente nuevo —la idea cobró impulso en la década de 1970— pero ha demostrado ser un valioso factor estabilizador para aquellos países que procuran adoptar decisiones de política monetaria de manera despolitizada. Pero un decenio después de que los banqueros centrales pasaran a ser actores decisivos en la crisis financiera mundial, los bancos centrales de todo el mundo se esfuerzan hoy por cumplir sus mandatos en circunstancias difíciles. Desde Europa hasta las Américas, desde África hasta Asia, los votantes intranquilos y sus gobiernos exigen una mayor rendición de cuentas y algunos cuestionan ahora la antes sacrosanta independencia de los bancos centrales.
Fundamentos jurídicos
Numerosos estudios han validado la importancia de la independencia de los bancos centrales. De hecho, el trabajo de investigación realizado a partir de la base de datos del FMI sobre la legislación relativa a la banca central muestra que en la mayoría de las naciones esas leyes contienen, de una forma u otra, “anclas” para la independencia del banco central.
En general, las leyes tienden a reconocer que si los políticos manipulan la política monetaria para fortalecer su popularidad en tiempos preelectorales, tal priorización de los beneficios políticos a corto plazo podría entrañar un perjuicio de largo plazo para la economía, bajo la forma de una mayor inflación o incluso hiperinflación. Esa injerencia política podría desvirtuar los objetivos de los bancos centrales —tales como una inflación estable en el tiempo y, en algunos países, un máximo nivel de empleo— y eventualmente crear riesgos a largo plazo para la estabilidad económica y financiera.
La ex presidenta de la Reserva Federal Janet Yellen advirtió que “a veces los bancos centrales deben hacer cosas que no son inmediatamente populares en aras de la salud de la economía. Hemos visto realmente resultados económicos terribles en países donde los bancos centrales han estado sometidos a presiones políticas”.
La lucha de los bancos centrales
Desde la crisis financiera mundial, muchos bancos centrales aplicaron estrategias que se tradujeron en una expansión significativa de sus balances. En algunos casos, los gobiernos les asignaron funciones nuevas o adicionales relativas a la estabilidad financiera, sumándolas a su mandato de asegurar la estabilidad de precios. En algunos círculos, la preocupación acerca de la ampliación de las actividades de los bancos centrales generó escepticismo en cuanto a la necesidad o grado apropiado de independencia del banco central.
De hecho, la orientación y composición general de la labor que lleva a cabo el FMI con las autoridades monetarias de los países confirma dicha lucha. En una cuarta parte de las visitas realizadas por el personal técnico del FMI para brindar asistencia técnica a funcionarios de bancos centrales, las conversaciones incluyen temas relacionados con la independencia de esas entidades, de una forma u otra.
Y la mayor parte de esa atención se ha centrado en fortalecer su independencia en el contexto de asegurar una política monetaria eficaz y modernizar sus operaciones. Esto destaca la clara prioridad que los bancos centrales de todo el mundo asignan hoy a contar con protección ante las amenazas a su independencia.
Independencia y rendición de cuentas: Dos caras de la misma moneda
Los debates en curso acerca de la independencia del banco central, en vista de las realidades post crisis, ponen de manifiesto el hecho de que los bancos centrales no operan en un vacío ni deberían hacerlo. Como instituciones públicas, los bancos centrales deberían ser considerados adecuadamente responsables de rendir cuentas ante los legisladores y la sociedad.
La transparencia es un elemento clave de esta obligación social de rendir cuentas. Son ejemplos de una transparencia apropiada la publicación de actas de reuniones, la disposición a dar respuesta a consultas o investigaciones de los legisladores, la publicación de informes técnicos detallados, la celebración de reuniones con los Ministros de Hacienda y la convocatoria a conferencias de prensa
En el siguiente gráfico se destacan las importantes conexiones entre los conceptos clave que conforman la gobernanza de los bancos centrales. Como puente entre la independencia y la rendición de cuentas está la noción de transparencia, un componente vital que permite a los bancos centrales independientes demostrar su efectividad y su rendición pública de cuentas. O, al decir del Gobernador del Banco de la Reserva de Sudáfrica y Presidente del Comité Monetario y Financiero Internacional (el órgano rector de las políticas del FMI) Lesetja Kganyago: “Para que la sociedad aprecie nuestras funciones, . . . tenemos que llevar a la sociedad a nuestro lado, de modo que cuando los bancos centrales sean blanco de ataques no estemos solo nosotros defendiendo nuestra independencia”.
Este año el FMI propuso un nuevo Código de Transparencia para los bancos centrales. Se prevé que el Código facilite una mayor transparencia de los bancos centrales en lo concerniente a sus mecanismos de gobierno, políticas, operaciones, resultados de las operaciones e interacción con interlocutores clave. Esto permitiría a los bancos centrales adaptarse a los cambios de su entorno, así como sostener la razón de ser de su independencia. La propuesta deja en claro que se espera que los bancos centrales modernos expliquen y justifiquen sus acciones y rindan cuenta de las decisiones adoptadas en el desempeño de sus responsabilidades.
También se requiere independencia y rendición de cuentas para asegurar una buena gobernanza e impedir una decadencia institucional en el largo plazo. La mala gobernanza y la corrupción no solo dañan la economía al provocar perturbaciones de corto plazo sino que también generan un impacto pernicioso en las instituciones, debilitando su efectividad. Los bancos centrales no son inmunes.
Resguardar la independencia
Indudablemente, la independencia sigue siendo un principio fundamental para garantizar el buen funcionamiento de los bancos centrales, en particular desde la perspectiva de su objetivo de estabilidad de precios. Sin embargo, los bancos centrales deberán intensificar sus esfuerzos. Es preciso fortalecer la transparencia de sus multifacéticas decisiones y medidas, y mantener una clara comunicación con el público resulta primordial.
Solo mejorando simultáneamente la gobernanza, la transparencia y la rendición de cuentas de los bancos centrales es posible garantizar su independencia en el largo plazo. Este el paso más seguro para recomponer la confianza del público en los bancos centrales como defensores fiables de políticas económicas no inflacionarias y generadoras de empleo.