[caption id="attachment_12296" align="alignleft" width="1024"] (foto: Creative Touch Imaging/Newscom)[/caption]
Existen visiones contrapuestas acerca de la relación entre la desigualdad de ingresos y el crecimiento. Hay quienes señalan que al menos cierto grado de desigualdad es un resultado necesario de los beneficios que recompensan la innovación y la toma de riesgos. Otros sostienen que una excesiva desigualdad de ingresos deprime la inversión en capital tanto humano como físico, dos fuentes claves del crecimiento a largo plazo.
En un estudio reciente argumentamos que el eslabón perdido crucial en la relación entre desigualdad y crecimiento es la desigualdad de oportunidades.
En las sociedades en las que las oportunidades son desiguales, incluso a través de distintas generaciones, un aumento de la desigualdad del ingreso tiende a tornarse endémico, lo cual limita el potencial y las perspectivas de las personas de bajos ingresos, y atrofia el crecimiento a largo plazo.
Nuestro gráfico de la semana muestra cómo la desigualdad de oportunidades actúa como un árbitro en la relación entre la desigualdad de ingresos y el crecimiento a largo plazo.
Utilizamos datos sobre la desigualdad de oportunidades obtenidos de la base de datos mundial sobre movilidad intergeneracional ( Global Database on Intergenerational Mobility ) del Banco Mundial, que calcula la correlación entre los ingresos de padres e hijos en una amplia muestra de países. Cuanto más alta es la correlación, menor es la probabilidad de que una persona llegue a gozar de una situación mejor que la de sus padres, lo cual indica una distribución menos igualitaria de las oportunidades. De modo que la correlación es un indicador de lo que en la jerga económica se conoce como movilidad intergeneracional.
En el gráfico dividimos la muestra entre aquellos países donde la movilidad intergeneracional es alta y otros donde es baja.
En el caso de los países con alta movilidad, observamos una relación escasamente discernible entre el crecimiento del PIB real per cápita y la desigualdad de ingresos, medida por el ampliamente utilizado coeficiente de Gini. Sin embargo, en los países con baja movilidad la relación es fuertemente negativa. Por lo tanto, la desigualdad de oportunidades es crucial para explicar la relación entre desigualdad y crecimiento.
Como lo demuestra en un creciente número de investigaciones, una mayor desigualdad de oportunidades tiende a persistir en un contexto de acceso desigual a la educación, mercados de trabajo segregados entre trabajadores “integrados” y “excluidos” y mercados financieros que favorecen a las personas más acomodadas.
Los gobiernos deben aplicar políticas para incrementar el acceso a una educación temprana de alta calidad, reducir la dualidad del mercado laboral y el desempleo estructural y ampliar las fuentes de financiamiento disponibles para los nuevos emprendedores.
Las evidencias presentadas en nuestro estudio indican que al generar de esa forma un marco de igualdad de condiciones no solo se promovería la justicia social sino que también se potenciaría el crecimiento.