En las últimas dos décadas, la mayor parte de la variación de los saldos comerciales bilaterales —la diferencia entre el valor de las exportaciones y las importaciones entre dos países— es atribuible a factores macroeconómicos, según una investigación del FMI.
Se trata de factores como la política fiscal, cuestiones demográficas y una demanda interna floja, pero también cabe incluir las políticas cambiarias y las políticas internas del lado de la oferta, como los subsidios a empresas estatales o a sectores exportadores.
La variación de los aranceles, en cambio, influye en los saldos comerciales en muy menor grado.
En nuestro gráfico de la semana, extraído de la edición de abril de Perspectivas de la economía mundial , se cuantifican los factores que determinan las variaciones de los saldos comerciales. Concretamente, se analiza la incidencia de los factores macroeconómicos y los aranceles, y la forma en que los países organizan su producción (la composición sectorial de la producción y la demanda de los países).
El gráfico muestra la contribución de cada uno de estos factores en unos cuantos pares de países. Como se puede apreciar, las condiciones macroeconómicas juegan un papel importante. Por ejemplo, aproximadamente un 20% de la variación de la balanza comercial entre Estados Unidos y Alemania entre 1995 y 2015 es atribuible a factores macroeconómicos, y a esos mismos factores se les puede atribuir más del 95% de la variación de la balanza comercial entre Estados Unidos y China.
La variación de los aranceles bilaterales ejerce una función menor porque estos ya son bajos en muchos países, y porque las reducciones arancelarias recíprocas generan efectos compensatorios en los saldos comerciales bilaterales. Imponer aranceles bilaterales a un socio comercial tampoco sirve para resolver los desequilibrios comerciales agregados (es decir, la suma de los saldos comerciales bilaterales de un país con todos sus socios comerciales), porque los consumidores sencillamente trasladarán su demanda a otros socios comerciales sobre los que no pesen aranceles.
Pero eso no significa que los aranceles no revistan importancia. Los aumentos de los aranceles pueden ser especialmente perjudiciales para el producto, el empleo y la productividad. El carácter integrado del sistema comercial mundial actual apunta a que un aumento acusado de los aranceles también afectaría a otros países, y crearía efectos secundarios que se transmitirían de un país a otro, perjudicando la economía mundial.
Por lo tanto, las autoridades económicas deben seguir fomentando un comercio libre y justo, eliminando los aranceles aplicados últimamente e intensificando los esfuerzos encaminados a reducir las barreras actuales al comercio. Deben evitar políticas que distorsionen la economía, como las que llevan a los gobiernos a estimular la economía con gasto adicional cuando la demanda ya es sólida o a subsidiar fuertemente a los sectores exportadores, lo cual da lugar a desequilibrios excesivos y posiblemente insostenibles.