A principios de este año, el ciclón Idai devastó Mozambique, Malawi y Zimbabwe, con un saldo de más de 1000 personas fallecidas, miles más desaparecidas y daños por miles de millones. Estas tormentas son uno de los recordatorios más recientes de cómo los desastres naturales pueden causar daños graves y catastróficos. Los desastres naturales destruyen vidas y propiedades y tienen efectos significativos y duraderos en las economías al reducir la producción y aumentar la carga de la deuda. Además, suelen afectar en forma desproporcionada a los pobres, que tienen una capacidad limitada de enfrentar las repercusiones.
Si bien no son los únicos, los pequeños países insulares del Caribe y del Pacífico son en especial vulnerables a los desastres naturales. En los últimos 30 años, en promedio han sufrido pérdidas relacionadas con este tipo de desastres de entre 2% y 3% del PIB al año. Algunos países se han visto mucho más afectados: cuando el huracán María asoló Dominica en 2017, causó daños por aproximadamente 220% del PIB, más del doble de la producción anual total de la isla.
A medida que el cambio climático continúa afectando tanto a la frecuencia como a la gravedad de los desastres naturales, ¿qué más pueden hacer los países vulnerables para prepararse y enfrentar sus consecuencias? En un nuevo documento del FMI, exponemos brevemente cómo los países vulnerables pueden elaborar estrategias integrales para desarrollar su resiliencia ante los desastres naturales, basándose en un diagnóstico de los riesgos y respuestas eficaces en función de los costos. Implementar dicha estrategia, también puede permitir a los países atraer la ayuda tan necesaria de la comunidad internacional.
Las estrategias de resiliencia ante los desastres naturales pueden valerse de los planes de respuesta ya existentes ante desastres, complementados por los conocimientos especializados de los socios en el desarrollo, y deben basarse en tres pilares complementarios de la creación de resiliencia:
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Resiliencia estructural. Muchos países vulnerables carecen de una infraestructura resistente a los desastres que cubra servicios vitales como el agua, el alcantarillado y la electricidad, aun cuando la inversión en dicha infraestructura puede tener una muy alta rentabilidad. Un obstáculo considerable son los altos costos de capital inicial: las evaluaciones conjuntas del FMI y el Banco Mundial sobre políticas de cambio climático para Belice, Seychelles y Santa Lucía estimaron que se requerirían inversiones anuales de entre 2% y 3% del PIB durante diez años para lograr una protección adecuada. No obstante, los altos niveles de deuda pública constituyen un obstáculo para que muchos países realicen las inversiones en infraestructura necesarias. De todos modos pueden crear resiliencia: por ejemplo hacer cumplir códigos de construcción y reglas de zonificación fuertes o mejorar los sistemas de alerta temprana.
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Resiliencia financiera . El impacto de los desastres naturales se puede contener pero no eliminar. La planificación de las necesidades de financiamiento de emergencia para la reconstrucción debe efectuarse antes de que ocurra un desastre. Una de las opciones es realizar provisiones en el presupuesto, posiblemente en forma de un fondo de ahorros específico para satisfacer las necesidades que surgen a raíz de los desastres. Otra es utilizar instrumentos financieros contingentes que proporcionen cobertura de seguros o alivio del pago del servicio de la deuda cuando se produce un desastre. Sin embargo, los mercados financieros regionales a menudo no están suficientemente desarrollados para ofrecer estas opciones de financiamiento a un costo razonable, en particular para los países pequeños. Por ejemplo, si bien existen fondos de seguros regionales, como el Fondo de Seguro contra Riesgos de Catástrofe para el Caribe y la Compañía de Seguros de Riesgo de Catástrofe del Pacífico , los países han intentado obtener de ellos una cobertura limitada, lo que refleja los elevados costos involucrados. Necesitan ayuda para reducir estos costos.
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Resiliencia social. Aumentar la resiliencia estructural y financiera requerirá tiempo. Con esto se vuelve imperativo que los países apliquen planes detallados de respuesta ante emergencias para contener las interrupciones de los servicios públicos críticos después de que ocurre un desastre —como el agua, la electricidad, los servicios médicos y la seguridad— y para limitar el impacto sobre los más vulnerables.
La formulación de una estrategia de resiliencia frente a los desastres naturales ayudaría a un país a identificar las áreas de mayor vulnerabilidad y proporcionar un plan de acción para crear resiliencia. La estrategia debe fundamentarse en diagnósticos sólidos —incluidos las evaluaciones de riesgos, la identificación de proyectos, el establecimiento de prioridades y la estimación de costos— y basarse en los planes de respuesta existentes, en lugar de ignorarlos. Una vez aplicada, la estrategia puede ayudar al país a promover la ayuda de la comunidad internacional.
Apoyo decisivo para el éxito
Muchos países pequeños y de bajo ingreso necesitan apoyo externo —en conocimientos especializados y asistencia financiera— para desarrollar y aplicar una estrategia. Para esto, todas las partes interesadas deben intervenir.
Los países mismos deberían aumentar los ingresos nacionales adicionales estableciendo nuevas prioridades en materia de gastos y fortaleciendo la gestión financiera. Esto crearía incentivos para que los donantes externos proporcionaran más subvenciones y financiamiento en condiciones favorables. Los fondos para el cambio climático y otras iniciativas de financiamiento para el clima también son una vía prometedora para obtener apoyo, pero muchos países necesitarán asistencia técnica para comprometerse eficazmente con esos fondos.
El FMI puede ayudar a los países analizando las opciones de financiamiento y recomendando cómo incorporar en los marcos fiscales y macroeconómicos de mediano plazo medidas para crear resiliencia frente a los desastres naturales a fin de garantizar que las finanzas públicas sigan siendo sostenibles.
El FMI también cuenta con mecanismos de préstamos de emergencia con el fin de proporcionar asistencia rápida a los países de bajo ingreso afectados por desastres naturales; desembolsamos más de USD 100 millones a Mozambique en menos de un mes luego de que se produjera el ciclón Idai. Además, ayudamos a fortalecer las capacidades dentro de los gobiernos mediante la capacitación y la asistencia técnica para ayudarlos a manejar mejor los riesgos relacionados con los desastres así como las respuestas a estos. Podemos hacer más, y lo haremos, para apoyar a los países que se enfrentan a riesgos de desastre cada vez mayores a medida que se intensifica el cambio climático.