La percepción del público de que las grandes empresas multinacionales pagan pocos impuestos ha dado lugar a exhortaciones políticas para que se tomen medidas urgentes.
No resulta difícil entender por qué.
Permítanme destacar tres razones que hacen que la adopción de un nuevo enfoque sea una tarea urgente
En primer lugar, la facilidad con la que las multinacionales parecen evitar pagar impuestos, junto con la disminución observada en los últimos 30 años de las tasas de impuesto que pagan las empresas, socavan la fe en la equidad del sistema tributario en general.
En segundo lugar, la situación actual es especialmente nociva para los países de bajo ingreso, ya que los priva de ingresos que los ayudarían a lograr un mayor crecimiento económico, reducir la pobreza y alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible de 2030.
Por mucho tiempo las economías avanzadas han sido las que han definido las reglas de tributación internacional de las empresas, sin considerar cómo afectarían a los países de bajo ingreso.
Un análisis del FMI muestra, por ejemplo, que los países ajenos a la OCDE dejan de percibir aproximadamente USD 200.000 millones de ingresos al año, o alrededor de 1,3% del PIB, debido a las empresas que trasladan sus beneficios a jurisdicciones de baja tributación.
Estos países deben tener un sitio en la mesa. La Plataforma de Colaboración en materia tributaria, una iniciativa conjunta del FMI, el Banco Mundial, la OCDE y las Naciones Unidas es una ayuda en este sentido.
En tercer lugar, el interés por replantear el sistema de tributación internacional de las empresas obedece al surgimiento de modelos de negocio muy rentables, basados en tecnología y altamente digitalizados.
Estos modelos dependen mucho de activos intangibles, como patentes o software que son difíciles de valorar.
Además, demuestran que suponer que los ingresos y beneficios están vinculados a la presencia física es una idea ya caduca.
Esto a su vez ha generado inquietudes acerca de la equidad. Los países con muchos usuarios o consumidores de servicios digitales han descubierto que recaudan pocos ingresos, si acaso, de estas empresas. ¿Por qué? Porque las empresas no tienen allí una presencia física.
Está claro entonces que lo que se necesita es un replanteamiento de fondo de la tributación internacional.
Pero esto significa que los países tienen que trabajar conjuntamente, y para avanzar se necesita coordinación entre todos y un rumbo bien marcado.
En un nuevo estudio del FMI publicado hace dos semanas se analizan varias opciones en función de tres criterios básicos: abordar mejor el problema del traslado de beneficios y la competencia tributaria; superar los obstáculos administrativos y legales a la reforma; y garantizar el pleno reconocimiento de los intereses de los países emergentes y en desarrollo.
La arquitectura tributaria internacional de las empresas está hoy fundamentalmente desactualizada. Un replanteamiento del actual sistema que permita abordar las causas fundamentales de sus deficiencias es algo que puede beneficiar a todos los países, incluidos los de bajo ingreso.