Por Ruchir Agarwal y Signe Krogstrup
Durante la crisis financiera mundial, muchos bancos centrales redujeron a cero las tasas de interés de política monetaria para estimular el crecimiento. Diez años más tarde, las tasas de interés permanecen en niveles bajos en la mayoría de los países. La economía mundial ha estado recuperándose, pero es inevitable que se produzcan desaceleraciones en el futuro. Históricamente, las recesiones graves han hecho necesarios recortes de las tasas de política monetaria de entre 3 y 6 puntos porcentuales. De producirse otra crisis, pocos países dispondrían de tales márgenes para responder con medidas de política monetaria.
Para solucionar este problema, un estudio reciente del personal técnico del FMI muestra cómo los bancos centrales pueden configurar un sistema que haría viable optar por tasas de interés muy negativas.
¿Hasta dónde se pueden bajar?
En un mundo sin dinero en efectivo, las tasas de interés no tendrían un límite inferior. Para contrarrestar una recesión severa, un banco central podría reducir la tasa de política monetaria de 2%, por ejemplo, a menos 4%. El recorte de la tasa de interés se transmitiría a los depósitos bancarios, los préstamos y los bonos. Sin efectivo, los depositantes tendrían que pagar la tasa de interés negativa para mantener su dinero en el banco, con lo cual el consumo y la inversión se tornarían más atractivos. Esto promovería los préstamos, impulsaría la demanda y estimularía la economía.
Pero cuando circula efectivo, recortar significativamente las tasas hasta que entren en territorio negativo es algo imposible. El efectivo tiene el mismo poder adquisitivo que los depósitos bancarios, pero a un interés nominal de cero. Además, puede obtenerse en cantidades ilimitadas a cambio de dinero bancario. Así, en lugar de pagar un interés negativo, uno puede sencillamente quedarse con el efectivo a una tasa de interés de cero. El efectivo es una opción gratis a interés cero, y funciona como un tope inferior de la tasa de interés.
Este tope ha llevado a los bancos centrales a recurrir a medidas de política monetaria no convencionales. La zona del euro, Suiza, Dinamarca, Suecia y otras economías han permitido que las tasas de interés descendieran hasta un nivel ligeramente por debajo de cero, algo que es posible porque retirar dinero en efectivo en grandes cantidades es incómodo y costoso (cargos por almacenamiento y seguro, por ejemplo). Estas políticas han ayudado a estimular la demanda, pero no pueden suplir por completo el margen de maniobra de política que se pierde cuando las tasas de interés se sitúan en niveles muy bajos.
Traspasar la barrera de cero
Una opción para traspasar el límite inferior cero sería eliminar gradualmente el efectivo, lo que no es del todo sencillo. El efectivo sigue desempeñado una función muy importante en los pagos en muchos países. Para obviar este problema, en un estudio reciente del personal técnico del FMI y en previas investigaciones examinamos una propuesta para que los bancos centrales logren que el efectivo sea tan costoso como los depósitos bancarios con tasas de interés negativas, lo cual haría viables las tasas de interés muy negativas pero preservaría la función del efectivo.
Según la propuesta, un banco central dividiría la base monetaria en dos monedas locales separadas: efectivo y dinero electrónico. El dinero electrónico se emitiría solo en forma electrónica y se remuneraría a la tasa de interés de política monetaria, y el efectivo tendría un tipo de cambio —o tasa de conversión— con respecto al dinero electrónico. Esta tasa de conversión es un aspecto clave de la propuesta. Al fijar una tasa de interés negativa para el dinero electrónico, el banco central dejaría que la tasa de conversión del efectivo en términos de dinero electrónico se deprecie al mismo ritmo que la tasa de interés negativa del dinero electrónico. Así, el valor del efectivo se reduciría en términos de dinero electrónico. A modo de ilustración, supongamos que su banco hoy anuncia una tasa de interés de menos 3% sobre un depósito de USD 100. Supongamos además que el banco central anunció que el dólar en efectivo pasará a ser una moneda aparte que se depreciará frente al dólar electrónico a una tasa de 3% anual. La tasa de conversión de dólares en efectivo a dólares electrónicos entonces variaría de 1 a 0,97 en el curso del año. Al cabo de un año, el saldo en su cuenta bancaria sería de 97 dólares electrónicos. Si en lugar de depositar hoy los 100 dólares en efectivo, los retira y los guarda bajo el colchón, al cabo de un año también los podría cambiar por 97 dólares electrónicos. Al mismo tiempo, los negocios empezarían a anunciar sus precios en dinero electrónico y en efectivo por separado, tal como lo hacen los negocios en algunas pequeñas economías abiertas que ya están anunciando sus precios en moneda local y en divisas limítrofes. El efectivo entonces estaría perdiendo valor en términos de bienes y del dinero electrónico, con lo cual tener efectivo no supondría ninguna ventaja frente a depositarlo en el banco. Este sistema de doble moneda local le permitiría al banco central implementar una tasa de interés tan negativa como fuera necesario para contrarrestar una recesión, sin desencadenar sustituciones a gran escala por efectivo. Ventajas y desventajas Si bien un sistema monetario dual es una idea que invita a cuestionar nuestros preconceptos acerca del dinero, para llevarlo a la práctica son relativamente pequeños los cambios que tendrían que introducir los países en los marcos operativos de los bancos centrales. En contraste con otras propuestas, este sistema tendría la ventaja de liberar por completo a la política monetaria del límite inferior cero. Su adopción refrendaría el compromiso del banco central con la meta de inflación, en lugar de sembrar dudas al respecto. Pero claro, también habría que superar obstáculos. El sistema exigiría importantes modificaciones del sistema financiero y jurídico. En particular, tendrían que abordarse cuestiones fundamentales relativas a la ley monetaria y habría que garantizar la coherencia con el marco jurídico del FMI. Y también implicaría un enorme esfuerzo de comunicación. Las ventajas y desventajas del sistema son específicas en cada país y deben sopesarse cuidadosamente con las que presentan otras propuestas, como las metas de inflación más altas, para ampliar el margen de acción de la política monetaria en un contexto de tasas de interés bajas. En nuestro estudio consideramos estas y otras cuestiones.