Las cicatrices de la crisis financiera mundial de hace una década y la consiguiente recesión marcaron el crecimiento futuro por mucho tiempo y de diversas formas.
Según nuestro informe WEO de octubre, hay señales de que la crisis puede haber incidido a largo plazo en el crecimiento económico potencial debido a sus efectos en la fecundidad y la migración, así como en la desigualdad del ingreso.Nuestro gráfico de la semana muestra que en los 10 años previos a la crisis la tasa de fecundidad —el número de hijos que se prevé tendrá una mujer en su vida— aumentó en varias economías avanzadas, y de ahí en adelante disminuyó.
En Estados Unidos la tasa bajó de 2,12 en 2007 a 1,8 in 2016. En países europeos como Grecia y España, víctimas de una doble recesión, la tasa de fecundidad disminuyó de 1,5 a aproximadamente 1,3 en el mismo período.
Datos de países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos muestran que las pérdidas de empleo fueron el principal canal por el que la crisis afectó las tasas de fecundidad . Según otros estudios, las decisiones de las mujeres en cuanto al tamaño de la familia podrían verse afectadas por cambios sociales complejos —como la mayor participación femenina en la fuerza laboral y la tendencia a favor de familias más pequeñas— y por los recortes en los sistemas de bienestar.
Las tasas de nacimientos persistentemente bajas de la última década desacelerarán la tasa de crecimiento de la fuerza laboral futura de estos países, en perjuicio del crecimiento del producto potencial. Y si la inmigración disminuyera, el menor número de bebés exacerbará el proceso de envejecimiento y decrecimiento poblacional que ya se observa en muchos países.
Las autoridades en algunas economías avanzadas tendrán que abordar este fenómeno y encontrar formas de incentivar a las mujeres a tener hijos. Por ejemplo, a las familias les puede ser más fácil tener más hijos si se les permite beneficiarse de un mayor acceso a servicios de cuidado infantil económicos y de alta calidad, de las leyes laborales favorables a la familia y de políticas tributarias que no penalicen los ingresos secundarios de los hogares.