Durante casi cuatro décadas en instituciones financieras internacionales, gubernamentales y académicas, Ricardo Hausmann se ha propuesto descubrir por qué algunos países prosperan y otros fracasan. Hausmann traza una analogía entre el desarrollo y un juego de Scrabble. “El proceso de desarrollo es efectivamente un proceso de acumulación de letras y formación de palabras nuevas. Y esa es la flecha del desarrollo”, explica, sentado en su oficina en la Facultad de Gobierno Kennedy de la Universidad de Harvard. Esta pasión por descubrir los catalizadores que impulsan el desarrollo, dice, se nutre de la multiplicidad de experiencias que han forjado su vida profesional. “Nunca pensé que tuviera diferentes carreras, sino que jugaba el mismo juego desde distintas posiciones”.
Superar las limitaciones
Hausmann ha sido director del Centro para el Desarrollo Internacional (CID) de Harvard desde 2005 y profesor de Práctica del Desarrollo Económico desde 2000. En Harvard se ha dedicado a perfeccionar su estudio sobre el crecimiento económico y sus limitaciones: el o los dos mayores obstáculos que entorpecen el crecimiento de un país. Hausmann trabaja directamente con los gobiernos de todo el mundo para ayudarlos a identificar fuentes de nuevo crecimiento.
“Me preocupaba lo difícil que resultaba encontrar modelos económicos que funcionaran”, explica. “La historia de la mayoría de los países que conozco estuvo muy ligada a un sector prevalente con efectos transformadores, llámese café, cacao, petróleo o turismo”.
Para dilucidar la razón de estas decisiones, Hausmann formuló la metodología de diagnóstico de crecimiento con los economistas y colegas de Harvard Dani Rodrik y Andrés Velasco en 2005. La idea principal radica en que un país puede estar chocándose con sus propias limitaciones, las cuales deben interpretarse y resolverse. “En la metodología de diagnóstico de crecimiento de la cual fue precursor confluyen un conjunto de herramientas prácticas de políticas y el arte”, afirma Lant Pritchett, quien además de amigo y colega, es profesor de Práctica del Desarrollo Internacional en la Facultad Kennedy.
El trabajo sobre crecimiento fue el resultado de un diálogo que había comenzado muchos años antes, en Venezuela. “Mi primer encuentro con Ricardo fue en alguna conferencia sobre deuda externa en Caracas en los años ochenta”, recuerda Rodrik. “Dimos un paseo por las calles de Caracas y conversamos sin parar: sobre economía, instituciones, desarrollo, en qué nos estábamos equivocando. Recuerdo que pensé, ¿de qué habla este hombre? Me llevó un tiempo entender que hablaba de algo importante. Con los años, nunca dejó
de hablarme sobre el tema, y yo me he beneficiado enormemente de esto. Su singularidad radica en que combina la visión pragmática de un responsable de políticas con la búsqueda académica de las grandes ideas. Haberlo traído a la Facultad Kennedy ha sido uno de mis mayores logros”.
De hecho, la metodología de diagnóstico de crecimiento ejemplifica su concepción general de la economía: trascender siempre la teoría para contrastar la economía con la realidad. “El continuo compromise de Ricardo con el torbellino de las economías reales y la formulación de políticas económicas no es una distracción, sino una fuente de conocimientos nuevos y profundos en materia económica”, comenta Pritchett, quien agrega: “Ricardo tiene el don de seguir la evolución de las economías, incluso cuando el dogma —sea este de izquierda o de derecha— va por un camino equivocado”.
Hausmann —quien no teme recurrir a otras disciplinas en busca de nuevas metodologías para analizar problemas— tiene poca paciencia para la ortodoxia y la ausencia de curiosidad intelectual. “Considero que una buena ciencia económica responde a un intento por entender, por hacerse cargo del problema”, expresa. “Muy a menudo, la economía teórica es el resultado de martillos en busca de clavos”.
La carrera de Hausmann se ha caracterizado por superar los límites y experimentar con distintos métodos en busca de respuestas a preguntas difíciles. “Ricardo utiliza las herramientas de la macroeconomía, la microeconomía, la econometría, las finanzas, la sociología, la historia, la filosofía, la psicología, la física, e incluso la geometría fractal. Combina estas disciplinas, las sintetiza con elegancia, y crea sus singulares marcos analíticos”, dice Duygu Güven, ex alumno e investigador que trabajó con Hausmann en el CID y trabaja hoy en el Tesoro de Turquía.
Su aporte
La búsqueda de respuestas de Hausmann tiene origen en Venezuela, donde se radicaron sus padres —sobrevivientes del Holocausto— tras huir de Alemania y Bélgica. Se ganaban la vida fabricando monederos de cuero, pero cuando la industria de la indumentaria abandonó Venezuela en los años noventa en busca de destinos de más bajos costos, la pregunta lógica fue: “Si vendemos nuestro negocio de indumentaria, ¿a qué nos dedicaremos? Solo sabemos sobre indumentaria”.
A raíz del dilema de sus padres, Hausmann reflexionó sobre la función del capital humano en
el desarrollo. “Trabajé en la idea de que el proceso de desarrollo implica efectivamente tener una población que adquiera un abanico cada vez más diverso de capacidades productivas que puedan reagruparse o reorganizarse”, afirma. Así, la función del capital humano en el desarrollo se convirtió en el motor de su carrera académica.
Inicialmente, Hausmann se graduó de licenciado en ingeniería y física aplicada en la Universidad de Cornell. Pero abandonó la física y la ingeniería por las ciencias sociales. “Estudiar electrones en Venezuela no era tan interesante como estudiar la economía de Venezuela, dado que los electrones son iguales en todo el mundo, y la economía, no”, afirma.
Tras obtener un Máster y Doctorado en economía, también en la Universidad de Cornell, Hausmann volvió a Venezuela para enseñar economía. En 1984, comenzó a asesorar a diversos ministros del gobierno. En 1992, fue designado Ministro de Coordinación y Planificación, y también fue miembro del directorio del Banco Central de Venezuela.
En 1994, se mudó a Washington, DC, para ser el primer economista jefe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
El pecado original y la materia oscura
Durante sus seis años como economista jefe, Hausmann siguió reflexionando sobre la experiencia de Venezuela, y la de muchos otros países de América Latina. ¿A qué se debía la volatilidad crónica de la economía? Junto con Michael Gavin, Ernesto Talvi y Roberto Perotti, investigó por qué la política fiscal siempre parecía ser procíclica: en lugar de estabilizar el ciclo económico, la política fiscal agudizaba las contracciones y alimentaba los auges. Su trabajo sobre la naturaleza procíclica de la política fiscal lo llevó a concluir que algunos países tienen políticas procíclicas porque su capacidad de endeudamiento también es procíclica, con acceso al mercado solo en los períodos de bonanza.
Hausmann y Barry Eichengreen acuñaron el término “pecado original” para describir los casos en que un país solo puede tomar deuda en el exterior en moneda extranjera, como el dólar. Si un país que sufre del pecado original acumula deuda, como las economías en desarrollo para estimular el crecimiento, este tendrá un descalce en su balance, de modo que si su moneda se deprecia se encarece el servicio de la deuda, a menudo provocando cesaciones de pago.
La teoría de Hausmann fue refutada por Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff, quienes no culpaban a los descalces por los problemas de endeudamiento. Según ellos, las economías de mercados emergentes sufrían de “intolerancia a la deuda”, es decir, la imposibilidad de manejar los niveles de deuda que son habituales en las economías avanzadas. A esto atribuyen que algunos países sean incumplidores seriales.
Sus conocimientos de física lo inspiraron para acuñar el término “materia oscura” para resolver el enigma de las estadísticas financieras internacionales: ¿cómo puede ser que Estados Unidos, el mayor deudor del mundo, obtenga un rendimiento mayor sobre sus activos extranjeros que los intereses que paga por su deuda? En un artículo de 2005, “US and Global Imbalances: Can Dark Matter Prevent a Big Bang?”, Hausmann y Federico Sturzenegger (hoy presidente del Banco Central de Argentina) usaron el término “materia oscura” para describir activos invisibles, como la inversión extranjera directa y otros conocimientos técnicos exportados, que generaron ingresos suficientes para compensar los intereses que Estados Unidos pagaba a los acreedores extranjeros. En física, la materia oscura solo puede apreciarse en la atracción gravitacional que ejerce. En las estadísticas financieras internacionales, su existencia solo se infiere de los ingresos que genera.
Como el pecado original, la hipótesis de materia oscura generó un encendido debate que aún continúa.
De Washington a Boston
Durante su cargo en el BID, Hausmann también participó en la creación del Consenso de Washington: 10 recetas de política económica que se convirtieron en el paquete básico de reformas para economías en crisis, pero que ha sido muy criticado. Hausmann asistió al seminario en el que John Williamson describió por primera vez el Consenso de Washington y contribuyó con un capítulo sobre América Latina en el libro de Williamson. “En cierta forma, el Consenso de Washington era un consenso latinoamericano sobre un conjunto muy peculiar de desequilibrios de esa región”, explica.
Sin embargo, con el tiempo, Hausmann puso en duda que estas políticas estuviesen generando los resultados que la teoría económica postulaba. Había cierta correlación positiva, en el sentido de que los países que implementaron las reformas tenían mejores resultados que los que no. Pero a fines de los noventa, las crisis financieras de Asia y Rusia se propagaron a América Latina provocando una contracción entre 1998 y 2002.
“Eso me hizo replantearme. Quizás el crecimiento encerraba algo más que no había visto”, afirma. “Nos tropezábamos con escollos para el desarrollo que no habíamos contemplado. Eso coincidió con mi mudanza a Harvard.”
Esta nueva búsqueda llevó a Hausmann a concebir la noción de “complejidad económica”, que postuló por primera vez en julio de 2007 en un artículo en Science. Para muchos, este concepto constituye su mayor aporte al campo de la economía del desarrollo, dice Chris Papageorgiou del Departamento de Estudios del FMI.
En su sitio web, Hausmann dice: “El secreto para producir cosas complicadas no radica en tener gente más inteligente, sino mucha gente con conocimientos diferentes y complementarios. Las sociedades más ricas tienen más conocimientos colectivos y los usan para generar una mayor variedad de productos más complejos”. Los países pobres, dice, pueden producer unos “pocos productos sencillos”.
Con el aporte de los recursos formidables de Harvard, y un enfoque multidisciplinario que se nutrió de sus conocimientos de física, economía y políticas públicas, además de su experiencia en redes e informática, Hausmann se propuso cartografiar cómo las sociedades incorporan los conocimientos productivos. Así creó The Atlas of Economic Complexity—Mapping Paths to Prosperity, publicado en 2011, que pretende medir el caudal de conocimientos productivos de cada país.
Ese fue solo el comienzo. Hoy día, gran parte del trabajo de Laboratorio del Crecimiento del CID se centra en cartografiar esas redes intrincadas del conocimiento. El plantel del Laboratorio del Crecimiento ha pasado de 2 investigadores en 2011 a 40 en 2017. El equipo incluye matemáticos, físicos, economistas, programadores y especialistas en TI, personal especializado en visualización avanzada, y profesionales de la comunicación que ayudan a mantener y desarrollar los diversos sitios web del Atlas.
Este corpus de trabajo se utiliza para analizar economías y fundamentar el asesoramiento en materia de políticas. Muchos países también trabajan directamente con el CID, incluidos los gobiernos de Albania, México, Panamá y Sri Lanka.
Quizás la máxima ironía sea que Venezuela, su país de origen, está inmerso en su peor crisis económica en décadas, además de hiperinflación.
Hausmann es contundente al describir el estado de su país. “No hay excusas para la catastrófica caída de Venezuela. Se debe a la adopción de políticas que son inconducentes, como es bien sabido en todo el mundo y desde siempre. Múltiples tipos de cambio, falta de disciplina fiscal, expropiaciones, inseguridad jurídica, relajación de la política monetaria, controles de precios, todas medidas que son devastadoras de una sociedad”.
A raíz de esta crítica abierta, el gobierno lo ha declarado persona no grata en Venezuela.
Buenos genes de actor
La magia de Hausmann en el ámbito de investigación del CID parece trasladarse a los claustros. En el fondo, como todo buen profesor, es un actor. A primera vista, sus tres hijos parecen haber escogido caminos muy diferentes. Uno es conservador de un museo; el otro, es escritor, y el tercero, comediante. Sin embargo, los cuatro tienen algo en común: talento para actuar.
Sebastián Bustos, un estudiante de doctorado e investigador en el CID, recuerda que hacia el final del semestre, los estudiantes le otorgaban la máxima distinción que puede recibir un actor: el aplauso. “Hacia el final del semestre cuando todo comienza a cerrar, y todo lo analizado durante el semester comienza a tener sentido, las clases normalmente terminan con el aplauso de los alumnos que están muy felices”.
¿A dónde irá ahora? se pregunta Papageorgiou: “Lo que hace a Ricardo especial en la profesión es que todos están ansiosos por conocer las novedades que Ricardo y su equipo en el CID darán a conocer”.
Este artículo fue originalmente publicado en la revista Finanzas & Desarrollo.