(Versión en English)
La evolución económica de Bolivia desde 2004 ha sido notable. El prolongado auge de precios de las materias primas combinado con políticas sólidas y un especial interés en los objetivos sociales ayudaron a Bolivia a mantener altas tasas de crecimiento, acumular abundantes reservas internacionales, y reducir la pobreza y la desigualdad.
Pero en los últimos años el ritmo general del avance ha disminuido en el marco de una “nueva normalidad” de materias primas más baratas. Los ingresos por hidrocarburos y minería persistentemente bajos generan ciertas dudas sobre el “modelo económico boliviano”, y sobre cómo el gobierno alcanzará sus metas de erradicar la pobreza extrema y brindar acceso universal a la salud y la educación para 2025.
En este blog, hacemos hincapié en tres áreas específicas en que se han logrado considerables avances y sostenemos que preservar estos logros requerirá ciertas modificaciones en la estrategia actual.
Primero: Un crecimiento robusto y sostenido durante 15 años
En promedio, el crecimiento anual en Bolivia ha sido de 4,9% desde 2004. El auge de las materias primas condujo a mayores utilidades en los sectores de energía, minería y agricultura; elevados ingresos tributarios; un mayor gasto social; y una mayor inversión pública. Durante este período, el ingreso per cápita de Bolivia logró más que triplicarse, en tanto que las autoridades ahorraron inteligentemente parte de las ganancias extraordinarias, generando superávits fiscales sostenidos hasta 2014 y acumulando reservas internacionales.
Desde la caída de precios del gas natural y los metales en 2014, el crecimiento ha estado respaldado por una política fiscal acomodaticia (financiada por los ahorros acumulados durante el auge y por deuda externa), y políticas de crédito expansionistas.
Segundo: Disminución significativa de la pobreza y la desigualdad
Entre 2004 y 2015, la pobreza disminuyó del 63% de la población al 39%, con una disminución de la pobreza extrema del 45% al 14%. Tal como se explica en un estudio reciente, más de dos tercios de la reducción de la pobreza son atribuibles al robusto crecimiento del PIB, en tanto que los programas sociales —en particular aquellos destinados a los niños de edad escolar, ancianos, embarazadas e infantes— también desempeñaron un papel importante. Por ejemplo, en cuanto a los indicadores sociales, durante 2000-16 la esperanza de vida al nacer aumentó de 61 a 69 años, la tasa de mortalidad de niños menores de cinco años (por 1.000 nacidos vivos) cayó de 80 a 38, y el índice de finalización de la escuela primaria aumentó del 84% al 99%.
Al mismo tiempo, la desigualdad disminuyó considerablemente. En Bolivia, el coeficiente de Gini —una medida de la distribución del ingreso que varía entre 0 (una distribución perfectamente igual) y 1 (una persona posee todo el ingreso)— cayó de 0,59 en 2004 a 0,48 en 2014. Bolivia dejó de ser el país con mayor desigualdad de Sudamérica para ubicarse en torno al promedio regional. Esta disminución guarda relación con una caída en la prima salarial asociada con aptitudes dado que el ingreso laboral real de los trabajadores menos calificados creció con mayor rapidez que aquel de los trabajadores más calificados, impulsado por aumentos anuales en el salario mínimo y límites a ciertos salarios del sector público. Los mayores precios agrícolas durante el auge de las materias primas también ayudaron a incrementar los ingresos rurales.
Tercero: Considerable desdolarización
Bolivia tenía una larga y complicada historia de inestabilidad financiera, y la elevada dolarización del sector financiero magnificaba las vulnerabilidades. No obstante, este riesgo se ha reducido considerablemente: la dolarización se ha desplomado en Bolivia, donde los préstamos en moneda extranjera han caído de más del 95% del total en 2004 a solo el 3% en 2016, y los depósitos en moneda extranjera han disminuido del 87% del total a aproximadamente el 16% en el mismo período. Esta notable reducción ayudó a mejorar la eficacia de la política monetaria, contribuyó a la estabilidad del sector financiero y brindó acceso a créditos y servicios financieros a más bolivianos, ayudando a reducir la pobreza y la desigualdad.
Si bien estudios anteriores concluyeron que la apreciación del tipo de cambio desempeñó un papel en la desdolarización de los créditos, este éxito también pone de manifiesto el impacto de las políticas macroprudenciales para alentar la transición hacia la moneda nacional, incluidos un impuesto a las transacciones en moneda extranjera, mayores encajes legales a depósitos en moneda extranjera, mayor previsionamiento y requisitos de capital para préstamos denominados en moneda extranjera y mayores requisitos de capital para posiciones descubiertas en moneda extranjera.
Limitar los riesgos
Desde la caída de precios de las materias primas en 2014, el gobierno ha promovido considerablemente el gasto público para respaldar el crecimiento. Esto, conjuntamente con la expansión de crédito del banco central a las empresas estatales, ha incrementado los riesgos fiscales y los posibles pasivos del Estado. También es probable que los riesgos crediticios estén aumentando en el sector financiero, dado el gran ritmo del otorgamiento de préstamos, a medida que los bancos están expandiendo el crédito para cumplir con los cupos dispuestos por la Ley de Servicios Financieros de 2013.
En su más reciente revisión anual de la economía boliviana, el personal técnico del FMI señaló los posibles riesgos asociados con la estrategia actual del gobierno. Dados la rápida disminución de los colchones de reservas y los considerables déficits fiscales, el personal técnico del FMI consideró necesario un ajuste más significativo de las políticas a fin de anclar la estabilidad macroeconómica, limitar la acumulación de vulnerabilidades y garantizar la sostenibilidad de la deuda a largo plazo. Entre otros temas, el FMI alentó al gobierno a reducir gradualmente el déficit primario no hidrocarburífero y a considerar una mayor flexibilidad cambiaria para respaldar el proceso de ajuste externo.
El gobierno es consciente de los riesgos predominantes de la estrategia actual, pero espera que sus proyectos de inversión de gran escala incrementen la productividad y generen retornos lo suficientemente elevados para salvaguardar el crecimiento y la sostenibilidad fiscal a largo plazo.
Dado que las reservas internacionales aún son elevadas y el nivel de deuda pública es relativamente bajo, creemos que pueden emplear un enfoque gradual y mesurado para rebalancear la economía.
Continuaremos este diálogo con el gobierno durante la próxima revisión anual de Bolivia —prevista para fines de 2017— cuando veremos con mayor detalle la evolución de la situación en este muy interesante país.