Hace cuatro años, en el Foro Económico Mundial de Davos, la Directora Gerente del FMI, Christine Lagarde, advirtió sobre los peligros que encerraba la creciente desigualdad, tema que ahora ha pasado a primerísimo plano en la agenda mundial de de políticas.
Es cierto que las investigaciones del FMI sobre la desigualdad han acaparado la atención, pero no son más que uno de los varios ámbitos en los que la institución ha incursionado en los últimos años. El marco unificado que abarca todos estos estudios puede sintetizarse con dos palabras: crecimiento inclusivo.
La idea es crecer, pero cerciorándose de que no se descuiden los siguientes aspectos:
- Que la gente tenga empleo; esta es la base para que los ciudadanos sientan que forman parte de la sociedad y que gozan de dignidad.
- Que mujeres y hombres tengan igualdad de oportunidades para participar en la economía; de ahí nuestro interés en las cuestiones de género.
- Que los pobres y la clase media participen en la prosperidad de un país; de ahí nuestros estudios sobre desigualdad y prosperidad compartida.
- Que, como sucede por ejemplo en los países que descubren recursos naturales, la riqueza no quede en manos de unos pocos; de ahí que nos preocupen los temas relacionados con la corrupción y la gestión de gobierno.
- Que haya inclusión financiera, factor que marca una diferencia en lo que se refiere a inversión, seguridad alimentaria y resultados de salud.
- Que el crecimiento beneficie no solo a la generación actual sino también a generaciones futuras; de ahí nuestros estudios sobre el desarrollo de la capacidad de recuperación ante el cambio climático y los desastres naturales.
En pocas palabras, el denominador común de nuestras iniciativas es que todas procuren fomentar la inclusión, es decir, brindar una oportunidad para que todos puedan lograr una vida mejor.
Estas no son solo palabras bonitas; pulse cualquiera de los enlaces resaltados y verá cómo el FMI está incorporando el tema de la inclusión en sus operaciones diarias.
La inclusión es importante, pero sin duda también lo es el crecimiento. “Para que a todos les toque un trozo más grande del pastel se necesita un pastel más grande” (Lipton, 2016). Cuando promovemos el crecimiento inclusivo, no estamos propugnando modelos como los de la antigua Unión Soviética o la actual Corea del Norte; esos son ejemplos de “miseria inclusiva”.
Por eso, un componente importante de la agenda del FMI sigue siendo comprender cuáles son las fuentes de la productividad y del crecimiento a largo plazo y cuáles son las políticas estructurales necesarias para el crecimiento.
Globalización e inclusión
El FMI se fundó con el propósito de fomentar la cooperación internacional. Por eso, para nosotros la inclusión se refiere no solo a que la prosperidad sea compartida dentro de un país sino también entre todos los países del mundo. Los canales que permiten lograr este cometido son el comercio internacional, los flujos de capital y la migración. Es por esto que defendemos firmemente la globalización, pero sin dejar de reconocer que algunos de sus efectos provocan descontento, y que es mucho más lo que se podría hacer para compartir la prosperidad derivada de la globalización.
Un mayor crecimiento debería ayudar a aliviar parte de ese descontento, como sostiene el economista de Harvard Benjamin Friedman en su libro sobre las consecuencias morales del crecimiento económico. Friedman demuestra que, a lo largo del amplio arco de la historia, un crecimiento vigoroso que beneficie a un segmento más grande de los ciudadanos de una sociedad está asociado con actitudes más tolerantes hacia los inmigrantes, un mejor aprovisionamiento para los integrantes desaventajados de la sociedad y un afianzamiento de las instituciones democráticas.
Sin embargo, la estrategia de formular políticas que de entrada generen un crecimiento inclusivo tendrá efectos más duraderos que la estrategia de dejar que el crecimiento se “filtre”.
Políticas para un crecimiento inclusivo
- Trampolines y redes de protección: “Un crecimiento económico más inclusivo exige medidas que respondan a las necesidades de los que se ven más afectados … De lo contrario, los problemas políticos solo se agravarán” (Lipton, 2016). Las políticas de trampolín, como la capacitación y el asesoramiento laboral, permiten a los trabajadores recuperarse tras la pérdida de un empleo, ya que facilitan una adaptación más rápida cuando se producen shocks económicos, reducen el período de desempleo y, por ende, evitan el deterioro de las aptitudes de los trabajadores. Estos programas ya existen en muchas economías avanzadas, pero valdría la pena estudiarlos más a fondo para que todos puedan beneficiarse de las prácticas óptimas. Los programas de protección social también son importantes. Los gobiernos pueden ofrecer seguros para cubrir el salario de los trabajadores desplazados a empleos menos remunerados y ofrecer subsidios a los empleadores que contraten a estos trabajadores. Los programas como los de créditos impositivos sobre la renta del trabajo deben ampliarse para reducir las brechas salariales y al mismo tiempo incentivar el trabajo (Obstfeld, 2016).
- Distribución más amplia de las ventajas del sector financiero y la globalización financiera: Necesitamos “un sistema financiero más ético y más orientado hacia las necesidades de la economía real, un sistema financiero que esté al servicio de la sociedad, y no al revés” (Lagarde, 2015). Se necesitan políticas que amplíen el acceso de los pobres y la clase media al financiamiento, para ayudarles a aprovechar las ventajas de los flujos de capital del exterior. La creciente movilidad transfronteriza del capital a menudo ha estimulado la competencia tributaria internacional y ha privado a los gobiernos de ingresos (una “carrera destructiva deja a todos en la ruina” (Lagarde, 2014). Cuando los ingresos son menores, a los gobiernos les resulta más difícil financiar las políticas de trampolín y las redes de protección social sin aumentar desmesuradamente los impuestos sobre la mano de obra o sin aplicar impuestos regresivos sobre el consumo. Por tanto, se necesita coordinación internacional frente a la elusión de impuestos para evitar que la globalización beneficie desproporcionadamente al capital (Obstfeld, 2016).
“Pre-distribución” y redistribución: A largo plazo, para brindar oportunidades más igualitarias se necesitan políticas que brinden a todas las clases de la sociedad un mejor acceso a una buena educación y a buenos servicios de salud. Pero esta solución no es fácil y no se puede lograr de un día para el otro. Por lo tanto, a corto plazo, las políticas de ‘pre-distribución’ deben complementarse con redistribución: “se debe recurrir a políticas de transferencias y a impuestos más progresivos para que los beneficios económicos de la globalización lleguen a más gente” (Obstfeld, 2016).