No se sabe cuántos estadounidenses soñaron con recorrer las calles de La Habana como Ernest Hemingway, tomar un Cuba libre o un daiquirí y conducir un auto antiguo a la Finca La Vigía, la casa que Hemingway tenía fuera de la ciudad. Pero el mundo puede estar a punto de descubrirlo. El acercamiento entre Estados Unidos y Cuba podría eliminar todas las restricciones para viajar entre los dos países, y —dada la rica y tumultuosa historia entre estos— la liberalización podría inaugurar un aluvión de visitas de baby boomers norteamericanos, ávidos de descubrir la tan apreciada Habana del autor estadounidense ganador del premio Nobel.
No sabemos qué impacto tendría eliminar todas las barreras a los viajes entre estos países, pero es un tema que se sigue con mucha atención en la región. El turismo es el principal factor de crecimiento y empleo en muchos de los países insulares del Caribe, donde Cuba es un gigante, no solo en términos de superficie, sino también como destino turístico. Después de Cancún, en México, y la República Dominicana, Cuba es el tercer destino que eligen los turistas en el Caribe; recibió más de 3 millones de visitas en 2014, según la Asociación de Hoteles y Turismo del Caribe: un aumento del 5,3% respecto de 2013. La mayoría de los turistas llegaron desde Canadá, Europa y América del Sur.
Cerca del hogar
Una pregunta importante es qué ocurrirá cuando el mercado con la mayor cantidad de turistas en la región tenga acceso a un gran proveedor potencial de atracciones turísticas, que, comparado con la mayoría de los destinos, está a un paso de Estados Unidos.
Estados Unidos ya hace negocios con Cuba, en especial relacionados con la exportación de alimentos y productos médicos a cambio de dinero (desde 2000). Y, luego de que en 2012 relajara la prohibición a sus ciudadanos que viajaban a Cuba (por razones específicas), la cantidad de turistas estadounidenses que visitan la isla aumentó un 33% casi inmediatamente, y llegó a 98.000. Sin embargo, es probable que esa cifra parezca despreciable comparada con la cantidad que viajaría si se eliminaran totalmente las restricciones.
¿Puede Cuba absorber un incremento repentino de turistas? El país cuenta con un sistema complejo de monedas paralelas: peso para los cubanos, peso convertible para los turistas y muchos otros tipos de cambio. Esa situación dificulta las comparaciones internacionales acerca de aspectos como el tamaño del mercado o la capacidad de producción. No obstante, la Asociación para el Estudio de la Economía de Cuba, que funciona en Estados Unidos, estima que la formación de capital cayó dramáticamente en las últimas dos décadas y que el crecimiento económico se desaceleró en los últimos años. Todo indica que es probable que, al menos a corto plazo, Cuba no tenga la capacidad necesaria para albergar a muchos más turistas de los que recibe actualmente: necesitará tiempo para aumentar la capacidad hotelera y la infraestructura de respaldo.
Existen pocas investigaciones empíricas sobre el tema, y la mayoría de las que se hicieron se concentran en el corto plazo, que presenta limitaciones en términos de infraestructura de turismo. Durante este período, la eliminación de las restricciones a los viajes ofrecerá a los consumidores de Estados Unidos una opción económica para ir a la playa, lo que crearía una mayor demanda de turismo en Cuba, que podría elevar los precios allí, si todo lo demás se mantiene igual. La evolución efectiva de esa situación depende de muchos factores, incluido lo que ocurra con los millones de turistas que viajan a Cuba actualmente.
Según el economista Rafael Romeu, que evaluó el impacto sobre el Caribe de una liberalización de los viajes de estadounidenses a Cuba, las restricciones actuales funcionan como una protección del comercio para el resto del Caribe, en especial para Puerto Rico y para las Islas Vírgenes de Estados Unidos, gracias a su política de fronteras abiertas con la parte continental del país. Romeu, ex economista del FMI, utiliza un modelo económico que captura las restricciones de Estados Unidos y Cuba, y también tiene en cuenta desastres naturales y otros factores. El modelo, conocido como modelo de gravedad Romeu, estima los costos específicos para los turistas de Estados Unidos provocados por la restricción bilateral en términos de millas náuticas, y concluye que el costo total para los estadounidenses que visitan Cuba es equivalente al de un viaje al Pacífico sur o incluso a la Antártida (véase recuadro). Eso sugiere que es posible que algunos destinos turísticos remotos hayan recibido más visitantes estadounidenses que los que habrían recibido si los viajes a Cuba no estuvieran restringidos.
No siempre ganan todos
La eliminación de las restricciones elevaría el poder adquisitivo de los consumidores estadounidenses en el corto plazo. En ese sentido, el modelo original de Romeu concluye que la apertura de Cuba a la llegada de visitantes de Estados Unidos aumentaría la cantidad total de turistas que visitan el Caribe entre un 4% y 10% (Romeu, 2008). Por esa razón, las autoridades en otras islas del Caribe no deben desesperar. El crecimiento del turismo de Estados Unidos a Cuba no implica necesariamente una reducción equivalente de la cantidad de turistas en otros puntos del Caribe. En otras palabras, no es necesario que sea un juego de suma cero. Además, existe una gran cantidad de nuevos turistas potenciales para el Caribe, provenientes de lugares como Canadá.
Esto no significa que un cambio no genere dislocaciones. Es probable que implique una redistribución: lo que se conoce como efecto de sustitución. Una afluencia de turistas de Estados Unidos con un poder adquisitivo relativamente más alto llenaría rápidamente los hoteles de Cuba, lo que superaría la oferta y desplazaría a los turistas tradicionales. Es probable que al menos una parte de los turistas desplazados visiten otras islas del Caribe, entre ellas las que los turistas de Estados Unidos dejan de visitar. Es difícil interpretar qué islas ganan y cuáles pierden. Romeu predice que a los destinos culturalmente distintos a Estados Unidos les irá mejor. En otras palabras, los destinos que actualmente reciben una proporción de visitantes de mercados no estadounidenses —como la República Dominicana, Guadalupe y Barbados— estarían mejor posicionados para recibir a los turistas desplazados por el turismo estadounidense a Cuba. Otros lugares que actualmente dependen mucho del turismo estadounidense —como las Islas Vírgenes de Estados Unidos, Aruba, las Bahamas y Cancún— podrían perder turistas estadounidenses. Además, el efecto neto dependerá de la cantidad de visitantes estadounidenses que atraiga Cuba que antes no viajaban al Caribe.
Un estudio del FMI (Laframboise et al., 2014) confirmó que la llegada de turistas, y los gastos relacionados, son sensibles a los efectos precio e ingreso, y especialmente sensibles al desempleo en los mercados de los que provienen los turistas. También señala que los arribos a destinos más costosos no son sensibles a factores de precios (como el impacto del tipo de cambio). Esas sensibilidades —o elasticidades, si usamos la terminología económica— también podrían ser importantes al momento de determinar dónde terminarán los viajeros desplazados de Cuba.
El momento es importante
Romeu recomienda que los países del Caribe traten de ampliar su base de clientes antes de que se produzca cualquier tipo de apertura entre Cuba y Estados Unidos. El momento es importante, porque atrayendo turistas desplazados por la afluencia de estadounidenses a Cuba se podrían contrarrestar algunas pérdidas y captar una parte del total de turismo, cada vez más grande. Romeu también recomienda otras medidas, como la especialización en servicios personalizados para los clientes, basados en características no económicas, como la cultura y el idioma; el aumento de la competencia de líneas aéreas; y la protección contra el aumento de costos, en particular los requisitos de visas de turismo para visitantes estadounidenses.
En efecto, si se analiza la importancia del precio para la mayoría de los turistas, se ve una necesidad permanente de controlar los costos, y los destinos de más alta gama, los menos sensibles a los costos, deben garantizar que la calidad del producto y el servicio que ofrecen guarden coherencia con su marca premium. Como Cuba mantiene un aspecto sorprendentemente similar al que tenía en la década de 1950, es posible que pronto más estadounidenses vean al país tal como lo veía el icónico Hemingway. Ese efecto de “cápsula del tiempo” podría ser un atractivo clave para los jubilados nostálgicos que quieran pasar el rato en el bar El Floridita, lugar de nacimiento del daiquirí y el favorito de Hemingway (donde rompió el supuesto récord de 15 daiquirís seguidos). La apertura de Cuba a los turistas estadounidenses podría representar un cambio radical en el turismo del Caribe, pero si los países se preparan e invierten, las ganancias que genere el comercio no se obtendrían necesariamente a costa de sus vecinos. Sin embargo, el factor tiempo es primordial. El encanto de una Cuba de mediados de siglo no durará mucho tiempo una vez que este mercado único se expanda y se modernice para poder recibir a los nuevos turistas estadounidenses.
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