(Versión en English)
La semana próxima viajaré a América Latina, por segunda vez desde noviembre de 2011. Regreso con renovado optimismo, ya que gran parte de América Latina continúa su importante transformación que comenzó hace una década. La región sigue resistiendo los estallidos recientes de volatilidad a escala mundial, y muchos países continúan expandiéndose a un ritmo saludable. Cada vez más gente está escapando a las garras de la pobreza, para sumarse a una clase media creciente y vibrante.
Durante la visita a Colombia y a Chile la semana próxima, dialogaré con autoridades, empresarios, estudiantes y representantes de la sociedad civil sobre el reto que implica continuar esta transformación. Ambos países son emblemáticos de la región, no solo por su éxito reciente sino también por su deseo de continuar progresando. Son conscientes de que en este mundo cambiante y cada vez más interconectado, las economías deben tener capacidad de resistencia y de adaptación. También se están esforzando por crear sociedades más productivas y competitivas, y lograr que los beneficios económicos se distribuyan de manera más equitativa.
No ha sido un año fácil
Este año, la incertidumbre en torno a la trayectoria de las políticas de las economías avanzadas fue un lastre para el crecimiento de muchas economías emergentes. El crecimiento de América Latina y el Caribe disminuyó de 4½% en 2011 a un 3¼% estimado este año. Aunque en algunos casos esa desaceleración también fue reflejo de factores internos, sirve de recordatorio de que la región no es inmune a las fluctuaciones mundiales.
Según las proyecciones, la región se expandirá alrededor de 4% en 2013, en linea con su potencial. Los exportadores latinoamericanos de materias primas continúan respaldados por dos vientos a favor; a saber, los elevados precios de las materias primas y las buenas condiciones de financiamiento externo.
Sin embargo, la recuperación mundial aún es frágil y está sujeta a graves riesgos a la baja. Desvíos en la implementación de políticas económicas en las economías avanzadas podrían actuar como un lastre para América Latina. Una recesión en Estados Unidos causada por el precipicio fiscal afectaría a la región, sobre todo a México, América Central y el Caribe, dados los estrechos vínculos de comercio, turismo y remesas. Una profundización de la crisis en Europa podría exacerbar la aversión al riesgo y provocar una caída repentina de los flujos externos de capital. Y el crecimiento vigoroso e ininterrumpido a mediano plazo de Asia es crítico para apuntalar las abundantes exportaciones de materias primas de la región.
Políticas para afianzar la capacidad de resistencia
Con este telón de fondo, la región debe continuar redoblando los esfuerzos por afianzar su capacidad de resistencia. Los vientos a favor pueden transformarse rápidamente en vientos en contra si se hacen realidad los riesgos mundiales.
- Como los niveles de deuda son más altos y los saldos fiscales en general son más débiles que antes de 2008, la prioridad de muchos países consiste en fortalecer la situación fiscal. Las autoridades deben resistir la tentación de utilizar la política fiscal para respaldar la demanda, sobre todo en los países en que la demanda interna privada sigue siendo muy vigorosa. Pero me apresuro en aclarar que no estamos sugiriendo una consolidación fiscal a toda costa. Si las circunstancias cambian, si los riesgos mundiales se materializan y la demanda privada disminuye precipitadamente, algunos países podrían contemplar la posibilidad de un estímulo fiscal si el financiamiento lo permite. Entre tanto, la política monetaria tiene que seguir actuando como primera línea de defensa en caso de que se debilite la demanda.
- Los flujos de capital abundantes y potencialmente volátiles continúan presentando un reto para la región. El pensamiento del FMI al respecto ha evolucionado, y un documento reciente subraya que existe una variedad de herramientas que podrían ser útiles para hacer frente a los flujos de capital. Para controlar los riesgos asociados a la escalada de la afluencia de capital o las salidas que pueden causar trastornos, se necesitan no solo políticas macroeconómicas sólidas, sino también una supervisión y una regulación financiera estricta y, en algunos casos, medidas de gestión de flujos de capital. Ante la intensa expansión del crédito en muchos países de la región, las autoridades deben mantenerse atentas a los excesos del sector financiero sin por ello desaprovechar los beneficios de los flujos de capital.
Lograr un crecimiento más incluyente
Más allá de estos retos a corto plazo, construir una América Latina dinámica y más fuerte requerirá incrementar la productividad y la competitividad, una debilidad que aqueja desde hace mucho tiempo a la región. Para lograrlo, tendrá que invertir más en educación e infraestructura de buena calidad, mejorar la estructura tributaria y regulatoria, y diversificar la exportación. Soy consciente de que estas reformas no son fáciles, pero son necesarias. Y como tardan en dar fruto, los países deben actuar ahora, mientras las condiciones son generalmente favorables.
Pero un crecimiento más rápido no basta. La región debe asegurarse de que los beneficios del crecimiento estén mejor distribuidos. Un crecimiento más equitativo es también un crecimiento más duradero. América Latina ha hecho avances considerables hacia la mejora de los resultados sociales. Pero queda más por hacer. En particular, se necesita un mejor acceso a la enseñanza de calidad para reducir la desigualdad y para dotar a los jóvenes de las aptitudes y los conocimientos necesarios para competir en un mundo cada vez más integrado y en rápida evolución.
Aguardo con gran interés la oportunidad de intercambiar opiniones sobre estos temas con las autoridades de Chile y Colombia, y luego con otros países de la región en la reunión de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños en Viña del Mar, así como dialogar con mujeres que ocupan altos cargos en Colombia y con estudiantes en Chile. Confío en que, dado su excelente desempeño reciente, América Latina seguirá estando a la altura del reto que implica asegurar una prosperidad y una estabilidad duradera para todos.