(Versión en English)
La recuperación económica mundial continúa, pero se ha debilitado aún más. En las economías avanzadas, el crecimiento es ahora demasiado bajo para hacer mella en el desempleo. Y en las principales economías emergentes, el crecimiento fue dinámico inicialmente pero ahora también ha mermado.
Permítanme darles unas pocas cifras de nuestras proyecciones más recientes de la edición de octubre de Perspectivas de la economía mundial (informe WEO).
Con respecto a las previsiones del FMI del pasado abril, nuestros pronósticos de crecimiento para 2013 se han revisado a la baja, de 1,8% a 1,5% en el caso de las economías avanzadas, y de 5,8% a 5,6% en el caso de los países de economías emergentes y en desarrollo.
Las revisiones a la baja son generalizadas. No obstante, son mayores para dos grupos de países: los miembros de la zona del euro, para los que prevemos un crecimiento cercano a cero en 2013; y para tres de las grandes economías de mercados emergentes, China, India y Brasil.
Una historia conocida
Las fuerzas que están operando en su mayor parte son familiares. Comencemos con las economías avanzadas.
La principal fuerza que impulsa al alza el crecimiento es la política monetaria laxa. Los bancos centrales no solo siguen manteniendo tasas de interés de política monetaria muy bajas, sino que también están experimentando con programas orientados a reducir las tasas en mercados específicos, a ayudar a categorías específicas de prestatarios o facilitar la intermediación financiera en general.
Pero hay dos fuerzas que siguen empujando el crecimiento a la baja: la consolidación fiscal y un sistema financiero aún débil.
En la mayoría de los países, la consolidación fiscal avanza conforme a lo planificado. Si bien esta consolidación es necesaria, es indudable que representa un lastre para la demanda y, cada vez más, las evidencias llevan a pensar que en el contexto actual los multiplicadores fiscales son grandes, más grandes que en épocas normales.
El sistema financiero aún no está funcionado eficientemente. En muchos países, más en Europa que en Estados Unidos, los bancos todavía están debilitados, y la baja tasa de crecimiento empeora todavía más su situación. Como resultado, muchos prestatarios siguen enfrentándose a condiciones crediticias restrictivas.
Y parece que están operando otros factores además de estas fuerzas mecánicas, algo así como una sensación general de incertidumbre acerca del futuro. Preocupaciones acerca de la capacidad de las autoridades europeas para controlar la crisis del euro, preocupaciones acerca de la falta, hasta ahora, de un acuerdo entre las autoridades estadounidenses respecto a un programa fiscal, preocupaciones en torno a la capacidad de las autoridades japonesas para reducir su déficit presupuestario aún más. Todos estos factores parecen estar desempeñando un papel importante, pero es difícil decir a ciencia cierta cuál es ese papel.
Permítanme ahora referirme a las economías de mercados emergentes y en desarrollo.
Un tema recurrente en los pronósticos del FMI es el grado en que la economía mundial está interconectada, ya sea por vía del comercio o por vía de los flujos de capital. Y esta vez no es la excepción.
La baja tasa de crecimiento en las economías avanzadas está afectando a las economías emergentes y en desarrollo a través de las exportaciones. Al igual que en 2009, el comercio exterior resulta ser un canal sorprendentemente poderoso: por ejemplo, la reducción de las exportaciones explica la mayor parte de la merma del crecimiento de China, y, a través de las cadenas de suministro, explica buena parte de la desaceleración del crecimiento en Asia.
La alternancia de períodos de aceptación o rechazo del riesgo, impulsados por el avance o retroceso de las medidas de política económica, generan flujos de capitales volátiles, particularmente a Asia y a América Latina.
A estas circunstancias se suman las dificultades de carácter interno. En India, la incertidumbre en torno a las políticas, que afecta la demanda interna; en Brasil el endurecimiento de las políticas en respuesta a un auge previo.
No consideramos que estos acontecimientos sean señales de aterrizajes bruscos en ninguno de estos países. De hecho, observamos que estos tres países están adoptando políticas adecuadas. Sin embargo, sí indican un crecimiento más bajo por algún tiempo, más bajo de lo que habíamos visto en los últimos tiempos.
¿Qué se debe hacer?
La estrategia general es clara. Seguir aplicando una política monetaria laxa, que es una fuerza muy poderosa a favor del crecimiento, y limitar los efectos adversos de los frenos que detienen el avance. Avanzar a paso firme en el proceso de consolidación fiscal; en este sentido, no hemos cambiado nuestra recomendación: ni demasiado lenta, ni demasiado rápida. Seguir reparando el sistema financiero. Reducir la incertidumbre en torno a las políticas. En otras palabras, llevar a cabo la consolidación fiscal y mantener el crecimiento.
A corto plazo, sin embargo, el tema de fondo sigue siendo la situación de la zona del euro, y es a este tema al que me referiré en el resto de mis comentarios.
En los últimos meses se ha visto claramente un importante cambio de actitud en la zona del euro, y se ha llegado a la conclusión de que se debe contar con una arquitectura de gran alcance.
Las lecciones de los últimos años ahora están claras: los países de la zona del euro pueden verse afectados por shocks intensos. La fragilidad de los bancos puede amplificar considerablemente el impacto negativo de estos shocks. Y, si la situación indica que la propia entidad soberana podría verse en problemas, la interacción entre las entidades soberanas y los bancos puede agravar aún más las cosas.
Por lo tanto, la nueva arquitectura debe orientarse a reducir en primer lugar la amplitud de los shocks, a establecer un sistema de transferencias que modere los efectos de los shocks. Esa arquitectura debe orientarse a trasladar la supervisión, la resolución y los procesos de recapitalización de los bancos a la órbita de la zona del euro.
Es alentador ver que estas cuestiones se están analizando con seriedad, y que se están estableciendo algunos de estos mecanismos. A corto plazo, sin embargo, es preciso adoptar medidas más inmediatas.
España e Italia deben llevar adelante planes de ajuste para restablecer su competitividad y su equilibrio fiscal, y para respaldar el crecimiento. A tal efecto, deben estar en condiciones de recapitalizar sus bancos, de ser necesario, sin incrementar su deuda soberana. Y deben estar en condiciones de tomar préstamos a tasas razonables. La mayoría de estas piezas están en el tablero, y si se logran armar con rapidez todas las piezas de este complejo rompecabezas, es razonable esperar que la peor parte de este proceso ya haya quedado atrás.
Si efectivamente la incertidumbre es un factor importante en la actual desaceleración, y si la adopción e implementación de estas medidas reduce la incertidumbre, las cosas podrían ser mejor de lo que indican nuestros pronósticos, no solo en Europa sino también en el resto del mundo. La posibilidad de un escenario al alza es hoy un poco mayor de lo que ha sido en los últimos tiempos.