(Versión en Inglés)
Durante los últimos seis meses la economía mundial ha estado en lo que no puede describirse sino como una montaña rusa.
El pasado otoño, la crisis europea que estaba fermentando se agudizó, amenazando con provocar otro hecho de magnitud similar a la que tuvo la caída de Lehman y con ello el fin de la recuperación. Se tomaron contundentes medidas de política, nuevos gobiernos asumieron el poder en Italia y España, la Unión Europea adoptó un severo pacto fiscal y el Banco Central Europeo inyectó una muy necesaria liquidez. Desde entonces las cosas se han tranquilizado, pero reina una tensa calma. En cualquier momento, al parecer, la situación podría volver a empeorar.
Sobre ese contexto se basan nuestras previsiones. El pronóstico de base, publicado por el FMI el 17 de abril, prevé un bajo crecimiento en los países avanzados, sobre todo en Europa. Pero los riesgos a la baja están muy presentes.
Los frenos obstaculizan el crecimiento
Nuestro escenario base se construye sobre el supuesto de que se evitará otro estallido en Europa, pero que persistirá la incertidumbre. En él se reconoce que, aun en este caso, existen todavía fuertes frenos al crecimiento en los países avanzados:
La consolidación fiscal es necesaria y ya está en curso, pero frena el crecimiento. El desapalancamiento bancario también es necesario, pero está determinando, sobre todo en Europa, una contracción del crédito. En muchos países, particularmente en Estados Unidos, algunos hogares soportan la carga de una deuda elevada, lo que hace caer el consumo. Las ejecuciones hipotecarias deprimen los precios de la vivienda y la inversión en ese sector.
Esas trabas al crecimiento se toman en cuenta en nuestros pronósticos. Respecto de los países avanzados en su conjunto, pronosticamos un crecimiento de 1,4% en 2012 y de 2,0% en 2013. En el caso de Estados Unidos, las cifras son 2,1% y 2,4%, mientras que las tasas proyectadas para la zona del euro son -0,3% y 0,9%. El número negativo de 2012 refleja el crecimiento negativo de países como Italia y España; para Alemania y Francia prevemos que el crecimiento será positivo, aunque bastante bajo.
En cuanto a las economías emergentes y en desarrollo, según nuestros pronósticos su crecimiento seguirá siendo vigoroso, aunque algo menor que antes. Para muchos países, los desafíos inmediatos provienen principalmente del exterior, como es el caso de la declinación de las exportaciones a los países avanzados, la volatilidad de los precios de las materias primas y los flujos de capital altamente volátiles.
Los pronósticos reflejan nuestra opinión de que la mayoría de las economías emergentes y en desarrollo podrán manejar esos desafíos, utilizando el espacio monetario y fiscal con que todavía cuentan y empleando medidas macroprudenciales apropiadas para responder a la volatilidad de los flujos de capital o el fuerte crecimiento del crédito interno. Nuestros pronósticos para 2012 apuntan a un crecimiento de 8,2% en China, 6,9% en India, 3,0% en Brasil —aproximadamente los mismos valores que en enero—, y una tasa levemente mayor, del 4,0%, en el caso de Rusia. Respecto de África subsahariana, prevemos que el crecimiento seguirá siendo vigoroso, alcanzando el 5,4%.
En conjunto, esas previsiones implican un pronóstico del crecimiento mundial de 3,5% para 2012 y una mejora al 4,1% en 2013. Estos valores son aproximadamente 0,2% más altos que nuestros pronósticos de enero, pero 0,5% más bajos que los formulados en septiembre pasado
¿Cuáles son entonces los riesgos?
La tensión geopolítica que afecta al mercado petrolero es seguramente un riesgo. Pero el riesgo principal sigue siendo la posibilidad de otra crisis aguda en Europa. La construcción de los “cortafuegos”, una vez concluida, constituirá un importante avance. Por sí solos, sin embargo, esos cortafuegos no pueden resolver los difíciles problemas fiscales, de competitividad y de crecimiento a los que se enfrentan algunos de esos países. Las malas noticias en el frente macroeconómico o político siguen acarreando el riesgo de que se desencadene una dinámica similar a la que se observó el pasado otoño.
Las políticas económicas:
Gran parte del debate sobre las políticas económicas gira en torno a la mejor forma de equilibrar los efectos negativos a corto plazo con los efectos positivos a largo plazo de la consolidación fiscal y el desapalancamiento de los bancos.
En el caso de la política fiscal, la cuestión se complica por la presión que ejercen los mercados a favor de una consolidación fiscal inmediata. Y algo que complica aún más la situación es que los mercados parecen tener un comportamiento un tanto esquizofrénico, ya que reclaman la consolidación fiscal pero reaccionan en forma adversa cuando esta reduce el crecimiento.
La estrategia correcta sigue siendo la misma de antes: si bien se necesita algún grado de ajuste inmediato para lograr credibilidad, el objetivo debe ser conseguir compromisos creíbles a largo plazo, adoptando medidas que moderen la tendencia del gasto y estableciendo reglas fiscales que reduzcan los déficits a lo largo del tiempo. Los avances en este sentido han sido insuficientes, especialmente en Estados Unidos y en Japón.
En el caso del desapalancamiento bancario, el desafío es garantizar que ese proceso no desemboque en una contracción del crédito, ya sea en el plano interno o externo. La recapitalización parcial de los bancos con fondos públicos debe seguir figurando en la agenda. En la medida en que promueva el crédito y la actividad económica, podría financiarse por sí sola fácilmente, más que la mayoría de las otras medidas fiscales.
En lo que respecta a las políticas encaminadas a reducir los riesgos, el debate se centra sin duda en Europa. Las medidas tomadas en respuesta a la crisis del otoño pasado representan un progreso importante. Sin embargo, es preciso adoptar otras más para reducir los vínculos entre las entidades soberanas y los bancos, medidas que pueden ir desde un régimen común de garantía de depósitos hasta un marco común de regulación y supervisión. Ahora que se ha establecido el pacto fiscal, los países de la zona del euro también deberían estudiar la posibilidad de emitir bonos soberanos comunes.
Por último, desde una perspectiva más amplia, quizá la prioridad más importante, aunque también la más difícil, sea lograr de manera duradera un mayor crecimiento y un menor desempleo en las economías avanzadas, y especialmente en Europa. Un bajo nivel de crecimiento no solo implica un pronóstico de base menos favorable, sino también un ajuste fiscal más duro y riesgos más elevados.
La búsqueda de reformas estructurales y fiscales que sean beneficiosas a largo plazo, pero que no depriman la demanda a corto plazo, debería estar entre los temas de mayor prioridad en la agenda de políticas.
Tales reformas probablemente sean la clave para salir de la crisis de manera exitosa y duradera.