(Versión en English)
La economía mundial ha ingresado en una fase nueva y peligrosa. La recuperación se debilitó considerablemente, y los riesgos de deterioro aumentaron en forma sensible. Con urgencia, se deben adoptar políticas enérgicas para mejorar las perspectivas y reducir los riesgos.
El crecimiento, que se había mostrado vigoroso en 2010, disminuyó en 2011. Habíamos pronosticado cierto grado de desaceleración, debido principalmente a la consolidación fiscal. Sucesos de carácter único, como el trágico terremoto de Japón, ofrecieron explicaciones verosímiles para una mayor desaceleración. Los datos iniciales procedentes de Estados Unidos también subestimaron la magnitud de la desaceleración. Ahora que tenemos las cifras, es obvio que algo más estaba pasando.
Estancamiento del reequilibrio
Lo que estaba pasando era el estancamiento de dos procesos de reequilibrio que, como hemos sostenido en muchos informes previos, son necesarias para generar un “crecimiento sólido, equilibrado y sostenible”.
Reequilibrio interno: A fin de sostener el crecimiento, es necesario que los hogares y las empresas aumenten su demanda a medida que se reducen los déficits fiscales. Esto no está marchando bien, por diversas razones. La restricción del crédito bancario, el legado del auge del sector inmobiliario y el gran endeudamiento de muchos hogares, todos ellos terminaron por frenar la recuperación en forma más fuerte de lo que habíamos previsto.
Reequilibrio externo: Si la demanda interna va a mostrarse débil, los países avanzados con déficits en cuenta corriente, en particular Estados Unidos, deben compensarlo a través de un aumento de la demanda externa. Esto a su vez requiere, en forma correlativa, que los países de mercados emergentes con superávits en cuenta corriente, en particular China, antepongan la demanda interna a la externa. Este proceso de reequilibramiento no está ocurriendo. Si bien durante la crisis los desequilibrios se redujeron, ello se debió más bien a factores cíclicos que a un ajuste estructural de estas economías. Hacia el futuro, pronosticamos un aumento, más que una disminución de los desequilibrios.
Preocupaciones financieras
Por sí mismos, estos hechos nos hubieran inducido a reducir nuestros pronósticos. Pero estos problemas se han complicado debido a un segundo hecho importante: el fuerte aumento de la volatilidad financiera observado desde mediados del tercer trimestre.
Los mercados han aumentado su escepticismo sobre la capacidad de los gobiernos de estabilizar su deuda pública. La preocupación se ha propagado desde los países de la periferia hacia los países centrales de Europa, y a otros, incluidos Japón y Estados Unidos. Los temores respecto de las entidades soberanas se han transformado en temores respecto de los bancos que tienen estos bonos soberanos en su poder, principalmente en Europa. Estos temores han dado lugar a una paralización parcial de las relaciones financieras, en momentos en que los bancos mantienen altos niveles de liquidez y restringen el crédito. Hay un gran miedo a lo desconocido. Las cotizaciones de las acciones han caído. En los próximos meses, estos factores tendrán un efecto perjudicial en el gasto y el crecimiento.
Desaceleración del crecimiento
Estos hechos, como es lógico, nos han inducido a revisar a la baja nuestros pronósticos. Actualmente, pronosticamos que el crecimiento mundial en 2011 y 2012 será del orden del 4%, en lugar del 4,5% que pronosticamos en abril para ambos años.
Puede que un 4% no luzca tan mal, pero la recuperación presenta un gran desequilibrio. En 2011, observamos un crecimiento del 6,4% en los países de mercados emergentes, pero de solo el 1,6% en los países avanzados.
Como de costumbre, pero cabe reiterarlo en esta oportunidad, los pronósticos suponen el cumplimiento de los compromisos de política económica.
De lo contrario, la situación podría empeorar. La debilidad del crecimiento y las deficiencias en materia fiscal y financiera pueden retroalimentarse con facilidad. Un menor crecimiento dificulta el proceso de consolidación fiscal. Además, dicha consolidación puede dar origen a un crecimiento aún menor. El menor crecimiento debilita a los bancos. A su vez, una situación de mayor debilidad del sector bancario genera una restricción del crédito bancario y un menor crecimiento. En resumen, este pronóstico está sujeto a claros riesgos a la baja.
Permítanme hacer una breve referencia a los países emergentes y en desarrollo. Hasta el momento, en gran medida estos hechos desfavorables no los han afectado. Han debido combatir la volatilidad de los flujos de capital pero, en general, han seguido sosteniendo un alto nivel de crecimiento. Hacia el futuro, sin embargo, es muy posible que se vean ante una coyuntura más difícil, que presente condiciones desfavorables para sus exportaciones y un aumento aún mayor de la volatilidad de los flujos de capital.
Medidas decidas de política económica
Teniendo en cuenta la débil situación de base y el alto grado de riesgo, es fundamental adoptar medidas enérgicas de política económica, que deben apoyarse en tres pilares principales.
1) Política fiscal. La consolidación fiscal no puede ser un proceso demasiado rápido, ya que acabaría con el crecimiento. No puede ir demasiado lento, ya que acabaría con la credibilidad. Su velocidad debe variar en función de los países; lo fundamental sigue siendo que se produzca una consolidación creíble a mediano plazo. Más allá de la política fiscal, las medidas dirigidas a apuntalar la demanda interna, que van desde mantener bajas las tasas de interés y aumentar el crédito bancario, hasta los programas de resolución de los problemas del sector inmobiliario, también son fundamentales.
2) Medidas financieras. La incertidumbre fiscal no va a desaparecer de la noche a la mañana. Incluso en el marco de los supuestos más optimistas, el crecimiento de los países avanzados seguirá mostrándose débil por algún tiempo más. Durante ese tiempo, los bancos deben fortalecerse, no solo para aumentar el crédito que otorgan, sino también para reducir el riesgo de círculos viciosos. Para varios bancos, especialmente en Europa, esto exige aumentar las reservas de capital, preferentemente de origen privado, pero también público si fuera necesario.
3) Reequilibrio externo. Es difícil comprender cómo, aun aplicando las medidas de política económica enumeradas, la demanda interna de Estados Unidos podría, por sí misma, garantizar un crecimiento suficiente en dicho país. En consecuencia, Estados Unidos debe recurrir en mayor medida a la demanda externa o, en otras palabras, reducir su déficit en cuenta corriente. Varios países asiáticos con grandes superávits en cuenta corriente, en particular China, han anunciado planes dirigidos a reconfigurar el equilibrio de la demanda, para dar más peso a la demanda interna frente a la externa. Estos planes no pueden aplicarse de la noche a la mañana, pero sí es necesario hacerlo lo más rápido posible.
En conclusión: Solo si los gobiernos avanzan en forma más decidida en materia de política fiscal, reparación de los problemas financieros y reequilibrio externo, podemos tener esperanza de que se produzca una recuperación más sólida y vigorosa.