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El futuro de la política macroeconómica: Nueve conclusiones tentativas

La crisis económica mundial nos enseñó a cuestionar nuestras creencias más arraigadas acerca de la forma en que ejercemos la política macroeconómica. Anteriormente, yo había expuesto algunas ideas para orientar las conversaciones dedicadas a reexaminar esas creencias. Me sentí alentado por el amplio debate en línea que se suscitó y por las excelentes discusiones que tuvieron lugar en una conferencia celebrada la semana pasada aquí, en Washington, sobre la política macroeconómica tras la crisis.

Al final de la conferencia organicé mis reflexiones finales en torno a nueve puntos. Permítanme repasarlos y ver si ustedes están o no de acuerdo.

1. Tras la crisis hemos entrado en un mundo totalmente nuevo, un mundo muy diferente para la formulación de políticas; tal vez no sea un mundo feliz, pero no nos queda más alternativa que aceptarlo.

2. En el secular debate sobre el papel que deben cumplir los mercados y el Estado, el péndulo se ha desplazado —al menos un tanto— hacia el Estado.

3. La crisis dejó claro que existen muchas distorsiones que conciernen a la macroeconomía, muchas más de lo que pensábamos. Las habíamos ignorado, pensando que pertenecían al ámbito de competencia de los microeconomistas. Al integrar las finanzas en la macroeconomía, comenzamos a descubrir en las finanzas distorsiones que conciernen a la macroeconomía. La teoría de la agencia —acerca de los incentivos y el comportamiento de las entidades o “agentes”— es necesaria para explicar cómo funcionan o no funcionan las instituciones financieras y cómo se toman las decisiones. La teoría de la regulación y de la agencia aplicada a los reguladores es importante, como también lo son la economía del comportamiento y su pariente cercano, las finanzas conductistas.

4. La política macroeconómica tiene muchas metas y muchos instrumentos (es decir, las herramientas que usamos o las variables consideradas para implementar la política). Los siguientes son dos de los muchos ejemplos tratados en la conferencia.

  • La política monetaria tiene que ampliar su cometido más allá de la estabilidad de la inflación, sumando la estabilidad del producto y las finanzas a la lista de metas e incorporando medidas macroprudenciales a la lista de instrumentos.
  • La política fiscal es algo más que un mero “G menos T” y un “multiplicador” asociado (la proporción o factor por el cual la variación del gasto público o los impuestos afectan otras partes de la economía). Hay potencialmente decenas de instrumentos, cada uno de ellos con sus propios efectos dinámicos que dependen del estado de la economía y de las demás políticas. Bob Solow señaló que reducir el debate sobre la política fiscal a definir cuál es el multiplicador correcto le hace un flaco favor al estudio del tema.

5. Podemos tener muchos instrumentos de política, pero no sabemos muy bien cómo usarlos. En muchos casos, no sabemos con certeza lo que son ni cómo deben utilizarse, ni si funcionarán o no. También sobre esto surgieron muchos ejemplos durante la conferencia.

  • No sabemos del todo qué es la liquidez, por lo que un coeficiente de liquidez representa otro paso más en terreno desconocido.
  • Quedó claro que algunas personas creen que los controles de capital sirven; y que otras están convencidas de lo contrario.
  • Paul Romer observó que, si se adopta un conjunto de regulaciones financieras y se mantiene sin modificaciones, los mercados encontrarán la forma de sortear las regulaciones y, diez años más tarde, sobrevendrá una crisis financiera.
  • Mike Spence habló acerca los respectivos papeles de la autorregulación y la regulación. Ambas son necesarias, pero cómo combinarlas es algo sumamente impreciso.

6. Si bien estos instrumentos son potencialmente útiles, su utilización plantea una serie de problemas de política económica.

  • Algunos instrumentos son políticamente difíciles de usar. Tómese el caso de los flujos transfronterizos. Establecer una estructura regulatoria multilateral será muy difícil. Aun a nivel interno, algunas herramientas macroprudenciales van dirigidas a determinados sectores, conjuntos de personas o empresas, y pueden generar una fuerte reacción política por parte de esos grupos.
  • Los instrumentos pueden emplearse mal. Cuantos más instrumentos haya, tanto mayor será el margen para se usen de manera incorrecta. Del debate surge claramente que hay quienes creen que, si bien puede haber una justificación económica para aplicar controles de capital, los gobiernos podrían recurrir a ellos en lugar de escoger las políticas macroeconómicas adecuadas. Dani Rodrik se manifestó a favor de usar una política industrial para incrementar la producción de bienes transables —bienes o servicios que pueden comercializarse entre los países— sin generar un superávit de cuenta corriente. Pero en la práctica conocemos las limitaciones que tiene la política industrial, limitaciones que todavía no han sido superadas.

7. ¿Qué hacemos ahora? Para los investigadores, el futuro es apasionante. Hay muchos temas sobre los cuales deberíamos trabajar, a saber, cuestiones macroeconómicas que se apoyen, como sostuvo Joe Stiglitz, en bases microeconómicas correctas.

8. Las cosas son más difíciles en lo que respecta a las políticas. Dado que no sabemos a ciencia cierta cómo usar las nuevas herramientas y estas pueden utilizarse mal, ¿cómo deben proceder los responsables de formular las políticas? Si bien tenemos una idea bastante clara de adónde queremos llegar, la forma de hacerlo es paso a paso.

  • Tomemos el caso de las metas de inflación. No podemos, de un día para el otro, darnos por vencidos y adoptar, por ejemplo, un sistema con cinco metas y siete instrumentos. No sabemos cómo hacerlo y sería una actitud poco sensata. Podemos, sin embargo, introducir gradualmente algunas herramientas macroprudenciales, probando el terreno para ver cómo funcionan.
  • La adjudicación de un mayor papel a los Derechos Especiales de Giro en el sistema monetario internacional es otro ejemplo. Si marchamos en esa dirección, podemos pasar lentamente de, por ejemplo, crear un mercado de bonos privados en DEG a explorar la posibilidad de que el FMI emita bonos en DEG al sector privado y entonces, si fuera factible, emitirlos para movilizar fondos en momentos de crisis sistémicas.
  • Lo esencial es actuar con pragmatismo. Este fue un tema general que se planteó, por ejemplo, en las observaciones de Andrew Sheng sobre el modelo chino de crecimiento adaptativo. Debemos probar las cosas con cautela y ver cómo funcionan.

9. Debemos moderar nuestras expectativas. Van a surgir nuevas crisis que no hemos previsto y, a pesar de nuestros mejores esfuerzos, podríamos vernos nuevamente frente a crisis del tipo tradicional. Adair Turner abordó este aspecto en su análisis de los ciclos crediticios. ¿Podemos nosotros, usando la teoría de la agencia y las regulaciones adecuadas, librarnos de los ciclos del crédito? ¿O es parte de la naturaleza humana básica que, independientemente de lo que hagamos, esos ciclos reaparezcan de alguna forma?

Se me preguntó si la conferencia era el “Consenso de Washington II”. No estaba concebida como tal y no lo fue. Marcó el comienzo de una conversación, el inicio de un proceso de exploración, y esperamos con interés que nos hagan llegar sus aportes.