El año 2010 fue, finalmente, al año de la reforma del FMI. Dominique Strauss-Kahn, Director Gerente del FMI, no exageró cuando afirmó que los acuerdos de 2010 constituían “la reforma más importante de la estructura de gobierno de la institución desde su creación”. ¿Qué pasará ahora, y por qué es tan importante esta reforma?
Se han acordado tres cambios fundamentales. Cada uno de ellos representa una importante reforma y la culminación de años de trabajo. Cada uno será difícil de poner en práctica. Cada uno seguramente demostrará ser una bendición, pero solo si su implementación es adecuada.
En primer lugar, los países de mercados emergentes de rápido crecimiento tendrán mayor participación en la gestión de la institución y en cómo esta interactúa con los países miembros. Por primera vez, el poder de voto colectivo de Estados Unidos y los actuales miembros de la Unión Europea descenderá a menos del 50%.
Si bien en gran medida es simbólica, esta transición tiene posibilidades de cambiar la cultura de la institución. Dado que la reforma también contempla el largo plazo para que cada pocos años puedan tenerse en cuenta los cambios de la tasa de crecimiento de los países, quiebra al menos parte de la inercia que ha amarrado al FMI al pasado. Asia y América Latina incrementarán su influencia en el corto plazo, y será posible ampliar la participación de África a medida que su desempeño económico siga mejorando. Los países europeos avanzados contarán con menos representantes en el Directorio Ejecutivo pero tendrán la oportunidad de consolidar sus posiciones y tornarse más eficaces como grupo.
Estos cambios serán difíciles de llevar a cabo porque exigen compromisos políticos delicados por parte de varios países. La mejora que logren en las políticas y las decisiones del FMI dependerá de la forma en que los mercados emergentes (que aún están en la fase de definir su papel en la economía internacional) decidan utilizar su nueva influencia y de la medida en que las potencias tradicionales demuestren su receptividad.
En segundo término, la institución se ha vuelto mucho más flexible en su forma de prestar dinero. Cuando en 1947 el FMI concedió sus primeros préstamos contaba con una sola técnica: el canje (swap) inmediato de monedas (la moneda nacional del deudor a cambio de una moneda convertible, generalmente dólares de EE.UU.). Gradualmente amplió su repertorio e incluyó Acuerdos de Derecho de Giro (Stand-By), acuerdos ampliados (más cuantiosos y de mayor plazo), condiciones más favorables para los préstamos dirigidas a ofrecer protección ante los shocks de precios de las materias primas, o préstamos a países de bajo ingreso, y otras modalidades de crédito de uso específico.
A fines de los años noventa, el FMI contaba con al menos 10 mecanismos de crédito, pero todas las utilizadas activamente requerían que el deudor llevara a cabo un programa minucioso de reformas macroeconómicas y estructurales. Recientemente, sin embargo, tras muchos años de intentos frustrados, el FMI ha logrado instaurar servicios de crédito que se adaptan mejor a los países con buenos antecedentes y compromisos sólidos para aplicar por sí mismos políticas acertadas.
Las metas de esta reforma son mejorar la capacidad del FMI de evitar que ocurran crisis financieras y para responder en forma más flexible a las necesidades de los deudores. Es posible que los nuevos mecanismos financieros también contribuyan a reducir el estigma que durante mucho tiempo ha implicado el recurrir al apoyo del FMI. El principal reto será garantizar que los deudores efectivamente apliquen políticas sólidas, superen sus dificultades financieras y paguen sus préstamos a su vencimiento. La labor previa del FMI dirigida a aumentar su propia flexibilidad fracasó en parte debido a que las condiciones crediticias eran inadecuadas y por lo tanto daban lugar a políticas económicas nacionales igualmente inadecuadas, y en parte debido a que las condiciones seguían considerándose un estigma. Hallar el equilibro correcto entre disciplina y flexibilidad será sin duda un desafío continuo.
En tercer lugar, los recursos financieros generales del FMI, que generalmente han sido bastante escasos en relación con las necesidades de financiamiento de los países miembros, se duplicarán. Ese aumento, sin embargo, tendrá como contrapartida una reducción equivalente de de los acuerdos vigentes para la obtención de préstamos. El principal efecto inmediato de esta reforma, por ende, no será el aumento de las cantidades que el FMI puede prestar, sino más bien la reducción de la necesidad de que el FMI se endeude con los países acreedores para financiar las operaciones de préstamo cuantiosas. El reto en los próximos años será asegurar que los recursos del FMI sean suficientes y se utilicen adecuadamente, y que no se conviertan en un sustituto de las reformas de política económica difíciles, que solo terminen por realizarse cuando sean cuando son manifiestamente necesarias.
Las reformas de 2010 no serán el final del camino. Se encuentra en marcha un gran esfuerzo por lograr que toda competencia futura por la dirección del FMI sea más abierta. Los diez Directores Gerentes del FMI hasta ahora han sido europeos. La totalidad de los ocho Subdirectores Gerentes (Primeros Subdirectores Gerentes desde 1994) han sido estadounidenses. Durante la década pasada, se han postulado candidatos no europeos para el cargo de Director Gerente y si bien no resultaron elegidos se ha ejercido una presión intensa para abrir plenamente al proceso de selección a todos los candidatos, prescindiendo de la geografía.
El Directorio Ejecutivo del FMI, que selecciona al Director Gerente, en principio se comprometió hace varios años a abrir el proceso, pero no ha sido fácil obtener un mayor apoyo político para la reforma. Si pudiera predecir el futuro, no obstante, creo que se producirán avances importantes, como este; que el FMI de la próxima década seguirá evolucionando para hacerse eco de las transformaciones rápidas y fundamentales por las que atraviesa la economía mundial.